Confianza y economía

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Confianza y economía

Paco Umbral fue un polémico escritor que alcanzó cierto renombre a finales del siglo pasado. Lo que le catapultó de verdad a la fama fue su intervención en un programa televisivo conducido por la periodista Mercedes Milá. Era marzo de 1993. Como la tertulia no transcurría como el escritor esperaba, interrumpió a la presentadora y le dijo abruptamente que él había ido a hablar de su libro y que, en caso contrario, iba a abandonar el plató en aquel momento.

Hoy, amable lector, y sin que sirva de precedente, no voy a hacer lo mismo que Umbral, pero sí que me tomaré la licencia de hablar de mi libro, Confiar no tiene precio, que estará en las librerías antes del próximo Sant Jordi. No es una novela como las de Umbral. Es, naturalmente, un libro de economía y finanzas. Y, sin embargo, quiere ser un libro que se plantea preguntas poco habituales en economía. El subtítulo del libro es La confianza en el capitalismo y las políticas públicas y, puestos a sintetizar su contenido en una columna dominical, trata de dar respuesta a tres preguntas. La primera es ¿por qué es tan difícil generar entornos de confianza en las sociedades modernas? En segundo lugar, ¿cómo pueden las empresas ganarse la confianza de la sociedad? Y, finalmente, ¿por qué ha empeorado tanto la confianza de los ciudadanos en los partidos políticos y los gobiernos y cómo puede revertirse esta tendencia?

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Para que el libre mercado funcione bien es preciso que en la sociedad predominen los valores que cimentan la confianza social

Una idea central del libro es que para que el libre mercado funcione bien es preciso que en nuestra sociedad predominen los valores que cimentan la confianza social, como la veracidad y el respeto a los compromisos asumidos. Si esto no sucede, la enorme capacidad de generar riqueza del capitalismo puede verse contrarrestada por los efectos negativos del egoísmo y la codicia. Si la confianza es tan importante, ¿por qué no confiamos más en los demás? Una razón es que, aunque la confianza no tenga precio, ello no significa que no cueste nada. Cuando confiamos en alguien asumimos un riesgo. Nos puede decepcionar. Puede no cumplir con las expectativas que nos habíamos formado, aunque no lo haga de mala fe. De manera similar, cuando alguien deposita su confianza en nosotros, estamos asumiendo una responsabilidad. Como mínimo tiene un coste moral, puesto que tendremos que responder a las esperanzas que se han depositado en nosotros. La confianza, por tanto, no se da ni se asume con facilidad. Requiere generosidad. Una benevolencia que es imprescindible para el buen funcionamiento de la economía ya que compensa otras facetas menos positivas de la naturaleza humana.

Varios transeúntes en la última campaña de rebajas

Varios transeúntes en una campaña de rebajas

Alejandro García / Efe

La confianza, por último, también se viraliza, en positivo y en negativo. Si confiamos o aceptamos la confianza que en nosotros deposita un tercero, y esa confianza se ve reafirmada por los hechos, contribuimos a una dinámica positiva de confianza en la sociedad. Por eso es importante el comportamiento de cada uno de nosotros. Podemos actuar a favor, pero también en contra de la confianza.

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