Por si sirve de consuelo a los culés desanimados, siempre hay alguien que lo pasa peor. Si el Barça ha caído a la cuarta posición de la Liga, el orgulloso y legendario Santos de Brasil se ha hundido literalmente en la miseria, bajando al pozo sin fondo de la segunda división (serie B) por primera vez en 111 años de historia.
Si el himno azulgrana dice tot el camp és un clam som la gent blau-grana, el del Santos afirma que el club “es la causa de toda mi alegría, de todas mis lágrimas y la emoción, y la bandera que ondea en el mástil, representa la historia, un glorioso pasado y presente”. Glorioso pasado sin duda, sobre todo en las décadas de los cincuenta y sesenta. Entre 1961 y 1965, el equipo ganó cinco títulos nacionales consecutivos, siete estatales, dos Copas Libertadores y dos Intercontinentales, dedicándose además a recorrer el mundo, desde Tailandia a Massachusetts, haciendo partidos de exhibición. Brasil era lo mejor del fútbol, y los peixes (peces), lo mejor de Brasil.
De todos los grandes equipos brasileños, ya sólo el São Paulo y el Flamengo han estado siempre en primera
El Santos ha sido además una de las grandes canteras de la canarinha, la selección nacional, aportando figuras excelsas como Pelé, Zito, Coutinho, Pepe, Clodoaldo, Carlos Alberto, Mauro Ramos... Siete de los integrantes del equipo que conquistó el mundial de 1962 procedían de Vila Belmiro, el pequeño estadio con capacidad para 16.000 aficionados donde los blanquinegros juegan los partidos de casa en la población costera de su mismo nombre en el estado de São Paulo.
El Santos, por tamaño, es solo el duodécimo club de Brasil, y en las últimas décadas sus éxitos han sido en el mejor de los casos intermitentes, con el magro botín de dos títulos nacionales y una Libertadores desde 1968. Pero ha seguido siendo una fábrica de estrellas como Rodrygo, Neymar, Deivid Washington o Robinho.
Su descenso a segunda ha sido calificado por un comentarista brasileño como “un crimen contra la herencia global del fútbol”, pero en realidad es el resultado de la pésima gestión y administración de los últimos tiempos, con un despilfarro en jugadores mediocres y poca atención a la cantera (los rivales invierten más, aplican técnicas más modernas y producen mejores jugadores). En las dos temporadas precedentes había acabado en media tabla, sin pena ni gloria. Pero este año las cosas fueron de mal en peor, con cinco entrenadores diferentes, cambios constantes de táctica y alineación. De los veintiún fichajes realizados a principios de la campaña, solo tres jugaron el partido decisivo contra el Fortaleza (derrota por 1-2) que determinó la caída del Santos a segunda.
La primera mitad de la liga fue un desastre sin paliativos, en el que el equipo solo consiguió 18 puntos en 19 partidos. Reaccionó de la mano de Marcelo Fernandes, técnico interino, pero perdió gas en la recta final y sufrió fuertes goleadas a manos de Fluminense y Atlético Paranaense. Aun así llegó a la última jornada con más puntos que sus rivales para evitar el descenso, Bahía y Vasco da Gama. Sin embargo, ambos ganaron sus respectivos partidos y la derrota en casa ante el Fortaleza selló su suerte. El único consuelo es que todos los grandes equipos brasileños han estado alguna vez en segunda, excepto São Paulo y Flamengo. El último de ellos, el Cruzeiro, que pasó tres miserables temporadas en la serie B antes de regresar a lo alto el año pasado.
Al Santos le esperan tiempos duros, jugando los domingos por la mañana en estadios vacíos sin ningún glamur, con sus jóvenes jugadores cosidos a patadas por veteranos resabiados y una deuda de 130 millones de euros. Un pasado glorioso, pero un presente miserable. Por lo menos Pelé no se llevará el disgusto de verlo.
El ejemplo de la Premier
Los equipos brasileños quieren organizar su propia liga
Los clubs no están contentos con la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF), una poderosa institución con sede en uno de los más exclusivos barrios residenciales de Río de Janeiro. No solo piensan que saca poco rendimiento a una de las ligas con más pedigrí del mundo, sino que monta partidos a las nueve de la noche para que no interfieran con los populares culebrones de televisión, y organiza jornadas que coinciden con compromisos de la selección, lo cual perjudica a los equipos que más jugadores aportan. Llevan tiempo rumiando la posibilidad de crear su propio campeonato, igual que los ingleses montaron la Premier en 1992.