Los hijos del cava dan el golpe
Dinero | Burbujas amargas
El agotamiento de un modelo de negocio basado en los bajos precios y el cambio generacional sacude al sector
El cava se desgarra. De nuevo.
El Penedès, la Arcadia feliz de Catalunya, de prósperos agricultores y grandes viñedos, vivió el año pasado un auténtico terremoto con la venta de los dos líderes del sector, Freixenet y Codorniu, y empieza el año con una nueva herida: la salida de la Denominación de Origen Cava de nueve bodegas emblemáticas con la creación de Corpinnat. Dos crisis que son, finalmente, una sola: el agotamiento de un modelo de negocio basado en los bajos precios y el cambio generacional en las grandes empresas del sector.
Una nueva generación de cavistas impulsa Corpinnat para crear una marca de calidad alternativa al cava
Un viejo dicho castellano asegura que “donde no hay harina todo es mohína”. Y los hijos de los cavistas que crearon en 1986 la Denominación de Origen Cava, han afrontado la crisis del negocio apostando por la venta de la empresa (como los primos Raventós de Codorniu y los Hevia y Bonet de Freixenet) o por una radicalización hacia la “pureza” para alejarse del consumo de masas, que incluso llega a cuestionar el valor de la DO Cava. Un rechazo que empezó en 2012 Pepe Raventós, el nuevo director general de Raventós i Blanc que sacó a su bodega de la DO; que en el 2014 continuó Josep Maria Albet i Noya, presidente del consejo regulador de la DO Penedès, que impulsó la marca Classic Penedès a la que sumó su firma y otra quincena de bodegas. Y al que ahora se han sumado las bodegas de Corpinnat lideradas por Jaume y Xavier Gramona (Gramona), Ton Mata (Recaredo),y Toni y Paco de la Rosa (Torelló), Xavier Nadal (Nadal), Pere i Jesi Llopart (Llopart) y Marcel y Josep Sabaté (Sabaté i Coca).
El cava sufre desde el 2010 una atonía comercial que no se explica solo por la crisis económica que ha vivido en España, o por las connotaciones políticas por el “procés”. Desde 2010 el cava apenas ha incrementado un 3% las botellas vendidas, hasta las 252.500, porque la caída de las ventas en España (de un 3%) tampoco ha podido ser compensada por las ventas internacionales, que solo han crecido un 8,7%. Un frenazo en seco para un sector que en la primera década del siglo creció un 25% y que en los ochenta y noventa crecía a ritmos superiores al 50%.
Los accionistas que no están en la gestión y no reciben dividendos han forzado la venta de los grandes grupos
En términos económicos el deterioro ha sido incluso más severo, con un crecimiento de las ventas de apenas el 18% desde el 2010... inferior incluso a la inflación. Con una facturación de 1.149 millones de euros, los cavistas han mantenido las ventas, en términos nominales, pero solo a costa de una caída de márgenes.
Los accionistas, ricos sobre el papel, no han visto ni un euro de dividendos. Los que trabajan en la empresa familiar, desde luego, tienen un buen sueldo. Pero cuando ya hay muchos primos, es difícil dar trabajo a todos en puestos ejecutivos que justifiquen esos altos salarios. Y algunos accionistas tienen sus propias profesiones, lejos del cava, pero no quieren renunciar a que su patrimonio les dé un rendimiento económico que complemente su salario.
Un ejemplo paradigmático ha sido Codorniu: era hasta el año pasado propiedad de 246 accionistas de cinco ramas de la familia Raventós. El año pasado Carlyle compró el 68% del capital: aunque la presidenta, Mar Raventós, y el director general, Xavier Pagés, querían mantener la independencia de la compañía la presión de la mayoría forzó la venta: la compañía se valoró en 390 millones, de los que 90 millones correspondían a la deuda que asumía el nuevo comprador.
380 bodegas elaboran cava o vino base según los datos del Consejo Regulador, más del 90% en el Penedès
El líder de los vendedores fue Ramón Raventós Basagoiti, hijo de un exconsejero de Codorniu que en el 2006 rompió con la familia y compró Parxet y luego otras cavas más pequeñas para intentar volver a enfocarse en las gamas altas. Raventós Basagoiti ha acabado vendiendo también sus cavas a Carlyle, que le ha nombrado director general de Codorniu.
En Freixenet la revuelta que acabó con la venta del 50% la empresa al grupo alemán Henkell por 220 millones la encabezó el vicepresidente Enrique Hevia. Las tres ramas familiares (Hevia, Bonet y Ferrer) suman 12 primos accionistas, pero sólo los varones estaban empleados en la empresa, en la que habían entrado algunos de los miembros de la siguiente generación, como Diego Jiménez Hevia. Con una deuda creciente, de más de 300 millones de euros, y la matriz en pérdidas, el creciente poder de la rama Ferrer frente al resto de los minoritarios y la falta de dividendos dispararon el enfrentamiento entre los primos, que acabó en la venta.
