Martes, 3 de octubre. Un parsimonioso Jules Koundé desciende el último del autocar del Barça a la llegada del equipo al hotel de concentración en Oporto, en el barrio de Boavista. Baja del vehículo con un bolso grande de piel de una marca de lujo y con un bulto envuelto en una funda blanca. La saca y deja ver una maleta metálica. De pronto, regresa al bus, que cierra sus puertas. El agente de seguridad se inquieta y pide al conductor que le abra. Koundé no se pone nervioso. Dobla la funda, la guarda en el bolso y entra al hotel. Con la misma sangre fría, pero a una velocidad mucho mayor, el central francés coronó su gran partido en Oporto regresando a la carrera para impedir un gol casi cantado del delantero Pepe.
“No me quedaba otra. Se ha ido a mi espalda, pero he ido corriendo y he hecho un toque interior que me ha permitido quitarle el balón. Estas acciones siempre son satisfactorias para un defensa porque sirven para ganar”, señaló el francés tras el encuentro. Así lo interpretó Ter Stegen, que lo felicitó con más euforia que si hubiera marcado un gol.
Expeditivo, físico, seguro y consolidado, Koundé (24 años) está demostrando en este principio de temporada todas aquellas virtudes por las que lo fichó el Barça en el verano del 2022 procedente del Sevilla. De los diez partidos de la temporada, ha sido titular en nueve y solo partió desde el banquillo en Mallorca. Su única ausencia en el once coincidió con unas malas prestaciones del equipo en defensa.
Ha sido abandonar el lateral derecho y salir a flote todas las virtudes por las que el Barça lo fichó
Koundé, en una edad perfecta para agigantarse, se ha convertido en este tramo de la temporada en el central más fiable del Barcelona. El más regular, sin los problemas físicos de Araújo, siempre más exuberante en sus acciones. En su segundo curso en el equipo, los hechos le están dando la razón. Sabía que lo haría mejor en el eje de la zaga que en el lateral derecho, posición en la que acostumbró a jugar la pasada campaña al no tener ahí el equipo un futbolista de las suficientes garantías. Eso sí, él siempre negó que pidiera salir del Barça si Xavi no le movía al centro de la defensa. Calificó esas afirmaciones directamente de “chiste”.
No solo no pidió marcharse, sino que su nivel de integración en el vestuario y con la afición se ha multiplicado. A la llegada del Barça a Mallorca, fue el único jugador de la plantilla que se paró a firmar autógrafos con los seguidores, con los que también se fotografió. Fue largamente ovacionado. Desde hace unas semanas también es frecuente verle escribir palabras en catalán en sus redes sociales. “ 3 punts”. “ Seguim”. “ Gràcies pel vostre suport”. Estos son algunos de sus últimos mensajes. También en Instagram se le pudo ver grabando un vídeo caminando por la montaña en el que afirmaba “us vull ensenyar una cosa”.
Inquietudes y aprendizajes que también muestra en el seno del vestuario, donde se le tiene por una persona bastante reservada, introvertida y tímida, aunque también buena gente, muy respetuosa y que se interesa mucho por todo. Independiente y muy personal, se valora el esfuerzo que está haciendo por abrirse más porque esta temporada no tiene aún a un amigo muy cercano entre los compañeros. El año pasado hacía mucha vida con Kessié y Dembélé, y los dos se han marchado este verano. También es muy amigo del madridista Tchouaméni, con el que comparte representante y con el que ha compartido más de un periodo de vacaciones.
En el vestuario es tímido y reservado, pero también muy respetuoso y con inquietudes
No así en Japón, donde Koundé se quedó varios días el pasado junio después de que el Barcelona disputara un amistoso en Kobe. El defensa se empapó del misticismo de la cultura japonesa y en uno de los encuentros de esta temporada se presentó con una camiseta de la selección nipona con el número 22.
Otra de las curiosidades que caracteriza a Koundé es su estética, su voluntad de marcar estilo. Le encantan los reportajes de moda, incluso ser protagonista de los mismos, y ya es casi obligado estar pendiente de cómo acudirá vestido a los partidos de casa. Pantalones anchos, camisas abiertas por el pecho, gafas de sol, gorras de béisbol…y de pronto, cuando menos te lo esperas, un sobrio traje. Un defensa de pasarela que no está dejando pasar a ni un delantero.