A la Serie A la idea de disputar la Supercopa de Italia en Arabia Saudí, el próximo día 16, le ha salido todavía peor que el proyecto de Javier Tebas de jugar un partido de la Liga española en EE.UU. Las entradas, puestas a la venta el pasado martes, han volado, según los organizadores, pero las discriminaciones sexistas a las espectadoras impuestas por las leyes de Arabia Saudí han desatado una tormenta política y social en Italia que amenaza la disputa de la final. Los 7 millones de euros que calcula ingresar la Serie A se han convertido en dinero sucio, mientras se intensifica el debate sobre la supeditación del fútbol y de los valores éticos al poder del capital.
Para el Juventus-Milan, en el estadio Rey Abdullah de Yeda se ha habilitado una zona sólo para hombres y otra denominada para familias, a la que podrán acceder las mujeres. Las mejores localidades están en el área masculina. Las mujeres –que desde enero del 2018 pueden acceder a los estadios del país aunque con significativas restricciones– verán el partido desde las gradas superiores y siempre acompañadas por un hombre. Esta discriminación ha provocado una fuerte corriente de indignación en la prensa y la opinión pública italianas, con llamadas a la suspensión.
Matteo Salvini
“Es una inmundicia; no voy a ver ese partido, es un fútbol esclavo del negocio y las televisiones”
“Que la Supercopa italiana se juegue en un país islámico donde las mujeres no pueden ir al estadio si no van acompañadas de hombres es una tristeza, una inmundicia. No voy a ver este partido. Es un fútbol esclavo de los negocios y las televisiones. No quiero un futuro similar en Italia para nuestras hijas”, afirmó el ministro del Interior, Matteo Salvini. “Los intereses económicos no pueden prevalecer sobre los derechos”, subrayó el subsecretario de Estado Vincenzo Spadafora, responsable de políticas de igualdad. El fútbol ha conseguido un nuevo milagro: poner de acuerdo a políticos, partidos, facciones y grupúsculos del imbricado laberinto tricolore. “¿Hemos vendido siglos de civilización europea y batallas por los derechos de las mujeres por el dinero de los saudíes? La Federación Italiana debe bloquear de inmediato esta vergüenza absoluta y llevar la Supercopa a una nación que no discrimine a nuestras mujeres ni nuestros valores”, exige Giorgia Meloni (Fratelli d’Italia).
Juventus y Milan se mantuvieron ayer en silencio, mientras los pronunciamientos de la prensa arreciaban. “Por 7 millones de euros la Serie A acepta reglas que son contrarias a nuestra Constitución”, denunciaba un sindicato de la RAI. Rotativos como Corriere della Sera abogan directamente por la suspensión: “La final no es una excursión exótica en un país donde rigen ritos y costumbres extraños. Es un trozo de Italia el que se juega en el exterior y no podemos tolerar que haya espectadores, por un lado, y espectadoras inferiores por otro”.
La exportación de la Supercopa de Italia no es una novedad. En 1993 se jugó en Washington, en el 2003 en Nueva York y, en ediciones más recientes, en China o Qatar. También fue polémica la final del 2003 disputada en Libia bajo el régimen de Muamar el Gadafi.