Harvey Weinstein ya sabe su destino. El juez James Burke, del tribunal federal de Manhattan le ha impuesto 23 años de cárcel, después del veredicto de culpable que tomó el jurado, el pasado 24 de febrero, por dos delitos de ataque sexual y violación. En la sala hubo abrazos entre las mujeres que ha roto el techo de cristal que se ha conducido a la cárcel al denominado “depredador sexual en serie”. A la salidas recibieron el aplauso y las felicitaciones.
Weinstein llegó en silla de ruedas y esposado de la cárcel de Rikers Island, donde ingresó el pasado jueves tras diez días en el hospital Bellevue y ser sometido a una pequeña intervención coronaria. La viva imagen del derrotado por el movimiento #MeToo, después de que un centenar de mujeres, entre ella actrices como Ashley Judd, Uma Thurman o Salma Hayek, le hayan denunciado.
No le ha caído la máxima cantidad de años, que subía a 29, pero los suficientes para que a su edad, cumplidos los 67, sea una pena a perpetuidad y para que el #MeToo ondee la bandera de victoria. Su defensa requirió cinco años.
Las dos víctimas de este caso -tiene otro pendiente en Los Angeles por otras dos mujeres- hablaron este martes antes que el en la sesión convocada para anunciar la pena que deberá cumplir el titán de Hollywood caído en desgracia. Miriam Haley y Jessica Mann, que ya relataron en el estrado de los testigos como Weinstein las sometió a su voluntad, dejaron constancia de lo que han sufrido y de cómo han tenido que armarse de valor para dar el paso de denunciar al otrora todopoderoso.
“Está totalmente desconectado de la gravedad de los crímenes. Sea cual sea la sentencia espero que sea suficientemente larga para que reconozca lo que ha hecho, a mí y a otras”, sostuvo Haley. “Es el momento para que las personas que violan a otras paguen por su vida y las que destrozan. He encontrado mi voz y tengo la esperanza que estos monstruos no sigan ocultos”, recalcó Mann.
Llegó el turno de su réplica y por primera vez se le escuchó en este juicio. “Estoy confuso”, dijo Weinstein con una voz que resultó de difícil de descifrar antes que el magistrado hiciese justicia. “Estoy confuso por todo esto..., es un sentimiento por miles de hombres y mujeres que estamos perdiendo las garantías jurídicas, estoy preocupado por este país”, murmuró´.
Estoy confuso, es un sentimiento por miles de hombres y mujeres que estamos perdiendo las garantías jurídicas, estoy preocupado por este país”
En su discurso de cerca de quince minutos, el convicto aseguró que “siento remordimientos profundos de corazón, intento ser mejor persona”. Mostró poco arrepentimiento. Aseguró que las relaciones con las dos mujeres que le han llevado a la prisión siempre pensó que eran consentidas. “Tuve momentos maravillosos con ellas”, añadió.
En primera fila estaban sentadas las seis mujeres que han testificado en el juicio (las citadas Haleyi y Manna, junto a Annabella Sciorra, Dawn Dunning, Lauren Young y Tarale Wulff). A ellas se dirigió Weinstein: “Con todas las que han declarado podemos tener diferentes verdades, pero –reiteró- tengo remordimientos por vosotras, por todas las mujeres. Me duele esta situación en el fondo del corazón”.
Afirmó, además, que ninguna de sus dos esposas a lo largo de todo ese tiempo supieron de sus infidelidades, así que también sintió remordimientos por ellas. “Si pudiera rehacer mi vida, me preocuparía menos por las películas y más por los hijos y la familia”. Todavía proclamó, en busca de benevolencia, que con las tragedias de los atentados del 11-S o con el huracán Sandy él estuvo ahí para ayudar con sus millones de dólares.
De nada le sirvió ni ese tardío arrepentimiento ni su pregonada generosidad. “Aunque ésta es la primera condena no es la primera ofensa”, se arrancó el juez antes de imponerle 23 años de cárcel, dando apoyo a la solicitud de la acusación. En su escrito de petición de condena, la fiscal Joan Illuri no concretó una cifra de años entre rejas. Pero si que solicitó el máximo posible, por una conducta que se prolongó por más de cuatro décadas -describió 38 supuestos ataques sexuales, el primero en 1978-y por la ausencia absoluta de remordimientos.
En cambio, la defensora Donna Rotunno apelo a la salud y a la edad de weinstein, de 67 años, para rogar la pena mínima. La letrada argumentó que, para una persona como el, la expectativa de vida no está más allá de 12 años. “Si le ponen más de cinco años, de facto es una condena de por vida”, remarcó.
Justo en la víspera de la sentencia se divulgaron documentos previamente sellados. En estos se indica que Weinstein pidió ayuda desesperada mediante emails a personalidades influyentes como Jeff bezos, dueño de Amazon, o Michael Bloomberg, el multimillonario ex alcalde de Nueva York, una vez que the New York Times y The New Yorker publicaron en octubre de 2017 los primeros artículos en que las víctimas se atrevieron a hablar.
Pero en pago a esa ayuda prometió entrar en un programa de rehabilitación para superar su aducción al sexo. “Permitid mi propia resurrección con una segunda oportunidad”, suplicó en sus mensajes. Un mes después, Bob, su hermano, le calificó de depredador sexual y de ser “una persona abusiva que merece estar en el infierno”.
Y a los pocos días, siempre según esos documentos, al responder a una pregunta a una periodista de cotilleos, aseguró que de niño sufrió abusos y más tarde dijo que experimentaba sentimientos suicidas. Esos papeles demuestran sus intentos y los de sus colaboradores de parecer un hombre sumido en problemas y que quería reparar sus errores. Pero en un email sugirió que la actriz Jennifer Aniston “debería ser asesinara” porque el creía que se había quejado de su conducta.