Se puede medir el valor económico de la naturaleza y de la biodiversidad? No solo se puede, sino que se debe. El académico de origen indio Partha Dasgupta, profesor de la Universidad de Stanford y asesor del Gobierno británico, ha ganado el XVI Premio Fronteras del Conocimiento en Economía de la Fundación BBVA (considerado por muchos como una antesala del Nobel).
Sus ideas ecologistas, que nacieron en la década de los setenta y que podían sonar utópicas o revolucionarias en sus comienzos, cobran hoy actualidad. Porque el medio ambiente está cada vez más en el centro de la economía aunque no siempre esté reflejado en los indicadores habituales. Como por ejemplo el PIB.
El profesor de Stanford es crítico con el PIB como indicador representativo de la riqueza de los países
“Pero los estados lo seguirán utilizando como medida porque les proporciona ventajas”, dice Partha Dasgupta en conversación telemática con este diario. ¿En qué sentido? Su mensaje es que el PIB no tiene en cuenta la degradación del capital ecológico y del entorno natural. Por lo tanto, muchas naciones son en realidad más pobres de lo que creen (o de lo que dicen las cifras).
La riqueza es relativa. “Puedes tener un terreno fértil y obtener muchos ingresos vendiendo la cosecha. Pero con el tiempo la tierra se estropea, tienes que echar fertilizantes. Así que el valor de tu riqueza disminuye aunque estés ganando mucho dinero”.
¿Cómo se puede medir el valor de una costa o de un bosque, que suelen ser bienes públicos sin un valor de venta en el mercado? Este académico sostiene que es posible y, de hecho, Naciones Unidas está incorporando sus modelos para valorar de forma más precisa la riqueza del planeta. “Para conocer el valor de una playa hay que medir la voluntad que se tiene de disfrutar de ella. Por ejemplo, calculando cuántos kilómetros uno está dispuesto a desplazarse para llegar allí. Más recientemente se han afinado los sistemas para hacer un análisis cualitativo: así, en un lago se estudia la calidad del agua, la riqueza de la fauna, su impacto en el ecosistema”.
Este economista advierte que no todos los procesos económicos son sustituibles o reemplazables, sino que están interconectados. Si para pasar a las energías renovables hay que excavar minas de silicio, puede haber una pérdida neta para el ecosistema. Para Dasgupta, es necesario volver a preocuparse más por el valor de los activos que por los flujos de capital. “Calculamos la amortización de las máquinas pero no apreciamos la pérdida del valor de bienes públicos como los bosques”, se queja. “Es una paradoja. hay países clasificados como economías en desarrollo, en la zona del trópico o como el Congo en África, que están sentados sobre un capital ecológico y una gran riqueza de la biosfera”.
Para evitar estas distorsiones, Dasgupta defiende repensar la arquitectura económica y fiscal internacional. “Usted disfruta de la selva amazónica, porque es un bien común del planeta. Si queremos evitar la deforestación por parte de Brasil, tendríamos que pagar al país para que cuide de ella”, sostiene. ¿Y de dónde sacar el dinero? “Cada día miles de contenedores transitan por los océanos sin pagar peaje, a diferencia de en las autopistas. Se debería crear una institución internacional, como el FMI o el Banco Mundial, que cobre una tasa y la redistribuya para incentivar que los países cuiden de sus reservas naturales”.
¿Hay voluntad política? “Si somos capaces de unir esfuerzos para aumentar el gasto militar, también podemos hacerlo para proteger el ecosistema del planeta”.