En otras cavas, menos endeudadas o con el capital menos diluido, el descontento por la marcha del sector se centra ahora en el funcionamiento de la DO Cava, que a su juicio aboca al cava a ser un producto de identidad poco definida y de bajo precio.
“El pecado original del cava es que es la única DO del mundo que no está ligada a un territorio, sino a 159 municipios de zonas dispares de Extremadura, Requena, Rioja, Aragón y Catalunya, aunque su corazón sea el Penedès”, señala Carles Andreu, vocal del Consell Regulador en representación de las cerca de 180 bodegas más pequeñas, que fabrican menos de 500.000 botellas. “La etiqueta del cava no refleja esos orígenes tan diversos, de forma que es imposible saber qué hay dentro de una botella de cava”, asegura. A su juicio, además, las presiones de otras comunidades por aumentar la superficie de producción (con las ventas de cava estancadas el ministerio ha aumentado la superficie de viñas un 13% en los últimos cuatro años, hasta las 37.500 hectáreas) aboca al sector a una bajada del precio del vino base, que se trasladará al cava.
“El sector está controlado por tres grandes grupos, que suponen el 80% de la producción, y posiblemente tienen unos intereses muy diferentes a los de nuestras bodegas”, asegura Xavier Gramona, copresidente de Corpinnat, la marca europea de calidad autorizada por la UE a la que se han adherido Gramona, Recaredo, Torelló, Llopart, Nadal, Sabaté i Coca, Mas Candí, Huguet-Can Feixes y Júlia Bernet. Sus vinos habrán de ser de uva 100% ecológica, de variedades tradicionales, recolectados a mano, con crianzas mínimas de 18 meses (frente a los 9 meses que exige como mínimo para ser cava), con contratos a largo plazo con los viticultores y vinificados en la propiedad. Los nueve de Corpinnat representan apenas el 1% de la producción de la DO, frente a la mayoría de las ventas que suponen Jaume Serra, Freixenet y Codorniu, pero ya han logrado que el consejo regulador incluya parte de sus reivindicaciones en su agenda.
Xavier Pagés, exdirector general de Codorniu, fue elegido presidente del consejo el pasado verano, como independiente y con el apoyo de José Luis Bonet, presidente de honor de Freixenet, y en su programa destaca la voluntad de zonificar el cava, para que la etiqueta refleje el origen del vino, introducir el término “Premium” para las gamas más altas y endurecer los requisitos para definirse como Reserva y Gran Reserva (que son una crianza mínima de 15 y 30 meses). El anterior presidente del consejo, Pere Bonet, ya empezó en esta línea y logró que el ministerio aprobara en el 2018 la denominación Cava de Paratge Qualificat, para caldos de más de 36 meses de crianza embotellados en la misma propiedad. Bonet, además, impulsó los cavas ecológicos.
Pagés recuerda que la DO Cava “es la base de la riqueza del Penedès. Aquí el 80% del vino va a cava y tenemos 6.800 viticultores y 380 bodegas. Hay bodegas que salen, pero muchas que quieren entrar”. A su juicio, en la DO deben convivir distintas gamas de producto “como sucede en todas las grandes denominaciones, desde el Champagne al Rioja, con una estructura de pirámide, con grandes vinos en la cúpula y otros más sencillos para el gran público”.
Xavier Gramona defiende la importancia de establecer requisitos muy exigentes: a los fundadores del cava los llamaban en el Penedès “los puros” por defender el método tradicional, con la segunda fermentación en botella, cuando las grandes cavas fermentaban en vaso, con los espumosos “cremant”, como hace ahora el Prossecco y los espumosos del nuevo mundo. “La clave en el mundo del vino es la identidad, ser único. Y nosotros somos con el Champagne los únicos que producimos con el método tradicional. Y nuestras variedades autóctonas de uva también son únicas”. A su juicio, además, la etiqueta cava ahora resta. “Cuando se venden cavas a 2 euros el consumidor no entiende que otro pueda venderse a 100 euros” asegura, especialmente en los países europeos donde el cava se vende ahora a un precio medio más bajo que el Prossecco, un vino más sencillo y barato de producir.
Gramona, con todo, se muestra esperanzado de los cambios que anuncia el consejo regulador. “Nos gustaría que a largo plazo fuera posible que volviésemos”, asegura. Xavier Pagés también recalca que “todo lo que refuerce la unidad del sector será bienvenido”.
Los jóvenes impulsores de Corpinnat reflejan una sintonía en el Penedès más allá de las rivalidades de sus empresas. “Los que estamos ahí somos los que competimos en el mismo segmento” reconoce Gramona: pugnas por comprar nuevas fincas o por ganar nuevos clientes, que han dejado atrás por “sentido empresarial”. Esto ha permitido a los jóvenes, la mayoría con más de una década de experiencia en la gestión de las cavas, convencer a sus padres, que son aún los accionistas de las compañías, que dejen el Cava, aun cuando ellos fueron los fundadores de la DO Cava, los primeros miembros del consejo regulador, del Institut del Cava, de la Cofradía y de todas las instituciones que vertebran la vida del Penedès.