Pau Garcia-Milà es un emprendedor catalán que se hizo famoso en el 2006, cuando tenía 17 años y se juntó con su amigo Marc para resolver una problemática muy común en el bachillerato de aquellos años, y es que en los trabajos de grupo siempre había algún compañero despistado que se olvidaba su parte del ejercicio en el ordenador de casa. Así que decidieron crear un escritorio virtual que permitiera acceder a todos los archivos desde cualquier dispositivo que tuviera conexión a internet, sin importar su ubicación física. El proyecto se llamó EyeOS y generó un gran impacto mediático, ya que se convirtió en una aplicación pionera de la computación en la nube, una tecnología que acabaría revolucionando nuestra forma de trabajar.
Más recientemente, Pau ha emprendido una iniciativa de carácter personal en la red social LinkedIn, donde se dedica a lanzar vídeos para explicar conceptos muy complejos utilizando tan solo un minuto de tiempo. De una forma amena y sintética, consigue hacer comprensibles temas como la inteligencia artificial, la robótica o la programación. Es un proyecto de divulgación que está teniendo buena acogida entre los internautas porque está impulsado por el mismo propósito que aquel innovador escritorio digital: mejorar la vida a través de la simplificación.
Y es que, ante el actual contexto de complejidad galopante, la simplicidad se erige en un valor cada vez más preciado, ya que facilita la toma de decisiones, reduce la ansiedad y ahorra tiempo. Bondades que también tienen sus efectos en el terreno la gestión empresarial, así que muchas compañías han empezado a trabajar decididamente para ganar simplicidad, ya sea mejorando el diseño de sus procesos, focalizando su portfolio o clarificando su estructura.
La simplificación empresarial tiene básicamente dos dimensiones: la interna, que afecta a todos los mecanismos de funcionamiento del propio negocio, y la externa, que se refiere a las características del surtido de productos o servicios que se decide ofertar. Aunque ambas están relacionadas, varios estudios aseguran que la simplicidad interna puede mejorar la productividad hasta un 50%, mientras que la externa aporta un incremento en la fidelización de clientes cercano al 10%.
Pero la simplificación no es tarea fácil, sino que requiere talento y dedicación. Steve Jobs, fundador de Apple, una de las compañías que mejor ha integrado la simplicidad en el negocio, aseguraba que “lo simple puede ser más difícil que lo complejo”. Lo mismo que decía unos siglos antes Leonardo da Vinci: “La simplicidad es la máxima sofisticación”.
Simplificar tiene que ver con encontrar la esencia y rechazar lo superfluo, así que hay que conocer muy bien todos los elementos implicados. Si Pau Garcia-Milà puede hacer vídeos tan concisos es porque domina a la perfección los conceptos que explica. Consigue ser simple sin caer en la simpleza. Por el contrario, la falta de competencia suele ser la máxima responsable de las presentaciones infumables, los procesos enrevesados o las organizaciones enmarañadas.
La simplificación es una cultura que debería empezar a fomentarse en la etapa formativa, rompiendo las viejas dinámicas que confunden calidad con complejidad (“el trabajo debe tener una extensión mínima de 20 páginas”) y preparando mejor para lo que de verdad se valora en el mundo real (“me lo tiene que explicar en un máximo de 60 segundos”).
Oriol Montanyà es profesor de la UPF-BSM