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La piel fina

Por la escuadra

Ofenderse se ha convertido en el deporte nacional por excelencia. Me di cuenta de ello hace unos meses en el teatro, viendo La pell fina, una brillante comedia de Carmen Marfà y Yago Alonso que reflexiona sobre cómo nos tratamos las personas y la facilidad que tenemos para ofendernos por aquello que nos llega de los otros y no son adulaciones. No solo estamos desen­trenados a la hora de encajar la crítica, sino que, además, estamos convencidos de que no va con nosotros, que no nos la merecemos y, peor todavía, que no nos puede aportar nada constructivo. Quien dice la crítica dice los comentarios discrepantes o que van en un sentido diferente a lo que nos gustaría. En el teatro futbolístico, el último en representar el papel del ofendido ha sido Frenkie de Jong, que salió el martes a la sala de prensa del Diego Armando Maradona a petición propia. El neerlandés apareció en escena con una calma impropia de la previa del retorno del Barça a los octavos de la Champions tres años después y con ganas de disparar a la prensa. La gran ofensa del centrocampista reside en las informaciones publicadas en torno a la letra pequeña de su contrato y de su salario. Todo mentiras, dice él. Una generalización un poco arriesgada si no estás seguro de haber leído, escuchado y visto todo lo que se ha publicado sobre ti en las últimas semanas.

Sin embargo, da igual, tienes el convencimiento de que tu ofensa es de tal dimensión que aquella sala llena de profesionales de la información merece, en la previa de un importante partido de fútbol, escucharte a ti y hablar de lo que tú has dicho más que de fútbol propiamente dicho. La ofensa lo aguanta todo, detrás del escudo de haberte sentido ofendido, señalas y acusas públicamente sin poner sobre la mesa ningún tipo de prueba que lo sustente.

El centrocampista Frenkie de Jong, este miércoles en Nápoles

Francesco Pecoraro / Getty

Como profesionales no podemos tener la piel tan fina. Y lo mismo vale para De Jong. Y para Xavi

E inmediatamente después de la piel fina de Frenkie de Jong, en el segundo acto de la obra, aparecimos los periodistas para, obviamente, hacernos también los ofendidos por sus palabras. Tirando de un gremialismo absurdo como si no hubiera, como en todos los colectivos, periodistas brillantes, periodistas normales y periodistas mediocres. Ya hicimos el ensayo general de la ofensa cuando Xavi nos señaló, y esta semana hemos estado a punto de adjudicarnos el papel protagonista explicando como de pulcros son nuestros protocolos, recordando lo de la confidencialidad de las fuentes y la obligación de contrastar las informaciones. Perdiendo de vista que no somos los importantes, que somos el vehículo. Como profesionales expuestos no podemos tener la piel tan fina. Y lo mismo vale para De Jong. Y para Xavi. Asumir y normalizar que nuestro trabajo puede gustar más o menos, si tenemos la paz interior de haberlo hecho con responsabilidad y respeto, nos facilitará la vida. Eso y un poco de empatía por el trabajo y la situación de los otros y ya lo tendríamos.

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