Deberán esperar aquellos que aventuran el fin de la santísima trinidad del tenis, el cambio de tercio.
(La santísima trinidad del tenis: Novak Djokovic, Rafael Nadal y Roger Federer).
Si Rafael Nadal (37) porfía por regresar a escena –se plantea hacerlo a inicios del 2024, eso mismo ha estado contando en estos últimos días–, Novak Djokovic (36) es una leyenda empeñada en eternizarse. No regala nada, no deja nada para nadie, le importa poco dónde juega, o ante quién.
Si se mide a Carlos Alcaraz (20), el cachorro que le reclama el liderazgo mundial, entonces Djokovic le corta las alas (basta con revisar el encuentro de la víspera, el sábado, la semifinal en el Pala Alpitour).
Si juega en Italia y ante Jannik Sinner (22), italiano, lo aplasta.
El público turinés se pirra por Sinner, es su italiano, el primer transalpino en una final de las Nitto ATP Finals, pero Djokovic, en territorio hostil, se viene arriba. Lo hace desde el primer punto, desde el arranque de la final: a Djokovic ya no le basta con el récord de Grand Slams (24, tantos como Margaret Court). También quiere el récord de copas de maestros (sumaba seis hasta ayer, ahora ya tiene siete, uno más de los que había recogido Roger Federer).
Sin oposición
Sinner se derrite a los 38 minutos, cuando el serbio le rompe el saque por primera vez
En el ciclón Djokovic, Sinner es absorbido, zarandeado y lanzado desde las alturas. No va a haber clemencia esta vez: Djokovic no le va a dejar respirar, le va a impedir entrar en el partido, pues no quiere que se repita aquello que había ocurrido en la fase de grupos, días atrás, cuando había sido Sinner quien le zarandeaba y le hacía dudar de todo.
Ahora mismo, Djokovic es un genio encabritado, y ojo con la afirmación: la furia no le enerva, sino que le eleva. Tal y como arranca el partido, Djokovic echa a volar.
Djokovic firma dos aces en su primer juego al servicio, lleva cuatro en el segundo, y también lanza globos y puntos ganadores a 160 km/h, y Sinner mantiene el gesto hierático, es el hombre de hielo.
Aunque se derrite.
Sinner se derrite a los 18 minutos, cuando el serbio de los 24 Grand Slams, el tenista con más semanas en el liderato mundial en la historia del tenis, le rompe el servicio, y luego sigue acelerando y no le concede una sola opción de rotura, y cierra la primera manga en apenas 38 minutos, con siete aces en su estadística (por los tres de Sinner), muchos de ellos apuntando a la T, qué desespero, pobre Sinner y pobre hinchada italiana, que se deshincha.
Un ciclón de tenis
Por momentos, Djokovic encadena diez puntos; y cierra su victoria con trece aces
Los hijos de Djokovic (Stefan, de nueve años, Tara, de seis) asisten a la exhibición de su padre, padre que siempre ha soñado con esto, con lucirse ante sus pequeños.
“Siempre he querido actuar ante ellos, hacerles partícipes de lo que nos está ocurriendo”, confiesa el serbio, que ahora muerde a Sinner, le ha hincado el diente a la presa y no la va a soltar: tal y como arranca el segundo set, rompe el servicio del italiano, le rompe en blanco, y al instante firma otros tres aces (sumará trece al final del partido), incluso encadena diez puntos consecutivos, y Sinner asume su destino.
Acaso algún día sea maestro del tenis.
Pero hasta ahora, Djokovic ya lo ha sido en siete ocasiones.