Miguel Indurain: “Probé el salto con pértiga”

Vuelta y Vuelta

El pentacampeón del Tour sigue explorándose: en abril disputa la Garmin Titan Desert en el Sáhara

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Miguel Indurain, en Barcelona

César Rangel

Con la velocidad que llevaba Indurain,

no necesitaba mi relevo para seguir fugados

Johan Bruyneel

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Le he visto a usted ganarlo todo. Con usted en el equipo éramos invencibles –le digo a Miguel Indurain (55).

–Gracias –me responde.

–Me acuerdo de aquel día en que usted se marchó solo. Bueno, no solo: Johan Bruyneel salió a su rueda...

Miguel Indurain asiente.

Se dispone a recordar.

Qué día, aquel.

Esta es la séptima etapa del Tour del 95. Indurain ha ganado cuatro de un tirón. Los cuatro Tours anteriores.

En el 95 quiere marcar el territorio.

Estamos en una etapa de toboganes, en tierras belgas. Arranca en Charleroi y desemboca en Lieja. Indurain anda algo retrasado en la general. Se ha propuesto recuperar terreno y darle un escarmiento a Eugeni Berzin, el ruso que crece sano y fuerte y pretende controlar el pelotón.

–Bueno, aquello no tenía que salir como acabó saliendo –me dice Indurain.

En mis tiempos mandabas tú mismo: no había pinganillos, y los directores no podían decirte nada”

Miguel IndurainPentacampeón del Tour de Francia

Quedan 30 kilómetros hasta Lieja y el pelotón sestea. Entonces se mueve Bruyneel. Salta el belga y detrás salta Indurain. Por detrás, nadie más reacciona. Indurain ve una grieta y la ensancha.

Baja la cabeza, se pone en modo huevo, en modo contrarreloj.

Bruyneel solo puede pillarle la rueda.

Solo el rodador belga.

Cuando el pelotón despierta de la siesta, se encuentra con una pesadilla. Indurain lleva el plato grande y la determinación en la mirada. Le ha abierto un hueco de medio minuto. Luego son 45 segundos. Luego, un minuto.

El pelotón se organiza y entran a trabajar los peones. Hay que cerrar la vía de agua. La carrera vuela.

Indurain tira solo, ni Bruyneel le ayuda.

Indurain va solo contra 188 ciclistas.

Hay 30 kilómetros hasta Lieja. Y no lo cazan.

Bruyneel se lleva la etapa y se coloca como líder provisional, pero Indurain establece las bases de su quinto Tour.

–Es lo más bestia que he visto nunca –le comento.

Indurain se encoge de hombros.

–Aquel era el recorrido de la Lieja-Bastoña-Lieja. La verdad es que lo conocía bien.

–¿Y qué buscaba usted?

–En aquellos tiempos, mandabas tú mismo. No había pinganillos. Los directores no podían decirte nada. Quería probarme: al día siguiente se disputaba la contrarreloj. Vi que saltaba Bruyneel y pensé en tensar la carrera. Hoy ya no se corre así.

–¿...?

–Hoy está todo más controlado. Los directores lo deciden todo. Los corredores hablan entre sí a través del pinganillo.

–¿Y qué prefiere usted?

–Me da igual. Hay que adaptarse a los tiempos, a la tecnología, a las nuevas bicicletas. Yo lo hubiera hecho.

–¿Y cómo llegó usted al ciclismo?

–Al principio era atleta.

En YouTube circula un vídeo muy simpático. Es en blanco y negro.

Indurain tiene doce o trece años. Acude a una reunión de atletismo que organiza el programa Torneo. En fila india, salen los chavales al tartán de la pista cubierta de Anoeta. Van a disputar una carrera de 300 metros.

Indurain corre y pelea.

No más spoilers. Hay que ver el vídeo.

–¿Usted iba para velocista?

–Bueno, hice de todo: 400 metros, medio maratón, vallas... Incluso salto con pértiga. Si algo no me gustaba era la longitud.

–¿Y era bueno?

–El atletismo me gustaba. Lo sigo, todavía lo miro. Pero a los trece años, cuando descubrí la bicicleta... ¡Cómo admiraba a Hinault! Siempre soñé con imitarle. Y mire.

El atletismo me gustaba; pero a los trece años, cuando descubrí el ciclismo... ¡cómo admiraba a Hinault!”

Miguel IndurainPentacampéon del Tour de Francia

–Usted era grande y fuerte. Iba para clasicómano.

–Ya, pero aquella forma de correr me agobiaba. Prefería las pruebas por etapas.

–¿Y cómo lo hizo para transformarse? No se le presumían dotes de escalador...

–Adapté los entrenamientos. Cuidé la alimentación. Fui capaz de perder peso sin perder potencia. Y aquellos puertos no eran como los de ahora. Eran más largos, pero más suaves.

–¿Y cuándo supo que sería tan grande?

–Hombre, al ganar el Tour del Porvenir del 86 ya apuntaba. Aquel era un mini-Tour de diez días. Ya me vi bueno en la contrarreloj, y también escalando.

–¿Y se pone vídeos para verse?

–Todavía no. Aún me acuerdo de aquellos días. La verdad es que prefiero revivir sentimientos compartiendo batallitas con los compañeros.

–¿Y con su hijo Miguel?

–También, también. Aunque lo tengo viviendo en Mallorca.

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Miguel Indurain, durante la presentación de su equipo para la Garmin Titan Desert, el KH-7, el mes pasado en Barcelona

EP

Ambos tendrán tiempo para recuperar aquellos días. Se van a la Garmin Titan Desert, en abril, en el equipo KH-7: forman un grupo de tres que completa Melcior Mauri .

Mauri me cuenta que le costó convencer a Indurain: “He tardado años”, dice Mauri.

–¿Y qué se le ha perdido en el desierto? –le pregunto a Indurain.

–La curiosidad, supongo. Aunque el reto me tiene un poco asustado, lo confieso: he visto montañas de 2.500 m. Y una etapa de navegación sin mapas... Entre Mauri y Chiapucci, que la disputó en alguna ocasión, me han liado. Iré una vez: no me engañarán más.

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