Solo le faltaba un escalón para cerrar dos semanas fabulosas, pero Garbiñe Muguruza se quedó hoy a las puertas del título en el Open de Australia, víctima de una combinación de nervios de su parte y juego brillante de su rival.
La estadounidense Sofia Kenin, desde este sábado la número siete del mundo, se impuso 4-6, 6-2 y 6-2 a una Muguruza que será 16 este lunes, aunque es probable que la frustración por la oportunidad perdida no le permita disfrutar del gran salto desde el puesto 32 que ocupa actualmente.
Lo de Kenin es sorpresa, pero no sorprendente: siete de las últimas campeonas de Grand Slam en el circuito femenino fueron debutantes en esas lides. Y, dato de la historia, el título de Australia se le sigue resistiendo al tenis femenino español, que sí sabe lo que es ganar en París, Londres y Nueva York.
En el final de dos semanas de tiempo extraño, mucho más fresco de lo habitual en enero, el torneo se sacudió el viernes con temperaturas de 43 grados, pero hoy se cerró el techo del Rod Laver Arena ante la lluvia que cayó durante prácticamente todo el día en Melbourne.
Si minutos antes de ingresar al estadio se podía ver a Kenin calentando en el gimnasio y riendo y haciendo bromas con su padre, Muguruza caminaba por los pasillos del Rod Laver con una seriedad mortal. Conchita Martínez le hablaba y ella escuchaba sin decir palabra.
Llamativamente, los nervios no fueron de la joven debutante en una final, sino, claramente en el inicio, de una Muguruza que entró un tanto rígida al partido. De todos modos, ya en el tercer juego había tomado ventaja al quebrar el servicio de Kenin para adelantarse 2-1. Pudo ampliar a 5-2, pero Kenin es una luchadora y no se asusta: se recuperó de un 0-40 con su servicio y redujo las distancias a 3-4.
Estuvo más nerviosa la veterana que la debutante
Muguruza, aún con bolas nuevas que incrementan hasta en siete kilómetros la velocidad del servicio, no pudo liberarse de su tensión en el juego siguiente: falló un revés, falló una derecha y cometió dos dobles faltas para entregar el juego y la igualdad en cuatro. Así y todo, la española reacconó bien, buscó mandar en el siguiente juego y lo ganó sobre el servicio de Kenin, que lanzó un grito de enojo al estrellar la derecha final en la red.
Llegó el primer set point para la española, pero la derecha a mitad de pista se quedó en la red. Segundo set point y la que falla una derecha es Kenin: 6-4 para Muguruza en 52 minutos, grito de desahogo y puño apretado.
Un rato más tarde, el “¡vamos!” que reverberó hasta el techo cerrado del Rod Laver Arena fue de Kenin, que progresivamente se iría transmutando en una especie de mini Rafael Nadal femenino, un detalle que no sería menor y tendría influencia en el desarrollo de la final. Una sucesión de gritos y puños apretados terminó dándole el juego y una ventaja de 3-1 y su servicio.
Poco después, Kenin tenía ya una ventaja de 5-2, y además de seguir apretando puños y gritando “¡vamos!”, un hecho destacaba por sobre todo lo demás: casi no cometía errores, la pelota entraba siempre. Y entró la derecha, sobre la línea, para que se llevase el set por 6-2. Con puño apretado, por supuesto.
Y así siguió Kenin en el tercer set, pegándole con el alma, pero también con ángulos e imaginación, a la pelota. Ya no habia dudas de que el de hoy no era el día de Muguruza, lo que no significaba que no pudiera ganar. Los fallos, con pelotas que botaban varios centímetos fuera de las líneas, hablaban de una tensión que se había apoderado de la ex número uno y de su imposibilidad de controlarla. Para peor, la iniciativa ya no era suya, sino de Kenin.
En el tercer set, Kenin le pegó a la bola con el alma, pero también con ángulos e imaginación
Fue recién cuando defendió su saque para 2-2 que Muguruza volvió a ofrecer señales positivas. Un ace, ua buena volea, una serie de buenos ángulos y el grito de “¡vamos!” con puño apretado, para no ser menos que la estadounidense.
Comenzaba a darse cierto juego de intimidación cruzado. ¿Tú me gritas ‘¡vamos!’? Yo te grito más fuerte. Nada mal como coreografía para el set definitorio de una final.
Apelando cada vez más a un revés paralelo ganador, Kenin se convertía aceleradamente en jefa de la final. Muguruza buscaba calmarse respirando hondo, pero la tranquilidad no llegó, como lo demostraría la doble falta que cometió para entregar su servicio y darle una ventaja de 4-2 a Kenin. El sueño de sumar el título de Australia a los trofeos de Roland Garros y Wimbledon que ya tiene en sus vitrinas se alejaba.
Desatada, Kenin metía derechas y reveses fulminantes a las líneas, y hasta se atrevió con un side-spin de derecha que desconcertó a Muguruza y la obligó a correr desarmada hacia la red para encontrarse con un misil que la pasaba por la izquierda a continuación. El panorama, a esa altura, era desolador para la española.
El final fue un anticlímax impropio del partido. Una nueva doble falta -la octava que sumaba en el partido- enterró las ambiciones de Muguruza y elevó a Kenin hasta alturas inesperadas hace dos semanas. La española, sin dudas devastada por la derrota, tuvo la presencia de ánimo de cruzar la red y darle un generoso abrazo a su vencedora, que se tomaba la cara sin poder creer aún lo que acababa de lograr.