Messi ya tiene lo que se merece

La prórroga

Messi ya tiene lo que se merece

Se venía hablando de justicia divina para reivindicar lo mucho que se merecía Leo Messi la Copa del Mundo, pero al final fue el hombre, y no Dios, quien tuvo que ver con el agónico y monumental triunfo que venía reclamando el número diez del mundo desde que salió de Rosario. 

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Messi, con el trofeo de campeón l

Friedemann Vogel / EFE

Ya con 35 años, como si se hubiera esperado al final de su carrera para hacerla más memorable, le acompañaron en su bellísimo trance sus compañeros argentinos pero también los franceses, quienes, liderados por un extraordinario Mbappé, elevaron la obra hasta cotas poco vistas antes en una final de un Mundial.

 Messi agarró el trofeo dorado tras un partido que confirmó y sublimó el fútbol como entretenimiento único y universal. El legado de Messi ya era enorme, ahora es inabarcable e inalcanzable. Le faltaba el Mundial y lo tiene. No hay competidor posible ante tanto botín.

No hubo justicia divina, el espectáculo fue el de un hombre haciéndolo todo por ganar y lográndolo

No, no fue justicia divina. El penalti del 1-0 lo marcó Messi con su humanísimo pie izquierdo, como también el de la tanda posterior a la prórroga, de tránsito parsimonioso en medio de una histeria que condensaba el aire, sin auxilios sobrenaturales sino a base de una mentalidad hecha de piedra y un talento innato. Tampoco se movieron los hilos desde las alturas para que el contragolpe colectivo del 2-0 argentino sonara como una sinfonía, ni cuando Mbappé acomodó su cuerpo contorsionándolo para darle al balón la potencia y la precisión que requería el gol que tenía en la cabeza y acabó logrando. Démosles a los futbolistas todo el mérito de sus acciones. Por sus miles de entrenamientos.

Todos los creyentes rezan a sus dioses y si fueran estos consecuentes con sus plegarias en el fútbol no existirían las derrotas. Pero no lo son. Igual tira el penalti Dios y lo falla, que el mundo le ha salido un pelín defectuoso.

El tercer tanto de Argentina tampoco requirió de cables invisibles ni descendió un ser celestial para convertirlo en materia: lo hizo Messi combinando con Lautaro como los ángeles, aunque sin echar mano de ellos, rematando la jugada con el alma y la bota derecha, que esas sí que juegan.

Ni siquiera Diego Maradona les iluminó, Messi y sus compañeros se iluminaron solos

A Messi lo que es de Messi. Y a Argentina lo que es de Argentina. Ni siquiera Diego Maradona les iluminó, Messi y sus compañeros se iluminaron solos. Con un partidazo, vejando en la primera parte futbolísticamente a una Francia demasiado refinada que salió a esperar pese a contar con grandes futbolistas. Argentina castigó severamente esa puesta en escena. Se lo creyó y no especuló como su rival. Scaloni metió a Di María, excelente, formando un 4-3-3 valiente y afiladísimo. Deschamps sustituyó a dos de sus jugadores en el minuto 41. Los humilló en una final de la Copa de Mundo, se saltó los códigos, especialmente con un veterano que le había sacado de más de un apuro como Giroud. Igual debió el técnico sustituirse a sí mismo.

Hubo revolución francesa, meteórica y radical, pero no hasta el punto de guillotinar a Argentina, una selección que se mueve en terrenos agónicos como si se encontrara a gusto. Cómo explicar sino la parada del 'Dibu' ante Muani. No lo hagan por favor a través de explicaciones místicas. Sacó el pie con una elasticidad entrenada.

Después de ver a Messi bordarlo como enganche, una bonita palabra con la que designan los argentinos al que juega por detrás de los delanteros, después de otear desde ahí el territorio y departir una lección futbolística para la historia, le fallaron a Messi las fuerzas pero no el compromiso. Y lo dio todo para ganar. Piel, huesos y hasta el último aliento. Todo extremadamente humano.

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