El BCE decidió ayer darnos un respiro en los aumentos de tipos de interés de los últimos meses, aunque esta pausa no implica que estemos cerca de las esperadas reducciones. Es cierto que la situación se acerca más a la que desea el BCE: Lagarde explicó que este alto en el camino reflejaba un IPC que se ha moderado, unos préstamos de la banca a hogares y empresas que continúan reduciendo su avance y una actividad que apunta al estancamiento. Pero siendo cierto todo ello, no lo es menos que la fuerte alza de los tipos de interés de la deuda de los países del sur de la eurozona es, probablemente, la razón más poderosa para esa pausa.
Hay que recordar que los tipos de interés nulos o negativos (de 2014/15 a 2022) se explicaban, fundamentalmente, por el apoyo al desapalancamiento del endeudamiento privado y público de los países del Mediterráneo: para contribuir al mismo, el BCE los mantuvo artificialmente bajos, comprando al mismo tiempo cantidades insólitas de deuda pública. Y ello porque la crisis financiera 2008-12 no hizo desaparecer el endeudamiento: quedó ahí a la espera de su gradual reducción. No extraña que la extrema derecha alemana criticara al BCE por la expropiación del ahorrador alemán, penalizado por unos intereses bancarios inexistentes, justamente para ayudar a los derrochadores del Club Med.
La verdadera razón de la pausa del BCE: evitar un accidente en la deuda del sur de Europa
Comenzadas las alzas de tipos, éstas se han extendido a todo tipo de activos financieros y, en los EE.UU., estan generando desconfianza en el enorme volumen de deuda pública (en el 121% del PIB) y en los déficits de las políticas de Biden: el bono del Tesoro a 10 años está cerca de un 5% de interés, proyectando inquietantes sombras para sus finanzas públicas. Parte de estas tensiones se han traslado al euro, de forma que el bono alemán a diez años ha pasado de cotizar a tipos de interés negativos hace pocos meses a hacerlo cerca del 3% ayer, con lo que no ha de extrañar que la deuda española esté ya en el 4% o la italiana rozando el 5%. Y ello, hay que recordarlo, cuando sólo ha comenzado una suave reducción de la deuda pública adquirida desde el 2015 (para España, más de 620.000 millones de euros aparcados en el balance del BCE). Y esa es la verdadera razón de la pausa: la inquietud que la lucha contra la inflación provoque un accidente en los mercados de deuda del sur, que obligue al BCE a activar mecanismos de apoyo una vez más.
De ahí la paradoja de la situación actual: la política de muy bajos tipos del BCE ha permitido al sur aparcar y retrasar los necesarios ajustes en sus finanzas; pero a la que se ha visto obligado a combatir la inflación, esa misma política pone a aquellos países en la picota. Es lo que tienen las crisis de deuda: sus efectos se dejan sentir muchos años más tarde de su aparente finalización. La larga sombra de los errores de 1997-07 continúa alcanzándonos: de aquellos polvos, estos lodos.