La novia de América no quería serlo
Meg Ryan confiesa a Gwyneth Paltrow que ser actriz no era su vocación
Hollywood no le dio la espalda a Meg Ryan (56 años). Fue ella la que se fue dando un portazo a la fama. La que rompió su noviazgo con un país que la llegó a calificar de “novia de América. Un calificativo que, país ingrato, aplicó a otras actrices antes y después de ella. O al menos esta es la versión que la actriz da a Gwyneth Paltrow (45), otra novia de América venida a menos.
“Nunca quise ser actriz, y mucho menos una actriz famosa”, afirmó Ryan, durante una charla en el canal Goop, que lanzó Gwyneth Paltrow en el 2008 con el lema “nutre tu interior” y que proporciona consejos new age más que dudosos y promociona algunas marcas milagrosas.
Hacía 20 años que ambas no se veían, desde que protagonizaron Flesh and bone juntas, en 1993. Ryan aprovechó para recordar que su vocación era el periodismo, carrera que estudió “porque soy muy curiosa, me apasionaba viajar y descubrir mundo, quería relacionarme con otras personas, pero en aquella época era totalmente imposible”. La culpa, según la actriz era de la etiqueta de reina de la comedia romántica. El título nunca le agradó pero se lo había ganado con uno de sus primeros papeles protagonistas en Cuando Harry encontró a Sally (1989), en la que, fingiendo un orgasmo mientras comía un sándwich, demostró su talento natural para bordar el personaje de buena chica americana que siempre acaba metiendo la pata por seguir los dictados de su corazón.
Ryan aseguró a Paltrow que decidió retirarse del cine tras el enorme éxito de Algo para recordar, que protagonizó junto a Tom Hanks en 1993. Pero lo cierto es que su carrera continuó con una sucesión de taquillazos: French kiss (1994), Adictos al amor (1997) o T ienes un e-mail (1998). No ganó con ellas ningún Oscar pero sí millones de dólares. Ryan asegura que aguantó la presión de la fama “porque como periodista siempre me consideré una testigo privilegiada de lo que me estaba pasando. Intentaba analizarlo todo desde un punto de vista antropológico. Pero terminó siendo imposible y por eso acabé retirándome”. La verdad es que aún tardó unos años... Tal vez, pese a lo que comenta Ryan, el punto de inflexión fue el drama Prueba de vida, del 2000, que protagonizaba con Russell Crowe, recién salido del exitoso Gladiator. Durante la película ambos iniciaron un romance que provocó que ella se divorciara de su marido, Dennis Quaid con quien formaba una de las parejas más estables y queridas de Hollywood. La opinión pública cargó contra ella, como si además de su marido Meg Ryan hubiera engañado a la patria ¡y con un australiano! Cuando la relación con Crowe terminó, muchos celebraron el rumor de que él la había dejado. Ella tardó ocho años en revelar que fue al revés. Después rodó En carne viva (2003), de Jane Campion, que incluye un desnudo frontal de la actriz. Era una buena película pero la exnovia de América ya no interesaba a nadie.