“El futuro me pertenece”. De la canción ‘Qué será, será’.
Se acabó el campeonato veraniego, el que se juega sin pelota, el de los fichajes, y aunque no podremos decir hasta el final de la temporada qué clubs hicieron las mejores inversiones, está claro cuáles son los dos grandes ganadores a día de hoy, el Real Madrid y el Inter Miami.
Cada cual según sus objetivos, ambos ganaron la lotería. El Madrid juega fútbol de verdad, el Miami juega fútbol celebrity , pero los fichajes de Jude Bellingham y de Lionel Messi han generado más ilusión que cualquier otro este verano. De eso va esto de los fichajes, de ilusión, y de eso va el fútbol porque es la esencia de todos los sentimientos que despierta, como me explicó una vez Florentino Pérez.
A la hora de fichar cracks nadie compite con Florentino. Ya saben, Ronaldo, Zidane, Figo, Cristiano, Modric. Y ahora Bellingham, que no había nacido cuando llegaron Ronaldo, Zidane y Figo al Madrid, que a sus 20 años ya parece ser el mejor jugador inglés de todos los tiempos. ¿Estará a la altura de los otros galácticos? No es descartable.
Florentino encarna el Real Madrid, un club que a la vez suspira por los viejos tiempos y compite por todo en el presente. El presidente del club blanco ve jugar a Bellingham hoy y se le tienen que pasar por la cabeza imágenes de su infancia, del Madrid que dio el salto a la gloria en los años 50, con Alfredo Di Stéfano a la cabeza. Bellingham es lo más parecido a Di Stéfano que se ha visto en el Madrid desde aquellos tiempos.
El primero de la troika de colosos argentinos, los otros siendo Maradona y Messi, Di Stéfano patentó y llevó a su máxima expresión el fenómeno del jugador todoterreno, el que defiende, organiza, crea y marca más goles que nadie. Bellingham va por ese camino. Es excepcionalmente rápido de pensamiento, es alto, fuerte, rápido, tenaz y elegante. Y aunque exude carisma de campeón, tiene los pies en la tierra.
Los dos grandes ganadores del mercado son el Madrid con Bellingham y el Inter Miami con Messi
Eso, como nunca se cansa de decir, se lo debe a los padres, buena gente, todo indica, que recuerda a la familia de Rafa Nadal. Su padre es un sargento de policía, su madre trabaja, o trabajaba porque ahora no tiene necesidad, en una oficina de recursos humanos. Él es blanco, ella es negra: otro plus. La única forma definitiva de resolver el eterno problema del racismo es que gente de diferentes razas se junte y tenga hijos hasta que todos seamos una mezcla de todos. Es una utopía, pero Bellingham es una visión en carne y hueso de un futuro mejor.
Siendo joven, tiene tiempo para que todo se le tuerza. Lesiones, quizá, o que se le suba la fama y el dinero a la cabeza, y pierda la tensión competitiva sin la que, no importa el talento, todo se va a la mierda. Lo mismo podemos decir de Carlos Alcaraz, pero de momento tanto él como Bellingham, que tienen la misma edad, dan motivos para pensar que el cielo en la tierra les espera.
Messi, casi tan mayor como los padres de ambos prodigios, ya alcanzó el paraíso terrenal. Hoy se pasea por el nirvana de jubilados que es la MLS, la liga profesional de Estados Unidos. Eligió bien. Las otras opciones eran volver al Barcelona o irse a Arabia Saudí.
¿Qué era mejor para el Barça? ¿Apostar por un Messi en declive (aunque en la MLS lo puede disimular) o por Lamine Yamal, el fichaje gratis del año, un niño de 16 años que puede perfectamente tener un impacto similar en el equipo blaugrana al que ya sabemos que tendrá Bellingham en el Madrid? Está claro. La vuelta de Messi hubiera sido una apuesta por la nostalgia, no por el porvenir.
El inglés y Alcaraz tienen la misma edad (20 años) y a ambos el cielo en la tierra les espera
¿Arabia Saudí? Una jaula dorada. Miami, la capital de América Latina, es un lugar donde él, su mujer y sus tres hijos se sentirán infinitamente más a gusto. Podrán disfrutar de asaditos, alfajores y dulce de leche por un tubo. Sí, Messi también, si quiere. No tiene que estar en plena forma para arrasar en una liga cuyos defensas no encontrarían compradores en las segundas divisiones europeas. Ya arrasó. Gracias en un 99 por ciento a él, el Inter Miami ha pasado de ser el peor al mejor equipo de la MLS.
Tampoco hay mayor celebrity en Estados Unidos hoy que Messi, y, lejos de pasar al olvido en el desierto como Cristiano, puede transformar su notoriedad en todo el dinero que quiera. Messi, como diría él, la rompió. Y su nuevo club también.