Tatuajes artísticos

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Tatuajes artísticos

Algunas prácticas artísticas contemporáneas han complicado mucho lo que es la comerciabilidad de las “obras artísticas”. Con las disciplinas clásicas de las bellas artes todo era más claro, había consenso en el mercado, pero hoy uno no sabe muy bien qué valor económico otorgar a según qué tipo de intervenciones de los artistas. Ya con los inicios de la fotografía artística o el videoarte fue una tarea ardua. La reproductibilidad de las obras, más allá de lo que propugnaba Walter Benjamin en 1936, y la irrupción de lo tecnológico han acabado de complicarlo, pero si entramos en campos de experimentación o en disciplinas como las performances, donde el objeto que se comercia no es el acto artístico en sí mismo sino un archivo que deja constancia de algo etéreo, todo se vuelve más complejo.

Es la primera vez que un artista vende su propio cuerpo en vida como una obra de arte

Por no hablar de los límites éticos que deberían imperar en esta industria. ¿Cómo si no se justifica la polémica subasta de hace unas semanas en Christie’s en que el artista germanoaustriaco Wolfgang Flatz tenía previsto ofrecer fragmentos tatuados de su piel toda vez que estos iban a ser librados a los compradores cuando él falleciera? La venta finalmente se canceló tras declarar la sala de subastas que un coleccionista suizo compró por avanzado las doce piezas por una suma de siete cifras. Incluía uno del nombre del artista en cirílico y la cita de Cicerón “Dum spiro spero” (mientras respiro, espero). Osado, los mostró todos cuando se presentó desnudo en la Pinakothek der Moderne de Munich ante más de mil invitados que acudieron a su retrospectiva Something wrong with physical sculpture. La subasta benéfica frustrada de Christie’s se llamaba Arriesgar el propio pellejo, y en su web, hoy eliminado, la anunciaron como “una oportunidad única para adquirir una obra significativa de la historia del arte futuro, pues es la primera vez que un artista vende su propio cuerpo en vida como una obra de arte”.

El artista Wolfgang Flatz (1952) muestra sus tatuajes en la Pinakothek der Moderne de Munich

El artista Wolfgang Flatz (1952) muestra sus tatuajes en la Pinakothek der Moderne de Munich

Franziska Pietsch/P. der Moderne

La polémica previa que se generó sobre dilemas éticos probablemente hizo desistir a la sala de subastas. Y es que más allá de los esfuerzos de la normativa comunitaria y los estados miembros para evitar el tráfico de órganos humanos, a menudo la ley no contempla específicamente estas prácticas y quedan como una cuestión legal abierta. Pero la venta de piel humana, por muy tatuada artísticamente que esté por el mismo artista, despierta sensibilidades éticas y culturales por las que uno cree que debiera ser evitada.

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