De refugiado persa a ejecutivo estrella de Wall Street. La historia de Dara Khosrowshahi, consejero delegado de Uber, daría para una película. Nacido en Teherán en el seno de una familia burguesa, con nueve años Dara se ve obligado a abandonar su país, justo antes de que estalle la revolución islámica de 1978.
A los pocos meses, el negocio familiar, la Alborz Investment Company, firma especializada en farmacéutica y cosmética, es nacionalizada por los ayatolás.
La empresa ha logrado sus primeros beneficios anuales después de años seguidos de pérdidas
De repente, el clan de los Khosrowshahi tiene que empezar desde cero. Tras un breve paso en Francia, optan por emigrar a Nueva York. Pero para el joven Dara, los días más difíciles todavía tienen que llegar. Su padre se desplaza a Irán por un tema familiar en 1982. Pero al llegar el régimen decide retenerlo durante seis años y le prohíbe viajar. De esta manera, Dara no podrá ver a su progenitor durante toda su adolescencia.
Al final, entre muchas dificultades económicas –la familia lo ha perdido todo– Dara consigue completar sus estudios en ingeniería electrónica. “Simplemente crecí en una circunstancia en la que llevarse bien era la forma de sobrevivir”, recuerda.
Tras su paso por la banca de inversión en Allen&Co, Dara Khosrowshahi llama la atención cuando pasa a dirigir el portal turístico Expedia: consigue quintuplicar los ingresos en tan solo doce años.
Es cuando Uber, en plena crisis después de los excesos de su fundador, Travis Kalanick, se fija en él y le elige para enderezar el grupo en el 2017. Casi siete años después, se cumple el milagro. La compañía ha conseguido sus primeros resultados anuales positivos, con unos beneficios de casi 1.700 millones de euros. Uber ya no es aquel unicornio polémico de sus inicios, sino un referente tecnológico de Wall Street con una capitalización bursátil de 134.000 millones, el doble del valor del día de su salida a bolsa en 2019. Y, además, con previsiones de crecimiento de dos dígitos.
Gran parte del mérito se debe a su consejero delegado. El New York Times , le calificó en un artículo como “el papá de Silicon Valley.” De hecho, los trabajadores de la empresa coinciden en que él ha sido “el padre” de una transformación que ha sido también cultural. “De una empresa agresiva, hemos pasado a ser una firma con otro talante, con la ambición de diversificarse y aportar valor”, comentan a este diario.
Para lograr la rentabilidad, la firma ha optado por subir las tarifas (algunos estudios cifran el incremento cerca del 40% en cuatro años, bastante más que la inflación en este período) y por reducir costes.
Sobre las polémicas del estatus legal del conductor, Khosrowshahi asegura que “nuestros trabajadores no desean ser empleados a tiempo completo, prefieren la flexibilidad de ser sus propios jefes y decidir cuándo y dónde trabajan”.
Como curiosidad, Dara Khosrowshahi ha querido conocer mejor la experiencia de los conductores de su compañía y hasta adoptó una identidad encubierta bajo la que él mismo empezó a hacer trayectos con los clientes.
Tal vez su mayor intuición, después de la crisis de la pandemia, fue convertir a Uber en algo más que una compañía disruptiva del negocio del taxi, y hacerla una plataforma que ofreciera todo tipo de servicios de transporte y entrega de comida. Por ejemplo, Uber Eats representaba el 10% de la facturación y ahora es el 50%.
Si Amazon es la tienda de todo, el Uber de Khosrowshahi quiere ser el todo de lo que está en movimiento: desde automóviles a bicicletas, los vehículos de tres ruedas en la India, los trenes, los autobuses y también los camiones. En el futuro, la conducción autónoma y la IA darán el enésimo vuelco al negocio. “No quiero dirigir la empresa más sexy, sino la mejor empresa”, insiste Khosrowshahi, que sin embargo admite una derrota. Confiesa que su suegra estadounidense todavía no ha aprendido a pronunciar bien su apellido. Inténtenlo ustedes: “Cos-rou-sha-jii”.