En Copenhague, los ciclistas son tratados como héroes. Los llevan en volandas. Los adoran. Desde la presentación del miércoles a la contrarreloj del viernes con la que se abrió el Tour. Son aclamados. Pero no solo es en la capital. Ya sin la lluvia que fastidió a los favoritos en la primera etapa, la gente volvió a salir a la calle. Las cunetas estaban atestadas. No había casi dos metros sin un aficionado que saludase a la carrera. Muchos de esos aficionados se preguntaban por qué no estaba entre los participantes Mark Cavendish, el sprinter que el año pasado dominó las llegadas, ganó cuatro etapas e igualó el récord de 34 triunfos parciales de Eddy Merckx.
Los que no entendían cómo un equipo se podía permitir prescindir de un reclamo así y los que pensaban que el Quick Step había desaprovechado una oportunidad inmejorable de publicidad gratuita en caso de una victoria de etapa del británico de la isla de Man, lo vieron claro poco después en Nyborg, en la isla de Fionia, a donde el pelotón llegó tras cruzar el temido puente del Gran Cinturón.
25 años por 37 del británico
Los que no entendían cómo un equipo prescindía de un reclamo como Cavendish lo entendieron en la meta de Nyborg con el triunfo de Jakobsen
Allí, en la meta, vieron volar a Fabio Jakobsen, 12 años más joven, que adelantó por la derecha al danés Mads Pedersen, el primero que lanzó la llegada y que solo pudo ser tercero, y a Wout van Aert, el vencedor de la última etapa del 2021 en los Campos Elíseos y que se quedó con las ganas como el día anterior, en la crono, otra vez segundo, batido por otro Quick Step. Como consolación, no está mal, el belga del Jumbo se apoderó del maillot amarillo gracias a las bonificaciones.
Alguien pudo barruntar que dejar fuera de los ocho elegidos a Cavendish y a Julian Alaphilippe, actual campeón del mundo, era un ataque de entrenador y de importancia de esos que les dan a los técnicos. Pero Patrick Lefevere, el patrón del Quick Step, y el director Wilfried Peeters, son de los que no dan puntada sin hilo. Un par de días antes de la salida, el covid les dio una segunda oportunidad. El gigante Declercq dio positivo y podían dar entrada a un nuevo ciclista. No había marcha atrás. No había nada que pensar. Eligieron a Senechal.
Ninguno de los ocho de la manada de lobos, como les gusta apodarse, sabían lo que es triunfar en el Tour. Pero el Quick Step es y siempre ha sido una maquina de ganar.
Nuevo líder
Van Aert volvió a quedarse con la miel en los labios, superado por otro Quick Step, pero se contentó con el maillot amarillo
En dos días de carrera ya se puede decir que el tiempo les ha dado la razón en su alineación porque han ganado las dos primeras etapas del Tour 2022. Se llevaron la contrarreloj contra pronóstico con Lampaert. Se impusieron en el primer sprint con Jakobsen, debutante, sí, pero uno de los grandes favoritos, sino el que más, para ese final.
La apuesta ha salido redonda. Pero todo se pudo ir al traste a 18 km de meta. Nada más entrar en el puente del Gran Cinturón, donde la tensión se apoderó del pelotón, que quedó a la intemperie, por primera vez sin público a sus lados, y los pinganillos sacaban humo en las orejas de los ciclistas. Todos querían ir bien colocados. Todos temían al viento. Todos estaban atentos.
Hasta que lo inevitable aconteció. Un Education First se tocó con un DSM y varios ciclistas se cayeron. Entre los afectados, Yves Lampaert, el líder. También se había cortado su compañero el danés Morkov, campeón olímpico en Tokio en Madison, en pista. Y eso era un problema para Jakobsen pues son sus dos últimos lanzadores en los sprints.
Pogacar entró pinchado
El pelotón, con muchos nervios, salvó con caídas pero sin diferencias el paso por el temido puente del Gran Cinturón
El viento, de cara, frontal, durante todo el puente, jugó a favor del Quick Step. Era imposible realizar ninguna maniobra, tratar de cortar el grupo, porque apenas se podía alcanzar los 40 km/h. Eso permitió a varios grupos reintegrarse. Honoré acercó a los ayudantes de Jakobsen. También Urán salvó los muebles pensando en la general.
Nada más salir de la larguísima pasarela volvió a haber una caída multitudinaria. Esta vez ya dentro de la distancia de seguridad de los tres últimos kilómetros. La libró por poco Tadej Pogacar, que entró en meta con las dos ruedas pinchadas, el 152 de la etapa, a 3m36s de Jakobsen, pero con una sonrisa. Esa pérdida no computaba. No había que lamentar daños, ni físicos ni en tiempo.
El neerlandés de 25 años, por su parte, dejó patente que aquel accidente en Polonia en 2020, provocado por Groenewegen, por el que estuvo en coma y le tuvo ocho meses sin competir, no le dejó secuelas ni miedo en forma de esprintar. Se vio cuando, tras ser lanzado por Lampaert y Morkov, pugnó codo con codo, hombro con hombro, con Peter Sagan por la posición en el sprint. Al final, Jakobsen, que ya tenía cinco etapas en la Vuelta, encontró un hueco para superarlos a todos. Es su undécima victoria del 2022. Una apuesta segura.