El megagalerista parisino Emmanuel Perrotin, con sedes en siete países de tres continentes, ha donado, conjuntamente con algunos de sus artistas, 23 obras al Musée National d’Art Moderne-Centre Georges Pompidou. Valoradas en unos seis millones de euros, han sido seleccionadas por el director del museo, Xavier Rey, junto con sus comisarios, y son representativas de las distintas prácticas artísticas, nacionalidades y edades de los artistas de la galería. Serán expuestas en la cuarta planta del museo a partir de octubre, mostrando el amplio panorama del arte contemporáneo de los últimos veinte años. Con obras de artistas como Sophie Calle, Maurizio Cattelan, Elmgreen & Dragset, Jean-Michel Othoniel o el mismo Takashi Murakami, el galerista ha aclarado que con la donación no se han beneficiado de ningún tipo de bonificación fiscal y que, en cambio, sí ha pesado la condición de inalienabilidad de las obras en los museos franceses, que por ley les imposibilita venderlas.
Esta no es la primera donación que el galerista realiza a museos franceses, pero sí que es de largo la más relevante y supone un paso significativo en la historia de la galería. No hay muchos precedentes como este, más teniendo en cuenta que el presupuesto de adquisiciones del Pompidou es de 1,8 millones. Por todos es sabido que cuando las obras de un artista entran a formar parte de alguna institución como el Pompidou, su trayectoria y sus precios se revalorizan, pero lo que aquí no se cuenta es la dificultad de que este tipo de museos acepten las donaciones. Por experiencia sé de multitud de obras ofrecidas por artistas o marchantes a museos o colecciones que han sido “amablemente declinadas”, sea por no estar en línea con la institución, sea por no tener la calidad requerida. Bien pocas propuestas llegan a buen fin. En Barcelona tuvimos un caso interesante cuando la galerista Sílvia Dauder, de ProjecteSD, ganó en el 2014 el premio Arte y Mecenazgo a la mejor galería. Dotado con 40.000 euros, dedicó el importe a una acción “clara, contundente, útil y excepcional”: contactar con el Macba, el Reina Sofía y el Guggenheim de Nueva York para poner a su disposición una o dos obras de artistas de su galería que les interesaran. Y lo consiguió. Con ello reivindicó el apoyo de las galerías a los museos al tiempo que denunciaba la falta de apoyo de las instituciones públicas a la creación contemporánea. Toda una declaración de intenciones, como la de Perrotin.