David Sheehan ha visitado alrededor de una docena de veces a Bernie Madoff en la prisión de Butner (Carolina del Norte). Espera no tener que volver.
“Es un sociópata”, dice en un reciente artículo del The Wall Street Journal. “No piensa que causara daño a nadie. En realidad creyó que su plan funcionaría, sólo que se le escapó de las manos y no pudo controlarlo”, añade.
Las autoridades han distribuido más de 15.000 millones de dólares entre varios miles de víctimas
Sheehan, de 74 años, e Irving Picard, de 77, descritos ambos como “abuelos centelleantes”, llevan un decenio inmersos en una misión de rescate. Son los dos fideicomisarios de la bancarrota a los que se les encargó judicialmente recuperar el máximo del capital que Madoff, el asesor de los ricos, defraudó a decenas de miles de personas en Estados Unidos y a lo largo del mundo.
El nombre de Bernie Madoff, octogenario y cumpliendo una condena de 150 años de prisión, ya es sinónimo del mayor timo y el masivo fraude mediante un esquema Ponzi o estafa piramidal. Este 11 de diciembre se cumple el décimo aniversario de su detención y del descubrimiento de “un agujero” cifrado en unos 64.000 millones de euros. Todo se precipitó cuando confesó el desastre a sus hijos, Mark y Andrew, ambos ya muertos. Mark, de 46, se suicidó en el 2010 (justo al segundo aniversario) y Andrew falleció por un súbito cáncer.
El objetivo es lograr en torno a 4.000 millones y esperan acabar la labor a lo largo del 2019
Una de las cuestiones que más fascinan pasado todo un decenio es que tanto Sheehan y Picard, por un lado, como el Departamento de Justicia, por el otro, todavía siguen recuperando dinero y devolviendo sumas a perjudicados.
A unos y a otros les queda terreno por recorrer para detectar más dólares extraviados por la avaricia del gestor y de la que otros sacaron ganancias.
Por ejemplo, la metodología de los fideicomisarios opera demandando a entidades, que pueden no haber hecho nada ilegal pero que recibieron pagos inapropiados, en especial, capital que pretendía ser la rentabilidad de una inversión y, con el esquema Ponzi, no era más que el dinero de otro cliente.
De los 17.500 millones de dólares que constaba en la reclamación judicial, Sheehan y Picard han hallado y repartido 13.300 millones. Según sus cálculos, esto significa una proporción de 75 centavos por dólar. Un logro remarcable si se tiene en cuenta que Picard esperaba recuperar de cinco a diez céntimos por dólar. Esta parece ser la cantidad habitual en casos de esquema Ponzi. Picard, que ha participado previamente en una decena de liquidaciones de este tipo, considera que ya han cumplido el 70% de su tarea.
Si esta vez ha aumentado el porcentaje de recuperación se debe, según su opinión, a que la estrategia de Madoff se prolongó durante décadas. Existe documentación que retrotrae a los años setenta y que prueban la trama.
La meta de alcanzar el 100% no es del todo realista, pero lo intentan. Este pasado noviembre comparecieron en un juzgado de apelación para tratar de subvertir la decisión de juez de primera instancia que les denegó el derecho a perseguir el dinero de Madoff en el extranjero. De ganar, la operación les llevará otros cinco años.
Mientras, el Departamento de Justicia distribuyó a principios de este mes 695 millones de dólares adicionales. Gracias a esta cantidad, el total repartido por esta vía asciende a 2.000 millones, distribuidos entre unas 27.000 víctimas a través del globo.
El objetivo es lograr en torno a 4.000 millones y esperan acabar la labor a lo largo del 2019. El fondo de víctimas de Madoff, que así se denomina esta iniciativa, recibió 65.000 peticiones de compensación de 136 países.
“El plan de Madoff devastó fondos de pensiones y de retiros, organizaciones de caridad o sin ánimo de lucro y de miles de individuos”, señala el fiscal Brian A. Benczkowski en el comunicado donde explica esa reciente entrega.
La diferencia entre una vía y otra es de definición. Los fideicomisos de la bancarrota acuden directamente a los titulares de cuentas, que pueden abarcar a numerosos inversores, en tanto que el Departamento de Justicia se centra en personas que perdieron su dinero, incluso si invirtieron directamente mediante un fondo.
Una de las lecciones extraída por Sheehan y Picard es que la gente no presta atención a sus estados de cuentas, no los leen. De haberlo hecho, se habría percatado que el gestor realizaba operaciones bursátiles en sábados, domingos o jornadas festivas. Muchos se rindieron al resplandor Madoff y la promesa de pingues beneficios. Esta es otra moraleja, sostiene Sheehan: “La codicia no se puede regular”.