Hay algo de clandestino en estos Mundiales Short Track que se disputan en el Cubo, un pabellón multiusos de Nankín.
La ciudad es enorme, con sus nueve millones de habitantes, es una más entre las enormes ciudades chinas, y sin embargo la pasión no despega en las gradas, más bien desabridas con el atletismo, cosas del costumbrismo: salvo en los tiempos del controvertido Ma Junren, los atletas nunca fueron santos de la devoción china.
La cita llega con retraso y a destiempo (debía haberse disputado en marzo del 2020; la pandemia lo mandó todo al garete), las pruebas se disputan a deshoras occidentales, con rondas clasificatorias en la madrugada española y finales a mediodía, y los atletas se declaran saturados, en especial los europeos.
Muchos de ellos han optado por contemporizar.

Armand Duplantis, este sábado en Nankín
Algunos de los que habían competido en Apeldoorn (Países Bajos), hace apenas quince días, ya no han volado a China.
Otros han especulado con los esfuerzos: Mondo Duplantis (25) nunca estuvo en los Países Bajos, pero se luce en China.
Sin esfuerzo aparente supera el 5,70m a la primera (le sobran treinta centímetros; para entonces, un abanico de rivales ya se retuerce allí arriba, se quedan fuera los dos pertiguistas franceses, Thibaut Collet y Baptiste Thiery).
Y luego supera el 5,90m a la primera también, sigue atormentando y maravillando a sus rivales, todo ello a la par, y luego supera los 6,00m, y ya suma cien competiciones por encima de una barrera prácticamente imposible para cualquier otro mortal, con la excepción del griego Karalis, que también sortea esa frontera y el 6,05 y le planta cara, este sí, pero de aquí no pasa.
A la segunda, Duplantis franquea el 6,10m.
Y luego sube a 6,15m.
Y cuando pasa ese listón, ahí se despide.
Esta vez, no regala ningún récord del mundo.
(...)
A diferencia de Duplantis, otros juegan en la liga del estajanovismo: estos lo compiten todo, se dejan el pellejo una y otra vez.
Y a ellos, Nike, la diosa de la victoria, les concede sus parabienes.
Jakob Ingebrigtsen (24) caza aquello que no tenía, qué sorpresa, aún contaba deudas pendientes. Campeón olímpico, campeón mundial, multicampeón europeo (doblete en Apeldoorn, hace quince días, 26 podios internacionales en total), multiplusmarquista del mediofondo, el coloso noruego recoge su primer título mundial en sala: sí, tenía una deuda pendiente.
Ingebrigtsen firma 7m46s09 en el 3.000, antesala de la final del 1.500 que disputa este domingo, pero el hito no le viene regalado, pues Berihu Aregawi le discute el oro hasta los cuadros. La lucha es apasionada y, por instantes, incierta: hay muchos gallos en el corral e Ingebrigtsen no consigue tomar el liderato a falta de 500m. Aregawi le planta cara.
Cuando el noruego sube a la cabeza, el etíope maniobra y toma la cuerda y acelera, y así es como el noruego entiende que tendrá que exprimirse. Diablos, hay que pelear (y no podrá especular, guardarse algo para el 1.500). Ingebrigtsen agarra el rebufo del ligero etíope y toma aire, la batalla va a ser intensa, y solo se resuelve en la última recta, cuando Ingebrigtsen saca una marcha más y doblega al etíope de plata, que es más fondista, más rutero, tras un último mil en 2m23s y un último 400 en 54s42.
Y mientras se gustan Ingebrigtsen y Duplantis, también se gusta Ana Peleteiro (29), la triplista gallega que siempre está ahí. Nueve grandes podios internacionales luce ya, es una clásica en el mundo del deporte, tan intensa luce en el pasillo como en sus redes sociales.
Peleteiro, la española que nunca falla (el suyo es el primer podio español en Nankín; el bronce de Fátima Diame, segunda medalla, irrumpe en la madrugada del sábado al domingo), se golpea el rostro, vocea antes de cada intento y su grito sobrevuela el lugar, la leona del pasillo la llaman algunos, arranca y pam pam pam. Los suyos son saltos fiables (rondan los 14,20m), siempre limpios, similares unos de otros, pero no la llevan hasta el oro.
En su primer vuelo, Leyanis Pérez, cubana como Liadagmis Povea, oro y plata ambas, se va hasta 14,93m y ya marca el territorio: esa es la mejor marca mundial del año y le basta (la cubana no registra un solo salto válido más).
Y hasta ahí, Peleteiro no llega.
–Me dolía una rodilla. He estado luchando contra los monstruos –dice luego.
Se queda un paso por detrás, en 14,29m (marca ese registro en dos ocasiones), y se abraza a las cubanas y también lo celebra con su marido, Benjamin Compaoré, el francés que lo da todo por su mujer, pues junto a ella se mudó hace unos meses a Santa Uxía de Ribeira, y a ella le dedica sus conocimientos como técnico y su compañía en la paternidad.