“Quizás el Juventus y el Bayern los subestimasen, pero eso no nos pasará a nosotros”. Jürgen Klopp cumplió su palabra. Liverpool no es Turín ni Múnich, y el Villarreal no pudo dar su tercer golpe de estado consecutivo en la Champions. El gran sueño de optar a una orejuda se le esfuma a los groguets, que sucumbieron ante el rodillo rojo después de haber resistido heroicamente durante 53 minutos.
Aluvión de ocasiones
El Liverpool no supo sentenciar la eliminatoria pese a las 20 ocasiones de gol que tuvo, por una sola del Villarreal
Anfield era la última frontera del Villarreal para alcanzar el paraíso de su primera final de Champions. Por segunda vez en la historia llegaba al penúltimo escalón, 16 años después del fatídico penalti fallado por Riquelme ante el Arsenal (2006). Más de 50.000 gargantas calentaban la caldera del mítico coliseo, pero el Villarreal iba preparado para no dejarse intimidar por el ambiente atronador. Había tumbado a dos gigantes como el Juventus, en octavos (4-1 en el global), y el Bayern en cuartos (2-1). ¿Por qué no un tercer monstruo?
Sabían los groguets que tendrían que subdividir el encuentro en fracciones para sobrevivir. Así, cada minuto que pasaba con la portería a cero era una batalla ganada para un Villarreal que aguantaba las iniciales embestidas rojas. Con un orden defensivo numantino, y las tres líneas del 4-4-2 de Emery bien pertrechadas y basculando, el conjunto español dificultaba como podía el avance de las huestes inglesas.
Contención heroica
Cada minuto que pasaba con la portería a cero era una batalla ganada para un Villarreal que aguantaba las iniciales embestidas rojas
Tras un inicio impetuoso del Liverpool, avasallador –como se podía esperar-, con hasta cuatro ocasiones de gol en 20 minutos de su tridente Mané-Salah-Luis Díaz, el Villarreal empezó a llevar el duelo a su terreno: la desconexión de los carriles de pase, la ocupación de los espacios y el colapso creativo del Liverpool.
Era lo que interesaba a Emery, adormecer el juego inglés, que los reds no se sintiesen cómodos, que tuviesen que abusar del pase horizontal buscando el palmo de terreno libre, construir con dos o tres toques, o que se viesen obligados a lanzar pases largos o a colgar balones a un tupido bosque amarillo, para acabar desesperándose.
Lo probaba de todas las maneras el Liverpool, que tiraba de un repertorio de recursos inagotable: la presión altísima de sus delanteros, la velocidad por las bandas de sus laterales convertidos en extremos, los cambios de juego del catalizador Thiago, los disparos lejanos envenados de Luis Díaz (14m, 30m), o de Salah (26m), o a la media vuelta de Mané rozando el palo (33m), o el misil que envió al poste Thiago (41m), o los intentos de contragolpe de su renovado tridente, mortífero, autor este curso de 69 goles (30 del egipcio, 20 del colombiano y 19 del senegalés).
El Villarreal resistía al aluvión ofensivo del Liverpool en el primer tiempo, resumido numéricamente en 13 ocasiones reds –solo dos a puerta- por una del Villarreal, en pies de Lo Celso, que remató tirándose para intimidar con una vaselina desviada (36m). Era el único aviso de los amarillos, que a penas tuvieron el balón. Pero llegaban vivos al descanso.
La reanudación
Tras el descanso, el Liverpool salió en tromba y endiñó dos goles fulminantes en dos minutos seguidos
La resistencia del Villarreal no duró mucho más al regresar de vestuarios. El Liverpool reapareció en tromba, le invalidaron un gol de Fabinho por fuera de juego de Van Dijk (50m), y en dos minutos le cayó un 2-0 fulminante, que tiraba por tierra toda la buena actuación del primer tiempo.
En el 1-0 la mala fortuna se cebó con el Villarreal. Un centro de Henderson desde la derecha lo quiso taponar Estupiñán, con la desgracia que su despeje le dio más altura y se le coló a Rulli, cuyo intento de rechace impulsó el balón hacia dentro de la portería.
La puntilla
Sadio Mané remató al Villarreal con un toque a la salida de Rulli tras un pase filtrado de Salah
No se había rehecho todavía del gol que ya estaba atacando otra vez el Liverpool con el rodillo desplegado. Salah filtró un balón por el centro de la defensa, Mané rompió el fuera de juego por los pelos y anotó el 2-0 con un toque suave de puntera a la salida de Rulli.
Con Anfield elevando los decibelios al cielo, el Liverpool apretaba el acelerador y volvía a ser el equipo vertiginoso, de velocidad endiablada. Se cocía el tercero, que llegó, pero no subió al marcador, tras un penalti claro de Pau Torres a Salah que no pitó el árbitro polaco. En un centro de banda a banda, de lateral a lateral, Robertson marcó en el segundo palo el pase de Alexander-Arnold, pero lo hizo en posición antirreglamentaria (64m). Alivio para los castellonenses, que no sabían cómo achicar agua del submarino.
Buscando el milagro
El 2-0, corto para las ocasiones de unos y otros (20-1), es un mal menor para un Villarreal que necesitará una gesta el 3 de mayo
De perdidos al río, Emery agitó al banquillo. Se la jugó con un triple cambio a falta de 18 minutos: dio entrada a Aurier, Trigueros y Boulaye Dia para buscar más llegada en busca de un gol que le diese vida para la vuelta en La Cerámica. Pero el milagro no se obró. El 2-0, corto para las ocasiones de unos y otros (20-1), es un mal menor para un Villarreal que necesitará una gesta el 3 de mayo para ir al Stade de France el día 28.