Se crece Taylor Fritz (24), alto y flaco.
Se crece y echa a volar, y se perfila gigantesco en la Centre Court.
Su servicio es un látigo que se proyecta a más de 200 km/h (firma 19 aces al final del partido). Su derecha es poderosa y muy académica, muy a lo Zverev: golpea plano, veneno rebañando las esquinas.
El estadounidense se vuelve imperial, tanto, que sus compatriotas se estremecen en la grada.
Vocean:
-C'mon, Taylor!
¡Cuánto necesitan un nuevo rostro en su tenis!
En su día no funcionaron Mardy Fish ni James Blake, y hoy tampoco lo hacen Frances Tiafoe ni John Isner ni Reilly Opelka. Tanto tiempo ha pasado desde los días de Agassi y Sampras, también desde los de Roddick.
Qué larga travesía en el desierto.
Fritz y su 1,96m de estatura es su hombre, se dicen, y allí abajo el gigante acelera en el primer set, despliega un festival de maniobras que le permiten sumar cuatro juegos de un tirón y anotarse ese parcial.
A esas alturas, ya Rafael Nadal (36) se retuerce de dolor.
Ahora no es el pie izquierdo, sino el abdomen, un problema que ya había aparecido en su segundo partido en Wimbledon, lo había confesado tras derrotar a Berankis, y que ahora parece explotarle en la cara.
Qué cosa esta de Nadal, no hay manera.
Fritz asoma del otro lado de la pista y el manacorí juega condicionado, luchando contra sus demonios, y el cronista recupera aquellos días en Indian Wells, en primavera, cuando Nadal se disputaba el título ante Fritz.
Entonces le dolía la costilla.
Le dolía tanto que no podía soportarlo.
-¿Alguno de ustedes se ha roto alguna vez una costilla? ¡Duele mucho! -contaba el manacorí el lunes, tras superar a Van de Zandschulp.
Pues eso: entonces, la costilla estaba rota.
(y Fritz se había llevado el título)
¿Y ahora?
Ahora, Nadal se retuerce de dolor en el primer set y pide la atención del médico a mitad del segundo. A esas alturas, su servicio es una caricatura y Fritz, un monstruo que le machaca cuando debe pasar al segundo saque.
No ha sido fácil en absoluto. ¿Y el cuerpo? Algo no va bien en el abdominal, he tenido que buscar la manera de servir de otro modo. Por momentos no sabía si podría acabar el partido"
Se va el médico y tras él, Nadal, que desaparece por cinco minutos mientras Fritz deambula y el juez avisa:
-Nadal se ha ausentado por problemas médicos.
Tal vez otro se lo pensaría, tantos opinan lo mismo, pero Nadal está empecinado y vuelve a la pista, y ahora tiende un abanico de recursos sobre la hierba, quién lo hubiera dicho hace quince años, cuando iba loco persiguiendo los raquetazos de Paradorn Srichaphan o los de Gilles Muller.
Como pollo sin cabeza, correteaba sin sentido de aquí para allá.
Atención médica
Nadal se retorcía de dolor en el primer set y pedía la atención del médico a mitad del segundo; a esas alturas, su servicio era una caricatura
Hoy, Nadal no corretea sin ton ni son sobre el césped de Wimbledon, hoy se maneja con sentido y con intuición, al criterio de sus ojos y sus manos y de su sentido de la anticipación: Nadal lee los movimientos de Fritz, interpreta sus intenciones y el sentido de sus golpes. No puede ser de otro modo, pues Fritz golpea muy duro.
Nadal parece jugar al ajedrez, se templa, y con esas herramientas se apunta el segundo parcial.
El partido se vuelve tan intenso como impredecible, un juego de nervios y matices en el que Fritz parece desenvolverse mejor. Sigue volando su servicio, ya anda por los diez aces, cuando se apunta el tercer set y Nadal vuelve a llamar al médico.
El manacorí está acorralado, ¿podrá levantar esto?
Se revuelve, no acepta su sino, ¡las leyendas son caprichosas!
-Por tus cojones, vamos va -dice alguien en la tribuna.
Nadal rompe el servicio de Fritz en la reanudación del cuarto set, parece transfigurarse el decorado, pero el estadounidense no regala nada. No comete errores no forzados y exprime las debilidades del servicio de Nadal, condicionado por sus achaques. ¿Y qué? Nadal no se rinde.
¡No se rinde!
A las 3h08m de partido enlaza tres juegos seguidos y lleva el compromiso al límite: ¡hay quinto set!
Àlex Corretja tuitea:
-¿La enésima remontada de Nadal y acabará ganando?
Ahora, el miedo escénico se apodera de Fritz, que abre un diálogo consigo mismo, amenaza con arrojar la raqueta sobre la hierba, acaso cohibido, acaso desconcertado.
Ya no sabe qué hacer, no sabe qué pensar, siente el peso de la Nadalidad cayéndole a plomo en el séptimo juego: Nadal le echa atrás y le remata con una dejada y le roba el servicio. Fritz le devuelve el break, y el maratón desemboca en el super tie break, demasiado para las costuras del estadounidense, que se rompe y se derrite tras un rally de 25 golpes, el más largo del partido.
-¿Cómo lo he hecho? No lo sé -dice Nadal-. No ha sido fácil en absoluto. ¿Y el cuerpo? Algo no va bien en el abdominal, he tenido que buscar la manera de servir de otro modo. Por momentos no sabía si podría acabar el partido.
Nick Kyrgios, enfant terrible del tenis actual, espera a Nadal en las semifinales.
(en el otro cruce, Djokovic-Norrie)