Reducir la jornada es necesario

Tribuna

Reducir la jornada es necesario

El actual seleccionador de fútbol, Luis de la Fuente, se disputaba el puesto de lateral izquierdo con Txato Núñez en el Athletic de Bilbao que ganó la liga al Barcelona de Maradona. Corría el año 1983, y fue en el que por última vez se redujo la jornada legal de trabajo en el ordenamiento jurídico: hasta el vigente tope de 40 horas semanales de trabajo efectivo de promedio en cómputo anual.

Durante este tiempo, la jornada laboral media pactada en los convenios colectivos ha bajado hasta las 38,5 horas. No hace falta recordar las profundas transformaciones que en este tiempo se han dado en la forma de producir y generar valor en las empresas. Cambios tecnológicos, robotización de procesos productivos, digitalización, interconectividad, despliegue de internet… han mutado la forma de trabajar, liberando de tiempo y mejorando la productividad de dichos procesos productivos. La cuestión es quién y cómo se apropia de esas mejoras.

Ante los que agitan viejos miedos: es la hora de elegir entre el progreso o el atraso

En las últimas décadas el aumento real del PIB y de la productividad ha sido superior al de los salarios. A lo largo de los años 90 y durante el siglo XXI transcurrido hasta la crisis financiera, se amplió la brecha en el reparto de la renta a favor del capital y en detrimento de las rentas del trabajo. Es a partir de 2020, con la sucesión de crisis provocada por la pandemia y la guerra cuando por primera vez en décadas cambian las políticas laborales y económicas con las que hacer frente al riesgo de recesión. En España comprobamos que cuestionando dogmas (subir el SMI, intervenir el mercado laboral para impedir despidos, o reducir la temporalidad -el crónico sistema de ajuste de las empresas a los ciclos económicos-), los resultados sociales y económicos eran mejores.

Trabajadores en la oficina de una empresa

Trabajadores en la oficina de una empresa

Àlex Garcia / Archivo

Y es en este contexto donde está la disputa por la reducción legal del tiempo de trabajo. Una vez más, se agitan los viejos miedos: se perderá competitividad, se deteriorará la productividad. El hecho de que los principales sectores exportadores ya tengan en general jornadas laborales más bajas, es irrelevante ante el mantra. El mismo que escuchamos cuando se subía el SMI.

Es el momento de reducir la jornada laboral. Es necesario, posible y deseable. Pero es que además España tiene que decidir en qué liga quiere jugar. Desde una legislación laxa, que se incumple y que consiste en modelos de bajos salarios, se inducen los peores proyectos empresariales. Los que aspiran a rentabilizarse pagando poco, trabajando mucho, y, normalmente, trabajando mal. Malas empresas con malos empleos. Cambiar el campo de juego, favoreciendo empresas que aspiran a rentabilizarse con más inversión y dimensión, más tecnología, formación y estabilidad es una apuesta por la productividad virtuosa a largo plazo. En España hay una recurrente pugna histórica entre el progreso y el atraso. De qué sectores económicos sean más influyentes al decidir nuestro “lugar en el mundo” puede depender que la reducción de jornada sea producto de un pacto tripartito o no. De momento, y ante el bloqueo de las negociaciones, CC.OO. apuesta por subir el tono de la movilización.

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