El estudio Digital News Report 2024 del Reuters Institute constata cambios tectónicos en el consumo, la creación y la distribución de noticias. Cambios que no sólo son tecnológicos y económicos, sino que en última instancia son sociales y culturales. Las causas son múltiples: el papel menguante de Facebook y X, la preferencia de los jóvenes por los formatos de vídeo corto, el cambio de foco de editores a creadores, la concentración en manos de actores que no reinvierten en los ecosistemas locales o la fatiga en las noticias. A todo esto aún cabe añadir la irrupción de las plataformas de IA generativa, con su insaciable hambre de datos y la competencia desleal con los creadores de información. Una de las conclusiones del estudio es el mínimo histórico en la confianza en las noticias. La proliferación de desinformación y fake news ha erosionado la confianza de los ciudadanos en las fuentes de noticias tradicionales. Un 59% de los participantes manifiesta que no confía en su capacidad de distinguir noticias reales de falsas. Contribuye el fenómeno conocido como “fatiga a las noticias” derivado del constante bombardeo de información, principalmente negativa, que lleva a los ciudadanos a desconectar por su bienestar emocional. La fatiga de noticias ha subido 3 puntos respecto al pasado año, hasta el 39%.
También han cambiado los hábitos de pago por noticias. Sólo el 17% de los encuestados de los países más ricos ha pagado por noticias online en el último año, lo que supone una dependencia excesiva de las fuentes gratuitas. En España, el gasto por persona y año ajustado a inflación en 2006 era de 70€; hoy es de 10. Lo que hace veinte años pagábamos por información hoy lo pagamos por entretenimiento con plataformas como Netflix o Spotify. No sólo pierden los profesionales de la información: perdemos todos. Veamos un caso de estudio.
Xavier canceló en 2017 una suscripción familiar centenaria a este diario porque consideraba que publicaba fake news . El desencadenante fue el desmentido de una noticia falsa donde el presidente Trump había relacionado terrorismo e inmigración: “Debemos mantener nuestro país seguro. Vean lo que está pasando en Alemania, echen un vistazo a lo que ocurrió anoche en Suecia”. ¿Qué había pasado en Suecia? Nada. Trump la había confundido con Sehwan en Pakistán donde sí hubo un atentado con 85 muertos. Xavier no sólo dejó de leer este diario: cualquier cabecera no nativa digital –de los mainstream media , en trumpista normativo– pasó a ser automáticamente sospechosa. El siguiente paso fue celebrar la “libertad recuperada” en Twitter cuando lo compró Elon Musk. Hoy, se informa principalmente a través de X y de Telegram “donde está la verdad que los medios te esconden”. No hace falta que les diga su posicionamiento sobre las vacunas y a quien votó en las europeas. El caso de estudio podría ser ficticio, pero salvo el nombre, todo es real.
Problema o solución
¿Y si la IA generativa en lugar de ser el último problema del antiguo modelo mediático fuera la primera solución del nuevo?
La naturaleza breve, fragmentaria y descontextualizada de los medios sociales hace que la opinión, la trifulca y la astracanada generen más atención que el dato, la argumentación o el matiz. Un vídeo corto de un candidato con una sierra mecánica cortando el gasto público se viraliza al instante; un debate razonado sobre el mismo tema entre dos economistas es condenado a las catacumbas de YouTube. Esta algorítmica perversa ha cambiado el foco de los editores a los creadores, que ven incrementada su repercusión gracias a los formatos en vídeo corto de IG, YouTube y TikTok. El resultado es que al receptor del mensaje le llega su opinión antes que información, si es que le llega. Los lectores de La Vanguardia supimos que el atentado en Suecia sólo había existido en la cabeza del presidente naranja; la gente que vio su clip en redes cree que la culpa fue de los inmigrantes.
A este panorama mediático debemos añadir la irrupción de la IA generativa. Grandes empresas ‘ingieren’ las noticias de los periódicos y las recombinan en extractos que después monetizan con sus servicios, a 20€ al mes la suscripción. Quienes leemos el NYT sabemos por una investigación del diario que OpenAI acabó todos los datos de internet en 2021. Como para entrenar a ChatGPT necesitaban más, crearon el modelo de audio Wishper para poder ‘ingerir’ contenido de YouTube . YouTube, que no permite esta práctica, no dice nada por no levantar la liebre: Google, su propietaria, también entrena así sus modelos. Precisamente el NYT ha llevado a OpenAI a los tribunales porque ha utilizado su contenido sin permiso. OpenAI dice que entra dentro del derecho de cita, el NYT alega que lo que ChatGPT genera compite con sus contenidos. Lo sabremos cuando el juez falle.
Pero ¿y si la IA generativa en lugar de ser el último problema del antiguo modelo fuera la primera solución del nuevo? Tim O’Reilly, el veterano editor, informático, licenciado en literatura clásica y defensor del software libre cree que la solución pasa por construir nuevos modelos de negocio en torno a la IA. Propone integrar el contenido generado por IA en los sistemas de pago para compensar así a los creadores. Este modelo reconoce el valor del contenido y asegura que los creadores reciban una compensación justa por su trabajo cada vez que se utilice en el entrenamiento de una IA. También propone que las organizaciones de noticias inviertan en IA con el objetivo de mejorar sus capacidades de creación y distribución de contenido. La IA puede ayudar a personalizar el contenido para los lectores, haciéndolo más atractivo y relevante, puede agilizar los procesos de producción y reducir sus costes. Sr. Director, ¿se imagina un canal de TikTok con vídeos generados a partir de artículos como éste e imágenes de los fotógrafos de La Vanguardia ? ¿O un podcast con el resumen de las noticias del día para escuchar a Alexa a la hora del desayuno o en el coche de camino hacia el trabajo?
Las cifras
Sólo el 17% de los encuestados de los países más ricos afirma haber pagado por leer noticias online en el último año
El futuro de la IA generativa y el de los medios de comunicación se está entrelazando tal y como se entrelazó cuando emergió la web. Se necesitan, y lo que haga cada uno influirá en el otro de forma significativa. La IA necesita la información de calidad de los medios si desea generar contenido relevante, los medios necesitan una parte de los billonarios beneficios de la IA para poder continuar haciendo periodismo e información de calidad. Es esto o la barbarie.