La pelea se gana o se pierde allí afuera en la calle, antes de que me vean bailar bajo estas luces
Muhammad Alí
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Vamos a admitirlo. Nos va el morbo.
Si dos discuten, nos asomamos al balcón, escuchamos y opinamos (mejor no bajar al ruedo, intervenir nos convierte en colaterales).
Lilly King y Yulia Efimova llevan años discutiéndose, y la historia genera debates, pues suele reaparecer en Mundiales y Juegos Olímpicos.
Lilly King (24) y Yulia Efimova (29), las dos mejores bracistas de los últimos seis años, discuten porque la segunda, representante del Russian Olympic Committee (ROC), lleva a cuestas dos sanciones por dopaje (si bien había sido absuelta del segundo, por meldonio), y porque King se erige en defensora de la lucha contra los tramposos.
Me gusta ser la última en subirse a la plataforma de salida, saber que las otras me están esperando porque yo lo quiero"
Lo que pasa es que, en su lucha, King se muestra vehemente. Señala con el dedo. O mira fjiamente a Efimova en la cámara de llamadas.
O proclama:
–No nado con tramposas.
Esa forma de ser disgusta a las rivales. Para muchas de ellas, Lilly King es una bad guy.
“Me gusta ser la última en subirse a la plataforma de salida, saber que las otras me están esperando porque yo lo quiero. Me gusta ganar las carreras antes de que se disputen –dice King–. Y si me consideran una mala chica en la piscina, lo prefiero. Porque quiero que me teman. Saber que las rivales sienten todas esas emociones en los instantes previos a la carrera más importante de sus vidas me hace sentir muy bien conmigo misma. Me da poder”.
Efimova está del otro lado. Ha sido la gran rival de King. Pero no se engañe, lector. También es una bad guy .
Cuando Efimova aparece en las piscinas, también todo se revuelve. En Río 2016, se había llevado sus abucheos. En los Mundiales de Budapest, al año siguiente, lo mismo:
–Boooo, booooo.
(En realidad, eso no ha ocurrido en Tokio: aquí no hay público, solo técnicos, periodistas y compañeros de la Villa).
“Si me silban, me divierto mucho más”, dice Efimova.
Y si le silba Lilly King, lo entiende: ambas llevan ocho años peleándose a brazadas.
(...)
A los cronistas nos gusta jugar con estos conflictos: de las rivalidades nacen reportajes. Se ha escrito sobre los duelos entre Popov y Gary Hall jr. O entre los Phelps-Lochte. O, en Tokio, entre Titmus y Ledecky.
Hasta ahora, Lilly King había ganado todas sus finales de 100 m braza desde el 2015. La última en derrotarla había sido Efimova.
Se aventuraba un nuevo duelo en Tokio, aunque eso no se ha producido porque de súbito ha aparecido Lydia Jacoby.
Se trata de una adolescente de 17 años que viene de Alaska (es la primera nadadora olímpica en la historia de ese Estado) y no contaba en ninguna quiniela.
Imponiéndose a ambas (1m04s95), Lydia Jacoby se ha llevado el oro y los focos.
King ha tenido que conformarse con el bronce (1m05s54) y Efimova, cuya carrera languidece, con el quinto puesto.
Visto en perspectiva, las trayectorias de todas ellas andan en diferentes sentidos.
Efimova, con sus tres podios olímpicos (uno en el 2012 y dos en el 2016) y sus seis títulos mundiales, se apaga.
King, que también disputará los 50 y los 200 braza en Tokio, pretende recuperar el control de la disciplina.
Y Jacoby dice que ella ha llegado para quedarse.
“Aunque todo esto es muy extraño –dice–: para mí, que vengo de un pequeño club de un pequeño Estado, es demasiado”.