Todo tiene una fecha de caducidad, por mucho que parezca que no. Usain Bolt fue el hombre más veloz del mundo, era un ser imbatible, indestructible, hasta que un día mordió el polvo, en su caso el tartán, y adiós muy buenas.
Ahí está Vitor Roque, que llegó al Barça avalado por Deco, el actual director deportivo del Barça –¡qué suerte que haya tan buenos jugadores en la Masia! o con esos fichajes se iba al infierno– y pronto se vio que esa promesa brasileña comprada a precio de estrella era lo que antaño se decía “un paquete”.
Después de la cesión al Betis, Roque vuelve a casa con el zurrón vacío. Deco debería postrarse genuflexo ante los culés y pedir perdón.
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Rafa Yuste, Vitor Roque y Deco en la presentación del brasileño como nuevo jugador del Barça
Así que todo tiene un límite biológico, moral o social. Por lo que también llega la hora de que los Yankees de Nueva York, el equipo de béisbol más ganador de “las grandes ligas”, que sufre una sequía de 15 años, ni que fuera el Barça pre-Cruyff, se ponga a buscar remedios.
De esto va este artículo, salvada la intromisión de Deco. Esa enmienda en los bombarderos del Bronx no consiste en fichar un entrenador competente o buenos jugadores. Al contrario, el crack Juan Soto se ha marchado a los Mets, el rival vecino de Queens.
El jefe de los Yankees, Hal Steinbrenner, ha asumido eso tan taurino de que donde hay pelo hay alegría. George, su padre, se conjuró contra su frustración deportiva estableciendo la norma, hace medio siglo, de que sus peloteros no podían ser barbudos. Trató de imponer un cierto orden y disciplina y dictó que los que lucieran la camiseta rayada no podían tener pelo en la cara. En todo caso, un mostacho bien peinado.
Eso sucedió en 1976. Al año siguiente, los del Bronx ganaron las Series Mundiales, la primera victoria desde 1962.
Desde entonces, los Yankees ganaron otros seis anillos, se mudaron a un estadio más moderno y varios de sus jugadores entraron en el salón de la fama mientras no creció ni una barba.
“La correlación no es casualidad, pero este no es el momento de dejar que una lógica tonta se interponga en el camino”, escribió recientemente Jason Gay en The Wall Street Journal.
El hijo Steinbrenner evoca al padre y agita al equipo con esta nueva política facial, “el cuento peludo de Nueva York”, como lo califica Gay. El actual mandatario de los bombarderos expresó su preocupación de que la prohibición de los barbudos les ha restado competitividad. Si esta próxima temporada, a punto de arrancar, los del Bronx ganan su título 28, el asunto será peludo, tanto o más que el de Roque y Deco.