Elevación algorítmica

Elevación algorítmica

La campaña presidencial norteamericana muestra la última iteración en comunicación política. La estrategia de elevación del discurso político se ha cambiado por el descenso al barro, por la elevación algorítmica de las redes sociales, convertidas en actores políticos.

Hasta las elecciones del 2020, la comunicación del Partido Demócrata seguía aquella máxima de Michelle Obama del 2016: “Cuando ellos bajan, nosotros nos elevamos”. Destila el comportamiento deseado cuando los oponentes utilizan tácticas deshonestas como la difamación o las fake news : no hacer como ellos, mostrar liderazgo moral y mantener unos valores muy por encima del barro al que el adversario nos quiere arrastrar.

La campaña Harris-Walz abraza la agenda digital trumpista. No hay opción

Hoy, la máxima que se aplica es la del ex fiscal general Eric Holder, quien en el 2018 enmendaba a Michelle Obama: “Cuando ellos bajan, nosotros les pegamos una patada” (alguien añadió “a las partes”). Del ideal de confrontación por elevación a la praxis de la confrontación sin tregua; sin la victoria, la moral y los valores solo sirven para ganar el relato. Si se da una vuelta por los medios sociales de la campaña Harris-Walz, encontrará vídeos de Trump fuera de contexto, información fragmentaria o directamente fake news . Y si esto es así, es porque funciona. Que la estrategia digital trumpista moviliza lo demuestra el asalto al Capitolio del 2021. Con mentiras, medias verdades y fake news , creó una alucinación colectiva que arrastró a la democracia por el barro hasta llegar al golpe de Estado.

GLENDALE, ARIZONA - AUGUST 9: Democratic presidential candidate, U.S. Vice President Kamala Harris and Democratic vice presidential candidate Minnesota Gov. Tim Walz take a selfie in front of a sign that reads

Kamala Harris y Tim Walz en un acto de campaña 

ANDREW HARNIK / AFP

Los medios sociales son por naturaleza efímeros, descontextualizados y fragmentarios; cualquier intento de forzarlos para incluir la exposición de datos, el debate razonado y el intercambio de opinión está condenado al fracaso. El medio es siempre el mensaje. No hay mejor sitio que en la red X (ya no me cuesta no llamarle Twitter, porque Musk ha borrado todo rastro de él) para ver cómo el medio se estruja y convierte en mensaje. Cuando Musk la compró en el 2022 por 44.000 millones de dólares, un precio cuatro veces superior a su valor real, nadie entendió la operación más allá de la extravagancia testosterónica de un multimillonario caprichoso. Ni el propio Musk sabía lo que había hecho hasta que se dio cuenta de que el desproporcionado poder que X tiene en la opinión pública mundial era la base para convertirlo en actor político global. Solo necesitó cambiar algunos parámetros del algoritmo, despedir al equipo de confianza y seguridad, readmitir a todos los conspiranoicos de ultraderecha que Twitter había echado –incluido Trump– y privilegiar a sus propios tuits para que lleguen al máximo de gente.

El Partido Demócrata ha abrazado la agenda digital trumpista, y, por el momento, las encuestas no le van del todo mal. Quiero pensar que no todo son los medios sociales y sus algoritmos, que se debe a que la candidata Harris es sencillamente más persona que el candidato Trump.

Que las redes eleven su mensaje.

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