Las 70 hectáreas de la finca Mas de Colom, un antiguo monasterio cistercense de Tàrrega donde Borges ha instalado su sede institucional, albergan el banco de pruebas de una de las iniciativas nucleares del grupo agroalimentario. Se trata del proyecto Pistacho, que desarrolla a través de su unidad de negocio cotizada Borges Agricultural & Industrial Nuts (Bain) desde el 2015 pero que ha empezado a dar sus frutos, literalmente, hace relativamente poco. Con él intentan incentivar que agricultores de las comarcas de Lleida, el norte de las Terres de l’Ebre y Huesca se pasen al cultivo del pistacho, sumando hasta la fecha 500 hectáreas y 73 productores.
La multinacional ofrece asesoramiento y se compromete a procesar y comprar el alimento para comercializarlo. Y es que el pistacho resulta más rentable que otros frutos secos –el precio en lonja de algunas de sus variedades suele superar los 12 euros el kilo y fue el segundo fruto seco más caro en venta al público en el 2021, según Statista–, pero también necesita más agua para producirse.
La compañía celebra este abril sus 125 años de historia. Está en manos de la cuarta generación familiar
Gestionar los recursos hídricos con más eficiencia y reducir al máximo su consumo se ha convertido en uno de los grandes desafíos de la compañía propiedad de la familia Pont. Este año Catalunya afronta un periodo de sequía que, de extenderse, podría comprometer la agricultura. El año pasado la producción de fruto seco quedó al 40% a causa de la falta de lluvias y aunque los episodios de sequía severa suelen ser cíclicos, el consenso científico apunta a que la península Ibérica tiende a un clima más seco, caluroso y extremo.
David Prats, presidente ejecutivo y consejero delegado de Borges, explicaba esta semana en la presentación del nuevo plan de crecimiento del grupo que se trata de procesos a largo plazo. De momento, proseguía, no requieren un cambio en la variedad de cultivos. Otras zonas donde el grupo produce, como Andalucía, Extremadura o Portugal, no tienen ahora el gran déficit de lluvias que sufre Catalunya, comentó. Ahora bien, el desarrollo de nuevas técnicas de riego ocupa a la multinacional. En el caso de los pistachos, usan el riego presurizado. Han iniciado también el cálculo de la huella hídrica en todos sus cultivos, técnica que permite reducir un 30% el consumo de agua, y han implementado pruebas de riego deficitario, así como un sistema de pulverización electrostática. “La sostenibilidad es una obligación y además nos hace más rentables”, señalaba Prats. La inversión prevista para los próximos tres años en mejoras de eficiencia energética asciende a 30 millones de euros. Las condiciones climáticas tendrán, en todo caso, la última palabra.
La empresa invertirá 30 millones en tres años en mejoras de eficiencia energética
La multinacional ha hecho frente también al impacto de la guerra en Ucrania en la industria alimentaria. A diferencia de otras compañías, el país no era un gran proveedor de semillas para Borges. La empresa se abastece sobre todo de Francia y España y se encarga de procesar y elaborar el aceite que vende. Pero tras el cierre de Ucrania otros fabricantes fueron a buscar las semillas en mercados alternativos, empujando el precio a cotas altísimas. “El aceite de semilla triplicó el precio”, recordaba Prats. La situación se ha ido normalizando y ahora la mayor inflación se encuentra en el aceite de oliva. La acusada caída de la producción por culpa de la falta de lluvias y el calor han disparado el IPC de este alimento un 33,5% en febrero.
Otra derivada de la invasión rusa, el incremento de costes de producción, añade presión a la cuenta de resultados. En el último informe semestral de Bain a la CNMV, remitido el mes pasado, la unidad de negocio reportaba unas pérdidas de 0,3 millones de euros pese a haber vendido un 4% más, hasta los 74,3 millones de euros. La compañía atribuía los números rojos a la fuerte caída de los precios de las principales materias primas que produce, que afecta de manera directa al negocio agrícola de Bain, así como un “incremento relevante de los costes industriales y de transporte que no se han podido repercutir en su totalidad”.
Vende sus productos –aceite, frutos secos, aceitunas, pasta...– en 105 países. Los principales mercados son España, Francia, EE.UU., Brasil e India
Pese todos estos retos, Borges prevé incrementar su facturación un 42% en cinco años, hasta los 1.000 millones de euros, y doblar beneficio, para lo que también contempla compras. “Cada año nos encontramos con situaciones complejas a nivel mundial y siempre las hemos superado; estar diversificados en producto y mercados nos ayuda a ello”, afirmaba Prats esta semana. El grupo se sustenta en tres unidades de negocio distintas y encadena ejercicios con incremento de ganancias –ver gráfico–. El objetivo: lograr que la compañía perdure otros 125 años.