Entre la espada y la pared
Opinión
Este jueves el BCE mantuvo su promesa y volvió a elevar los tipos de interés, dejando el de refinanciación a la banca en el 3,50%. Y aunque lo sucedido en EE.UU., sumado a los problemas del Credit Suisse, se haya traducido en fuertes caídas de la banca europea, el mensaje es nítido: no hay que dejarse intimidar por el pánico de los mercados.
La intervención de Lagarde puede resumirse en un aviso a los navegantes que especulan en la eurozona: el BCE tiene las herramientas para atender la liquidez de la banca y mantener las primas de riesgo en niveles aceptables. Y esa amenaza es más que creíble. Lo vimos en el 2012, con el “whatever it takes” de Draghi y sus OTM; de nuevo entre el 2015 y el 2019, con las compras de deuda pública y los TLTRO (créditos a tres años a la banca); al igual que en el 2020, con otros 1,7 billones de euros para afrontar la pandemia; y, finalmente, también en el 2022, con el Transmission Protection Instrument para evitar problemas a la deuda pública del sur. Por tanto, cuando Lagarde afirma que el BCE tiene los mecanismos para capear la situación, créanla. Los tiene aunque la situación continúe volátil: de agravarse no le temblarían las piernas al ampliar, una vez más, su potencia de fuego.
Lagarde deja claro que el BCE tiene mecanismos para capear la situación
No obstante, y aunque esta crisis no es la del 2008 no hay que quitar importancia a lo sucedido: apunta a un elemento no menor de debilidad. Porque el colapso de los bancos americanos refleja pérdidas en activos adquiridos cuando los tipos de interés eran particularmente reducidos, apuntando a aquello del bombero pirómano: la política de la banca central, reduciendo dramáticamente los tipos de interés, alimentó burbujas en activos inmobiliarios y financieros (entre ellos, el de deuda pública) y, finalmente, coadyuvó al aumento del IPC. En esta tesitura, a la que aquellos se han elevado para yugular la inflación hemos comenzado a visualizarse el colapso, más o menos controlado, de las burbujas previamente generadas.
La última década, el BCE y otros bancos centrales se han deslizado por una pendiente desconocida, modificando estructuralmente su papel: desde prestamistas en última instancia de la banca a prestamistas de los gobiernos e, indirectamente, a generadores de inestabilidad financiera. Mal asunto para nuestro BCE: sus programas de salvamento, inicialmente inevitables, se han ido acumulando en su balance, con lo que se encuentra atrapado entre la espada de la inflación y la pared de la inestabilidad. Y aunque Lagarde separa los objetivos de reducción del aumento del IPC (con elevación de tipos de interés) y los de estabilidad financiera (con mayores inyecciones de liquidez), ello no hace más que posponer el día del ajuste. Difícil singladura: porque malo es si, para controlar la inflación, genera pérdidas en los precios de los activos; pero peor sería si, para no desestabilizarlos, dejara que la inflación se dispare.