Un regreso sin luz

Análisis

Un regreso sin luz

Por segunda vez en sus 78 ediciones, la Vuelta fijó su arranque en Barcelona. Como ejemplo de “convivencia en la España plural” y símbolo del “olvido de tiempos de confrontación”, la “cocapital” de España acogió a la gran prueba ciclista. Son todas expresiones de un eufórico alcalde, Jaume Collboni, uno de los principales protagonistas de este regreso tras 61 años de espera. No es difícil imaginar que el ciclismo y la Vuelta han cambiado por completo.

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La etapa inicial de 1962 se llevó a cabo con el estilo que se trata actualmente a la Volta a Catalunya: encerrando la carrera en Montjuïc para que no molestara excesivamente. Entonces fueron diez vueltas a un circuito, sin ni siquiera tocar la avenida de Maria Cristina, con un pelotón de apenas nueve equipos pedaleando por la montaña que hoy podemos denominar olímpica. Casi la mitad de los inscritos eran españoles, encuadrados en equipos hoy olvidados (Faema, Kas, Licor 43 y Ferrys), y enfrente había franceses, belgas, neerlandeses, italianos y portugueses. Con un favorito indiscutido, Jacques Anquetil. Para acceder al circuito de Montjuïc había que pagar entrada. Fue igualmente de pago la presentación de equipos, en el Palacio de Deportes. Los artistas invitados no guardaban ninguna similitud con los Estopa, sino que se trató de una sucesión de actuaciones curiosas con protagonismo insólito para los desafíos entre levantadores de troncos (José Ramón Loyarte y Jorge Bilbao) y levantadores de piedras: “Oruntze, de Larruzcain, contra Leomburu, de Milicua”, se anunció. La banda cómica Los Calés, los vocalistas Los Chimberos, los payasos Hermanos Kuky, el dúo Los Alegres y la banda cómica Los Ases (”dirigida por el gran Contreras”), completaban el cartel. Todo ello presidido por Juan Antonio Samaranch, representante en Catalunya de la Delegación Nacional de Deportes, acompañado de los organizadores de la Vuelta.

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En 2023 la carrera cuenta con 22 equipos y 176 ciclistas de los más diversos orígenes. La calidad de la participación es notoria, la quinta mejor de las pruebas por etapas del año, tras el Tour, la Tirreno, París-Niza y la Vuelta a Suiza, pero por delante del Giro. El espectáculo ya no es de pago. Y en la tarde de un lluvioso sábado de agosto la ciudad se atrevió, que no es poco, a ofrecer sus calles nobles, sin importar las molestias para barceloneses y turistas. Un reto sin precedentes, se ha dicho. Los resbalones y la falta de luz ensombrecieron la fiesta. Si era un ensayo ante la posibilidad de optar a una salida del Tour no salió redondo.

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