Carlos Moyà se consagra ante Alex Corretja
Gestas españolas en París
El 7 de junio de 1998, en la segunda final entre jugadores españoles en la historia de Roland Garros, Carlos Moyà inscribió su nombre en el cuadro de honor
El 7 de junio de 1998, en la segunda final entre jugadores españoles en la historia de Roland Garros, Carlos Moyà inscribió su nombre en el cuadro de honor de los Campeonatos Internacionales de Francia al superar a Alex Corretja por 6-3, 7-5 y 6-3. Un approach de revés de Corretja que se estrelló en la red, desencadenó la caída al suelo de Moyà celebrando el momento Al incorporarse, se chocó con un sonriente Corretja que le abrazaó para felicitarle. Moyà lanzó acto seguido su raqueta a la grada, y escaló hasta el palco de sus técnicos e invitados para celebrar el título con ellos.
La entrega de la Copa de los Mosqueteros tuvo un toque absolutamente futbolístico, ya que le Federación Francesa de Tenis invitó a Edson Arantes do Nascimento ‘Pelé’ para el momento. Tras la ceremonia oficial, en el mismo podio, Pelé regaló dos balones del Mundial de fútbol que se iniciaba tres días después en París. Pelé aprovechó que Moyà dejó el trofeo en la mesa para recoger el balón, para levantarlo como si el hubiera ganado Roland Garros. Tras las risas, Alex Corretja no quiso perder la oportunidad, e intercambio una serie de cabezazos con el astro brasileño ante las sonrisas de los espectadores.
Pelé aprovechó que Moyà dejó el trofeo en la mesa para recoger el balón, para levantarlo como si el hubiera ganado Roland Garros
“No sé realmente explicar lo feliz que soy en este momento. Creo que todavía no lo he asumido porque, si hace unos días me comentan que iba a ser el campeón, me habría vuelto como loco”, dijo Carlos Moyà tras su victoria. “Espero no morirme ahora, pero si eso pasara lo haría en paz. Sé que debo disfrutar de este momento porque el tenis va rápido y es cruel, pero de momento estoy en una nube. Ganar es la hostia, el no va más y dedicó la victoria a todos los que me han ayudado y, en especial, a mis padres”, apuntó el balear.
Alex Corretja, que entró en la sala de prensa sonriendo y con un “vamos, chicos, que hoy es fiesta”, reconoció la superioridad de Moyà en la final. “En ningún momento encontré mi sitio en la pista. Hacía viento que me dificultaba el juego, pero el viento era para los dos. No pude desarrollar mi tenis, pero he de ser positivo y pensar que he estado en la final y me la ha ganado un amigo. Estoy feliz por él. Evidentemente, habría sido un sueño que la hubiera ganado yo, pero he de ser positivo y pensar que algún día podré intentarlo de nuevo”, explicó.
Alex Corretja, que entró en la sala de prensa sonriendo y con un “vamos, chicos, que hoy es fiesta”, reconoció la superioridad de Moyà en la final
Dieciséis meses después del ‘Hasta luego Lucas’ de Melbourne, tras la final de 1997 ante Pete Sampras en el Open de Australia que proyecto su imagen y su futuro internacional, Carlos Moyá llegó a París sin una gran regularidad en los torneos previos en tierra, pero si cumpliendo objetivos muy importantes. Al igual que Corretja, la primera parada fue especial y positiva, ya que en el Parque de los Miolinos de Viento de Porto Alegre, consiguieron derrotar al Brasil de Kuerten en una eliminatoria de Copa Davis que sirvió para vengar la derrota sufrida en Lleida un año antes frente a los cariocas.
Antes de Roland Garros, Moyà fue semifinalista en Estoril y en el Trofeo Conde de Godó
Antes de Roland Garros, Moyà fue semifinalista en Estoril y en el Trofeo Conde de Godó, en ambas ocasiones superado por Alberto Berasategui, para vivir un gran momento al imponerse en la final de Monte Carlo a Cédric Pioline, en una semana en la que derrotó a Thomas Muster, Hicham Arazi, Yevgeny Kafelnikov, Álex Corretja y Richard Krajicek. El sensacional momento de Monte Carlo se diluyó un tanto en las siguientes semanas, siendo derrotado en primera ronda en Hamburgo (Tommy Haas), en la tercera de Roma (Brett Steven), y jugando tres partidos en la Copa de las Naciones, cediendo ante Nicolas Kiefer y Karol Kucera, pero, al igual que en Monte Carlo, superando a Pioline.
