Las grandes cooperativas resisten el golpe

En portada | La alternativa se consolida

Las empresas con la propiedad repartida a partes iguales entre los cooperativistas reivindican su modelo tras superar la covid y la inflación

mondragon en alta

Línea en una instalación de Corporación Mondragon

M.

La mayor cooperativa de España, Corporación Mondragon, le encanta a la prensa anglosajona. The New York Times dedicó un extenso reportaje a este modelo alternativo a la lógica capitalista, en el que, en vez de “una acción, un voto”, todos los cooperativista tienen el mismo poder de decisión. The New Yorker llegó a considerar que “este conglomerado industrial perteneciente a sus trabajadores sugiere una alternativa al capitalismo”. Y hace apenas unos meses, The Guardian decía de él que “sus 70.000 trabajadores muestran al mundo otra forma de ganarse la vida”. “En Texas o Kansas nos tomarían por comunistas”, bromea un trabajador del grupo en uno de estos reportajes. Parece que hay algo en España capaz de asombrar en el exterior más allá de los tópicos conocidos.

Jon Altuna, vicerrector de Mondragon Unibertsitatea –sí, Mondragon no es solo Eroski, Laboral Kutxa o Fagor, también tiene una universidad con cuatro facultades–, defiende la filosofía del “servicio público desde el cooperativismo” y la capacidad de estas empresas para crear ecosistemas productivos y de conocimiento. Su universidad fue el germen de un modelo de éxito que, “si algo ha demostrado, es que se encuentra enraizado y tiene capacidad de resiliencia”. Hay un “trasfondo humanista de principios y valores” capaz de superar las crisis económicas y sociales, afirma.

Según la asociación de economía social Cepes, en España hay unas 3.700 cooperativas que emplean a más de 175.000 personas. Mondragon, con más de 11.000 millones de euros de facturación anual y un ejército de trabajadores, es con diferencia la mayor, pero el 74% tiene que ver en realidad con el mundo del campo. Una decena logra facturar más de 1.000 millones de euros al año, entre ellas, el grupo valenciano de distribución Consum, la aceitera Dcoop o la farmacéutica catalana Fedefarma.

¿Y cómo les ha ido a estas particulares empresas gobernadas por cooperativistas tras la pandemia, el shock de inflación y las subidas de tipos? Juan Antonio Pedreño, presidente de Cepes, asegura que bien, y que en los últimos años “ha habido además una toma de conciencia sobre su función”. No solo han demostrado una vez más su resistencia frente a las crisis, sino que responden mejor al último cambio de mentalidad. “Los jóvenes apuestan cada vez más por modelos con compromiso que trascienden lo empresarial y que no se centran solo en el balance económico. Las cooperativas no se deslocalizan y son el modelo más democrático del mundo”.

En el último año, Mondragon y su centenar de cooperativas multiplicaron por 2,6 el beneficio, hasta casi 600 millones, y elevaron un 5% los ingresos, que rebasaron los 11.000 millones. Sus divisiones industriales aportan más de 5.000 millones a la facturación, el 75% en exportaciones. Ahora Pello Rodríguez acaba de asumir la presidencia para liderar un plan estratégico hasta el 2028. No todo han sido facilidades: Mondragon sufrió la caída de Fagor Electrodomésticos, el golpe de la pandemia y la salida de la constructora Ulma y del fabricante de ascensores Orona, ahora convertidos en cooperativas independientes.

Las cooperativas piden cambios legales para no quedar rezagadas en la fiscalidad

Desde Cepes, Pedreño avisa de que hay que cuidar el modelo. Una amenaza es la pérdida de atractivo fiscal de las cooperativas, que con la actual legislación de los años noventa llegan a pagar, en el caso de las cooperativas del trabajo, un 10% de impuesto de sociedades a cambio de realizar ciertas provisiones. La norma no se ha cambiado y, en este tiempo, han surgido fórmulas que permiten a empresas convencionales pagar incluso menos por el impuesto de sociedades. “Hemos perdido ventaja competitiva y no encontramos respuesta de Hacienda”, dice el presidente de Cepes, que pide también una nueva ley de Cooperativas.

El director general de Cooperativas Agro-alimentarias de España, Gabriel Trenzado, asegura que “el cooperativismo no solo está aguantando, sino que demuestra ser un modelo muy sólido en un sector complejo” como el agroalimentario. “Su base son las personas en el territorio”, lo que supone una respuesta al éxodo rural y a la falta de mano de obra. Sí aprecia cierta concentración en el sector –“el 20% de las cooperativas factura el 80%, y cada vez hay menos que hacen más y más que hacen menos”– y destaca del cooperativismo su capacidad para abordar inversiones a largo plazo.

Estas empresas son especialmente activas en un sector tan atomizado como el agrario y aportan el 65% de la producción en España

Los cálculos de Cepes son que el 65% de la producción agraria en España viene de más de 3.000 cooperativas que facturan casi 35.000 millones de euros al año y que representan el 12% del conjunto de la industria alimentaria del país, el 28% de sus ingresos y el 21% del empleo.

Ricard Espelt, investigador de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), destaca del cooperativismo aspectos como su resiliencia, su visión a largo plazo y su “perspectiva social y medioambiental”. “A nivel económico, la productividad también tiene que ser clara”, recuerda. En algunos casos, indica, las cooperativas reciben algún tipo de ayuda pública, y existe el riesgo de que “en un momento de auge de la extrema derecha” se pierda la “sintonía” con este planteamiento empre­sarial.

El cooperativismo no se acaba en el campo ni en los supermercados ni en la industria. El 15% de la población española reside en una vivienda promovida por una cooperativa, y hay 560 centros educativos gestionados por cooperativas en los que estudian unos 300.000 alumnos, o el 12% de la enseñanza concertada. En la sanidad, las cooperativas de médicos emplean a 35.000 personas y facturan unos 1.500 millones de ­euros. Podrían contabilizarse también las mutuas de seguros, que mueven 46.000 millones de euros al año y tienen cerca de dos millones de mutualistas, e incluso las cofradías de pescadores, que reúnen 10.000 embarcaciones y dan empleo a unas 35.000 per­sonas.

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