No hace ni dos meses, a mediados de abril, el fútbol español malvivía en un campo minado repleto de trincheras. Aquello reflejaba un guirigay absoluto, un sálvese quien pueda en que todas las perspectivas eran, basadas en la realidad, simplemente apocalípticas. LaLiga, con Javier Tebas a la cabeza, remaba para un lado. La Federación Española, pilotada por Luis Rubiales, por el otro. Y el sindicato de futbolistas, liderado de forma titubeante por David Aganzo, dando palos de ciego. Un retrato, en plena pandemia, que remitía a títulos del cine como La familia y uno más o Esta casa es una ruina.
Los clubs se aferraban a un ERTE tras otro y se llevaban las manos a la cabeza ante el volumen de las pérdidas que se les venía encima. Nadie, o para ser más exactos nadie menos Tebas, pensaba en ese momento que se podría retomar la competición. Pero hete aquí que el 18 de abril se produjo un golpe de timón que lo cambió todo.
Todo cambió el 18 de abril cuando se firmaron los pactos de Viana entre LaLiga, la Federación y el CSD
El resumen es sencillo. Nada que no haya pasado en otras épocas de la humanidad. El Gobierno necesitaba al fútbol, por el impacto de su industria, como elemento de pan, circo y normalidad y como imagen de cara al exterior. En sus protocolos internos el Consejo Superior de Deportes (CSD) lo tenía claro y su presidenta, Irene Lozano, también lo admitía. Se requería cual chaleco salvavidas que marcas de la potencia internacional del Barça y el Madrid volvieran a a hacer girar sus norias de ilusión.
Mientras, Tebas precisaba del salvoconducto del Gobierno para ir quemando etapas. Esta intersección de intereses confluyó el citado 18 de abril con los conocidos como pactos de Viana. Lozano, Rubiales y Tebas conversaron durante ocho horas ese sábado y de ahí nació un deshielo que ha servido para que el balón ruede de nuevo.
¿Que LaLiga había comprado 15.000 tests del coronavirus a un laboratorio privado mientras no había pruebas para todos los sanitarios que se las apañaban como podían en primera línea de combate? Pues bueno, dejemos correr el ruido mediático y esgrimamos que LaLiga se rasca el bolsillo con 200 millones para repartirlos entre otros deportes menos boyantes. ¿Que los futbolistas tienen miedo? Pues se articula un protocolo de vuelta a la actividad completísimo y, justo es reconocerlo, muy trabajado.
Tebas se rascó el bolsillo y pilotó un protocolo detalladísimo con el paraguas del Gobierno
Porque a Tebas pocos le ganan a tozudo. Abrió un abanico de contactos con las grandes ligas, con Alemania como espejo y Francia bajándose del carro, y puso todo su empeño en derribar barreras. Con dinero todo es más fácil pero nadie le puede negar el tesón al presidente de la patronal, asesorado por su hermano Pablo, prestigioso virólogo que trabaja en EE.UU. en busca de una vacuna contra el coronavirus.
Mientras, Rubiales callaba y pasaba a un segundo plano, como obediencia debida hacia el Gobierno, y el sindicato de jugadores no lograba que sus filas se mantuvieran unidas. En cuanto los futbolistas se vieron de nuevo sobre el césped con un balón en los pies ya solo pensaron en competir. Entre otras razones porque los grandes jugadores, además de deportistas, también son empresas en sí mismos y como tales no pueden estar con la persiana bajada. La patronal quería, el Gobierno también y los cracks se subieron al carro. Triplete. Vuelve el fútbo