Kraftwerk y la Europa de los ‘man-machine’

Transversal | Análisis 

Kraftwerk y la Europa de los ‘man-machine’

La construcción de Europa no se entiende sin la tecnología y sus redes. Las vías romanas por las que circularon personas, bienes e ideas llevaron el derecho romano a todos los rincones del imperio. Tampoco se entiende sin la red medieval de caminos de Santiago, una proto-internet que conectaba los servidores de conocimiento de la época; universidades como las de Bolonia, Cambridge, París, Salamanca o el Estudi General de Lleida.

Con el ferrocarril los cambios no sólo fueron de escala; más bienes, más personas y más ideas en una Europa cada vez más pequeña, sino que también cambiaron el tiempo. Los trenes de largo recorrido mantenían tres horas: la de la estación de salida, la de la llegada y la del tren. La red telegráfica los convirtió en una sola. La Europa de los trenes es también la Europa de los cafés: nodos de una red de intercambio cultural y político en la que nacen, crecen y se reproducen los valores europeos.

Si cerramos aún más el foco llegaremos al siglo XX, al automóvil y la omnipresente red viaria. Cambiamos el entorno para adaptarlo al nuevo medio y entonces es el nuevo medio quien nos cambia a nosotros: nos compramos un 600, alquilamos un pisito en la playa y llegan las suecas. Más construcción europea. La Europa actual no se entendería sin el SEAT 600, la FIAT 500, el Renault 2CV, el Volkswagen escarabajo.

Kraftwerk, en una reciente actuación en Sitges

Kraftwerk, en una reciente actuación en Sitges

Llibert Teixidó

Quien mejor ha glosado esta construcción europea basada en la tecnología ha sido el grupo de música alemán Kraftwerk. Nacido en 1968 en Düsseldorf, son los creadores de un sonido electrónico robótico inconfundible que cambió la música para siempre. Provenientes de la región industrial del Rur y nacidos en la posguerra decidieron prescindir de los referentes de la cultura anglosajona y crear una nueva música popular. No les quedó otra que retroceder en el tiempo y recuperar todos los sueños que el nazismo había destruido: el movimiento Bauhaus y el expresionismo alemán. Los miembros de Kraftwerk nunca se han definido como artistas o músicos sino como trabajadores de la música. Consideran su música industrial electrónica como música popular, el sonido del entorno industrial en el que crecieron.

Idolatrados por David Bowie, Iggie Pop y Michael Jackson su influencia ha sido definitiva en el nacimiento del hip-hop neoyorquino, el new wave británico, el tecno de Detroit, el house de Chicago, el italo-disco, el tecno-pop japonés o el euro-dance. Son los padres de la música electrónica y los padrinos de incontables géneros musicales. Los que sean fans ya saben que son más influyentes que los Beatles, los que no, ya caerán del caballo.

Kraftwerk

El grupo alemán es el gran cronista de la construcción europea; su sonido robótico cambió la música para siempre

Kraftwerk ha sido revolucionario en muchos aspectos: la utilización de sintetizadores cuando todo el mundo utilizaba guitarras; cantar en alemán cuando aún era percibido como nacionalista; las actuaciones estáticas en vez del movimiento frenético y el sudor imperante; su estilo andrógino frente al de los machos peludos del rock; y sobre todo la oda permanente a la tecnología y el progreso en lugar de cantar a la paz, los pajaritos y el amor hippie. Pero en el marco de la geopolítica de la construcción europea y con la perspectiva del tiempo —55 años de carrera— su obra adquiere aún mayor relevancia.

Autobahn es el tema que en 1974 les propulsó hacia el estrellato. De 22 minutos y medio de duración (todo lo que permitía el vinilo) es un viaje sónico por las Autobahn alemanas, con motores, claxon, aceleraciones de ritmo, pasos a nivel y música en el radio-casette. Un viaje hacia la libertad sin límite de velocidad. Le recomiendo que la ponga en el coche mientras conduce por la autopista, si es en Alemania, mejor.

De 1976 es Trans-Europe Express, una oda a los grandes viajes en tren (en primera, eso sí), a la velocidad y a los paisajes cambiantes de una Europa en construcción política y tecnológica. El ritmo mecánico, la percusión minimalista y los efectos doppler nos sitúan dentro de un tren de la red transeuropea de ferrocarril. La escasa letra nos lleva a un encuentro en los Champs-Elysées, a una parada en Viena para tomar un café y a la llegada a su Düsseldorf natal. No la escuche si viaja en cercanías.

Cronistas de la tecnología y visionarios a partes iguales llegaron al cenit de ambas con el álbum Computer World de 1981. Conceptual como los anteriores, habla del impacto de la computación en la sociedad años antes de que llegaran los ordenadores personales. La versión en alemán del tema Computer World dice el equivalente a: “Interpol y Deutsche Bank, FBI y el Scotland Yard/DGT y la Policía Criminal Federal, tienen nuestros datos”. Ralf Hütter, uno de los fundadores de Kraftwerk decía: “Ahora que ha sido penetrada por la microelectrónica, toda nuestra sociedad está informatizada y cada uno de nosotros es almacenado en algún punto de información por alguna empresa u organización, almacenado en números”. Capitalismo de vigilancia en 1981, antes de los ordenadores, de internet y de los móviles.

El superhombre de Nietzsche

El disco de Kraftwerk culmina con un ejercicio intelectual que explora la idea de Nietzsche, una visita a la idea de cómo la tecnología amplía nuestras capacidades

El álbum Man-Machine es de 1978 e inmediatamente anterior a Computer World. El álbum es una declaración de intenciones ya desde la cubierta tipográfica de inspiración soviética al estilo de El Lissitzky, que por cierto sale a los créditos del álbum. El disco abre con The Robots donde los miembros del grupo se reivindican como robots en el sentido original del término: como trabajadores infatigables que nos ayudan en nuestras tareas más prosaicas, en su caso en la de hacer música popular. Para su lanzamiento crearon unos robots a imagen de cada uno de los miembros a los que presentaban en ruedas de prensa y a los que hacen actuar en directo para gran deleite de grandes y pequeños.

El disco culmina con el celebrado Man-Machine, un ejercicio intelectual que explora la idea de Nietzsche del Superhombre; una visita a la idea de cómo la tecnología amplía nuestras capacidades. Ralf Hütter decía en una entrevista que ellos tocaban las máquinas pero que las máquinas también les tocaban a ellos, que no las trataban como esclavas sino como colegas. Era 1978, no había internet, ni ordenadores personales, ni web, ni móviles, ni redes sociales ni inteligencia artificial. Escuchen Kraftwerk. También su música.

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