Muros de diversa naturaleza separan Estados Unidos de México, zonas israelíes y palestinas en Cisjordania, barrios católicos y protestantes en Belfast, territorio español del marroquí en Ceuta y Melilla, y también Inglaterra del País de Gales. Este último lo hace concretamente en el hoyo cuatro del campo de golf de Llanymynech, que tiene un pie en cada una de las dos naciones, con el drive de un lado de la frontera y el putt del otro.
Esta singularidad había sido hasta ahora una anécdota sin mayores consecuencias, ni deportivas ni mucho menos políticas, pero que había dado sin embargo una naturaleza mítica al campo, y hecho que jugadores de todo el mundo se desplazaran hasta este rincón del planeta, como lo hacen para ir a Augusta, Saint Andrews, Seagrass en Florida, Oakmont en Pennsylvania, Cypress Point en California o Pine Valley en New Jersey. Con el coronavirus la cosa ha adquirido una dimensión diferente, porque las reglas del desconfinamiento varían en los dos países. Boris Johnson ha autorizado ya a pescar, jugar al tenis y al golf (aunque con sólo otra persona), pero el Gobierno autónomo de Cardiff todavía no lo considera oportuno.
Quince de los hoyos son ingleses, dos son galeses, y el restotiene dos pasaportes y doble nacionalidad
El nombre del club de golf es galés ( llanymynech quiere decir “iglesia de los monjes”), pero está registrado en el condado de Shropshire (Inglaterra). El tee-off (golpe inicial) de los primeros cuatro hoyos es en territorio galés, pero en el green del cuarto se entra en Inglaterra, y el putt (golpe para embocar la bola en el agujero) se encuentra ya en ese país, del que ya no se sale más que para el drive del séptimo, y para tomar las cervezas o whiskys de rigor después de ganar o perder. Fue fundado en 1933 y tiene 460 socios.
Las autoridades de Londres y Cardiff decretaron el lockdown –como se llama aquí al confinamiento– al mismo tiempo, pero la pandemia ha desatado las tensiones territoriales también el Reino Unido. En Inglaterra las presiones económicas han impulsado a iniciar ya la reapertura, mientras que escoceses, galeses y norirlandeses piensan que es demasiado pronto, y han utilizado sus prerrogativas autonómicas en materia sanitaria para desmarcarse del Gobierno central. En el caso del País de Gales, dada la enorme porosidad de la frontera, su primer ministro, Mark Drakeford, ha amenazado con patrullarla si es necesario para hacer cumplir las reglas.
En teoría, a lo largo de la semana era legal jugar en los hoyos ingleses de Llanymynech, ilegal en los galeses, y en los de doble nacionalidad no estaba claro, por lo que sus responsables optaron por que permaneciera cerrado. En vista de la confusión, Cardiff ha decidido que a partir del lunes los campos de gol que lo deseen puedan abrir al público, para que la gente juegue sola o con otra persona que viva bajo el mismo techo (no un amigo), y manteniendo siempre la distancia social de dos metros. Pero en Gales continúa en vigor la prohibición de desplazarse en coche por motivos de ocio, de modo que la reapertura del club sólo va a beneficiar a quienes puedan acceder a sus instalaciones a pie o en transporte público. Cruzar la frontera con ese propósito no está autorizado, y la inmensa mayoría de socios son ingleses.
El golf es uno de los primeros deportes que van a regresar a la actividad, no sólo en Europa sino también en Norteamérica. El tour profesional de la PGA tiene prevista su reanudación el 11 de Junio con un torneo en Fort Worth (Tejas), con medidas de seguridad muy estrictas, como que sólo los caddies puedan tocar los bunkers y banderas, que entre hoyo y hoyo habrán de desinfectar. Los propios competidores sacarán de la bolsa sus palos. Sólo un máximo de 400 personas tendrán acceso a los campeonatos, y habrán de rellenar un cuestionario médico, ponerse el termómetro y someterse a un test, de cuyos análisis se encargará un laboratorio local para que los resultados sean más rápidos. Cualquiera que dé negativo entrará inmediatamente en cuarentena, y si se trata de un jugador será eliminado. Los apretones de manos, estrictamente prohibidos. A todo el mundo se le pedirá que coma en sus hoteles, en vez de ir a restaurantes locales. El principal problema logístico lo plantean los desplazamientos, y los organizadores van a fletar tantos vuelos chárter.
En Estados Unidos hay 16.000 campos de golf (una cuarta parte de ellos privados), y un 88% se encuentran abiertos. Gran Bretaña tiene registrados 3.000, muchos de los cuales llevan tiempo perdiendo socios –200.000 en la última década– y en apuros financieros. Se trata de una industria que mueve 5.000 millones de euros al año, y sus responsables ven en el coronavirus una oportunidad de cambiar el foco del negocio, dirigiéndolo hacia las familias.