GameStop: ¿populismo o burbuja?

GameStop: ¿populismo o burbuja?

El movimiento en Wall Street de cientos de miles de pequeños inversores, animados por el lema de hacer pagar a la élite financiera sus desmanes desde la Gran Recesión en adelante, y que consiguió subir exponencialmente el precio de las acciones de la empresa GameStop e infringió multimillonarias pérdidas a varios fondos que habían apostado a que iba a suceder lo contrario, es ya la noticia estrella en el universo bursátil. Un escalofrío ha recorrido las espinas dorsales de muchos grandes inversores, acostumbrados a actuar en las bolsas sin oposición, acosando a sus víctimas con movimientos bajistas (ya saben vender mañana acciones que estarán más baratas de lo que hoy me pagarán por ellas), casi siempre con éxito.

También de buen número de ejecutivos de grandes empresas aspirantes a premios de muchos dígitos, según el alza de precios de las acciones en las bolsas. ¿Se imaginan las consecuencias de una acción como la de GameStop contra
los bonus estratosféricos? ¿O para abortar una operación de tiburoneo financiero, estilo oferta pública de adquisición (opa) no solicitada? Incluso ¿poniendo en solfa una fusión entre compañías, en la que los minoritarios de alguna de ellas considerase el precio ofrecido demasiado bajo?

Una mutación diabólica del capitalismo popular propugnado por la escuela económica de Chicago y Margaret Thatcher, la primera ministra británica durante los años ochenta. O en el caso español, el más tardío del aznarismo privatizador de grandes empresas de servicios, a caballo del cambio de siglo.

Una perversión, según sus virulentos críticos. Entre estos, una larga lista de operadores de bolsa, inversores institucionales, banca de negocios, ejecutivos de empresas. Todos profesionales, el establishment bursátil a gran escala. Para ellos es, pura y simplemente, capitalismo populista, que utiliza sin fundamento una retórica demagógica sobre la justicia y el reparto de la riqueza, tras la que laten el odio a los ricos e intereses inconfe-
sables.

El populismo, etiqueta muy a mano, que con demasiada ligereza se aplica para desacreditar lo que se sale del guion previamente establecido por quienes creen ver amenazada su posición. Especialmente en el caso que nos ocupa.

Para el establishment de las bolsas, se trata de un movimiento de capitalismo populista y de rencor social

Según este lado de la partida, sería la versión especulativo/bursátil del populismo político a lo Donald Trump. Ese al que, recordémoslo de paso, tanto ayudaron una parte notable de las grandes fortunas bursátiles norteamericanas, correspondidas, a su vez, con sustanciosas rebajas de impuestos y beneficios para seguir especulando en ese mercado durante el mandato de su protegido.

Esa visión, estigmatizadora y excluyente, desemboca en la exigencia a los reguladores, ahora sí, de que actúen de inmediato para evitar esos movimientos, sin duda conspirativos y coordinados. Los límites al mercado, cuando conviene.

Frente a ese relato, el romántico. El que cree que acciones como la de GameSpot, gracias a la agrupación de los pequeños inversores en torno a la red social Reddit (hasta 4,8 millones de usuarios), entrañan el amanecer de un nuevo sujeto condicionante del comportamiento del capitalismo. La fuerza de los pequeños accionistas, dotados ahora de nueva personalidad, superior a la suma individual de cada uno de ellos. Gracias a las redes sociales.

Nuevo sujeto económico que llega para bien, claro. Para impartir justicia, defendiendo al pequeño frente al grande. En suma que rescatará al inversor particular de las garras del operador profesional, ese que hace sus ganacias gracias a la ignorancia y con el dinero de los incautos que entran en el templo. El capitalismo popular de verdad, revivido, pese a vivir en una época de concentración de la riqueza.

Un escenario inopinado para estas batallas, sin embargo. Las bolsas son para el capitalismo el terreno preferido para la especulación. Desde siempre han fabricado tanto como han evaporado grandes fortunas. Ese ha sido su legado más notable a la historia de la economía. Las tablas de las manías, los pánicos y los cracs. No parece el mejor crisol para generar justicia social. De hecho, los defensores de esta, siempre han propugnado acotar la influencia de esa clase de mercados para evitar males mayores en el resto de la economía.

Los románticos ven una reedición mejorada del capitalismo popular de la mano de las redes sociales

Incluso es harto probable que los ahora entusiasmados inversores que han acudido en tropel a salvar a GameStop, una cadena de venta de videojuegos, consolas y aparatos electrónicos, acosada por los gigantes del comercio online que están haciendo su agosto con la pandemia, descubran que el precio de sus acciones están muy por encima de la realidad económica de la empresa.

A lo mejor la prosaica realidad acaba dejando al descubierto que el exceso de dinero con escaso rendimiento –consecuencia de las masivas inyecciones de los bancos centrales para hacer frente a la Gran Recesión, primero y a la pandemia, ahora– no solo empuja hacia la bolsa a los grandes inversores y financian la especulación de los fondos como los que atacaron a GameStop. En la corriente están siendo arrastrados millones de pequeños inversores, cegados por la exuberancia irracional de una bolsas que marcan niveles récord. Las burbujas son así, generan tal deseo de participar en la fiesta, con tanta intensidad, que incluso hacen olvidar a los afectados sus propias intenciones. Se puede participar sin salir de casa, hace ya tiempo. Pero ahora, además, gracias a las redes sociales, no es una cruzada solitaria, se puede flotar en la burbuja en manada, gratamente acompañado.

Una parte de esa masa que no quiere resignarse a quedarse sin lo que considera su parte está estos días íntimamente satisfecha, pensando que ha hecho una pequeña fortuna. Y batiendo en la arena de Wall Street, territorio hostil, a los grandes del mercado, los especuladores que siempre ganan a costa de los pequeños. En poco tiempo sabremos si ha sido así, una victoria, o acabará en triunfo pírrico. O incluso en desastre.

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