Corretja, por su parte, tenía en su bagaje previo a París la final de Hamburgo, en la que lesionado se retiró en el tercer set ante Albert Costa, los cuartos de final en Mónaco ante Moyà, y las segundas rondas en Barcelona (Gaudenzi) y Roma (Alami).
El tenista mallorquín ahorró muchas energías en sus tres primeros encuentros en París, dejando fuera de combate, sin ceder un set, al francés Sebastien Grosjean, al español José Imaz, y al australiano Andre Ilie. Corretja, tras salvar sus primeros compromisos frente a Karim Alami y Fernando Vicente, se enzarzó en tercera ronda en una batalla épica, ante el argentino Hernan Gumy, de dos días de duración, cinco sets en pista con un 9-7 definitivo, y cinco horas 30 minutos para el libro de records.
Corretja, por su parte, tenía en su bagaje previo a París la final de Hamburgo
El balance energético de ambos protagonistas se equilibró durante la semana grande del torneo. Corretja tramitó su pasaporte para las semifinales con victorias en tres sets ante al australiano Jason Stoltenberg en octavos, el belga Filip Dewullf y en semifinales ante el francés Cédric Pioline, frustrando la gran esperanza del tenis francés por levantar un trofeo que se resiste aún en nuestros días desde que lo consiguiera Yannick Noah en 1984.
Carlos Moyá tuvo bastantes más complicaciones. Eliminó en octavos de final, en cuatro sets, al alemán Jens Knippschild, para librar en cuartos una sensacional batalla, también en cuatro sets, frente al chileno Marcelo Ríos. “He ganado al mejor jugador del mundo cuando juega como lo ha hecho en el segundo set. Sabía que mi opción para derrotarle pasaba por hacerlo todo bien arriesgando como nunca, porque si dejas el partido al ritmo que el impone corres el peligro de que haga contigo lo que quiera”, dijo Moyá tras el partido.
Moyá sigue pensando en la importancia de aquel encuentro. “Fue un partido clave en mi carrera, un punto de inflexión
Aún en nuestros días, con la perspectiva que dan los años, Moyá sigue pensando en la importancia de aquel encuentro. “Fue un partido clave en mi carrera, un punto de inflexión. Fue de los mejores partidos de mi vida. Conseguí ganar en cuatro sets, pero es el partido que me dio Roland Garros por la confianza que adquirí tras vencer a Ríos”, recuerda el mallorquín.
Y, en plena fiesta del tenis español, aquella misma tarde, sin hacer ruido, pero jugando con una enorme solidez, se clasificó también para semifinales Félix Mantilla, que derrotaba en cuatro sets a Thomas Muster, y que sólo había cedido otro parcial en su camino hacia las semifinales. “Hasta el viernes seguiré siendo amigo de Moyà”, dijo Mantilla con una sonrisa acerca de la semifinales ante su amigo. “Al menos, pase lo que pase, lo bueno es que habrá un español en la final. Esto es lo más importante que he conseguido en mi carrera, pero soy ambicioso. Pienso que será un partido durísimo”, concluyó.
Haciendo honor a sus palabras, Mantilla luchó y fue ambicioso, llegando a tener, con empate a un set, ventaja de 3-0 en el marcador. Pero Moyà, que reconoció que en ese momento “Félix me estaba volviendo loco”, salvó la situación y se impuso en cuatro sets para citarse con Alex en la final. “Creo que haber jugado una final en el Open de Australia me puede ayudar en la final. Si gano el domingo, me puedo morir tranquilo”, dijo Moyà. Corretja, por su parte aseguró que “he trabajado toda mi vida para un momento así”.
Aquellos tres últimos días en París cerraron una de las demostraciones más poderosas del tenis español en la historia de Roland Garros. Doblete en la final masculina entre Moyà y Corretja, más la semifinal de Mantilla, se encadenaron a la tercera Copa Suzanne Lenglen que lograría el sábado Arantxa Sánchez ante Monica Seles, y la clasificación de un joven llamado Carlos Ferrero para la final júnior.