El consejero delegado de Ryanair, Michael O’Leary, controla a la perfección los tempos escénicos. Muestra una de sus características sonrisas, rozando lo teatral, mientras un periodista griego le toma una foto en la sede de la aerolínea en Dublín. Tan pronto como acaba vuelve a ponerse serio y repasa a toda velocidad las cifras de negocio de este verano y las previsiones para el cierre del año fiscal.
Esta dualidad entre la imagen pública que proyecta O’Leary en Europa y la mano férrea con la que dirige el grupo aéreo se palpa también en Irlanda, país de nacimiento de la compañía. Mientras en el continente Ryanair simboliza el modelo low cost más agresivo y algunos acusan a su consejero delegado de abusar del histrionismo, en la isla la aerolínea es motivo de orgullo nacional y a menudo elucubran con una eventual candidatura de O’Leary a la presidencia del gobierno, posibilidad que él siempre ha negado hasta el momento.
La compañía incorpora 73 aviones nuevos este año y 100 pilotos y abrirá 15 bases pese a los conflictos laborales
Y es que las llamativas declaraciones de O’Leary –la semana pasada intentó descalificar a los sindicatos promotores de la huelga de Ryanair en España tachándolos de comunistas y nostálgicos soviéticos– tapan a menudo los logros económicos del grupo. También la estrategia que impulsa para intentar comerse a la competencia, en plena resaca post pandémica y aún con unas finanzas frágiles pese a la recuperación de los viajes.
Este agosto Ryanair ha batido récord de pasajeros (16,9 millones de viajeros frente a los 14,9 millones en agosto del 2019) y ha movido a la semana una media de más de 3.000 vuelos al día, casi el doble de los 1.600 vuelos de su siguiente competidor, easyJet, según datos de Eurocontrol. La proporción media de asientos vacíos por vuelo fue del 4% por segundo mes consecutivo, frente al 3% de agosto del 2019, uno de los factores de ocupación más altos del sector.
La compañía consolida así su posición como primera aerolínea en Europa por número de pasajeros y quinta en el mundo, indican datos de la consultora Cirium. Ahora bien, aunque la cuota de mercado es mayor que antes de la pandemia (18% este verano frente al 12% de Lufthansa y el 10% de IAG), su rentabilidad está por debajo de los niveles precovid. El primer trimestre de su actual año fiscal, de abril a junio, ganó 170 millones de euros, cuando en el mismo periodo del 2019 obtuvo 243 millones de beneficios pese a transportar menos pasajeros. Unos resultados que, con todo, superan a los de sus inmediatos competidores. La británica easyJet perdió 135 millones de euros en el mismo trimestre, mientras que Wizz Air se dejó 285 millones de abril a junio. IAG, propietario de Iberia, British Airways o Vueling –única compañía del holding comparable a Ryanair en cuanto a modelo de negocio– cerró el periodo de marzo a junio con un beneficio de 133 millones de euros.
Para este ejercicio, O’Leary espera acercarse a los mil millones de euros de beneficios, asegura durante un encuentro con periodistas europeos en Dublín. La incertidumbre y el contexto inflacionista no frenan sus planes de crecimiento, añade. Al contrario. El grupo aprovecha que otras aerolíneas zozobran para acelerar su expansión, aumentar cuota de mercado e ingresos. “Vamos a salir reforzados de la pandemia, hemos vuelto con más fuerza que otros porque hemos mantenido nuestros pilotos y tripulantes actualizados con sus horas de vuelo”, asegura. Su objetivo es pasar de los 165 millones de pasajeros que prevé transportar este año fiscal a 225 millones para el que va de marzo del 2025 a marzo del 2026. Para acompañar esta expansión ha pactado la compra de 210 aviones en tres años a Boeing, de los cuales ya han recibido 73. Este año contratará además cien pilotos y espera abrir un nuevo centro de entrenamiento en España o Portugal para el 2023, además de 15 nuevas bases, que añadiría a las 90 actuales.
Todo ello, pese a los conflictos laborales abiertos en algunos de sus principales mercados, entre ellos, España. El sindicato USO mantiene la convocatoria de huelga entre los tripulantes de cabina hasta el 7 de enero del próximo año. “Ya pueden hacer lo que quieran, no negociaremos con ellos”, repite O’Leary. El directivo esgrime un acuerdo con CC.OO. –estos sí, de tradición comunista– para negociar el convenio colectivo en la aerolínea. Decisiones implacables junto a una simpática sonrisa mientras sigue su expansión.
Sin adquisiciones a la vista
El plan de expansión que impulsa Ryanair no contempla adquisiciones de otras aerolíneas por ahora. El grupo espera alcanzar sus objetivos de pasajeros mediante su propio crecimiento orgánico, reforzando su oferta en Europa del Este y algunos puntos del norte de África.