El coche y la oreja de Van Gogh
Deportes sin fronteras
Las calles de Chicago se convierten en un polémico circuito de carreras
El 23 de diciembre de 1888 Vincent van Gogh se quedó sin un trozo de su oreja izquierda tras una discusión a grito pelado con Gauguin, su colega y compañero de residencia en Arlés. La envolvió en un papel de periódico y se la entregó a una prostituta llamada Rachel, que conocían ambos. La teoría más generalizada es que se la cortó él mismo para dar la nota, y al poco tiempo ingresó en una institución para afrontar sus problemas psiquiátricos. La otra, divulgada por investigadores alemanes, es que el tajo se lo dio su amigo el pintor francés con una espada de esgrima, pero se lo ocultaron a la policía para evitar problemas.
El Art Institute de Chicago tiene una docena de cuadros de Van Gogh en sus galerías impresionistas, entre ellos La habitación, Los borrachos, El jardín del poeta y un autorretrato. Muchos se opusieron a la celebración el pasado fin de semana de una carrera del circuito Nascar por las calles de la ciudad (en torno al Grant Park), con el argumento de que la polución de los vehículos penetraría las paredes del museo y dañara las pinturas del neerlandés.
Nascar quiere ampliar su base de fans a latinos y negros, a pesar de que ha sido un bastión del racismo
No fue la única razón alegada, por supuesto. Imaginen que la ex alcaldesa Ada Colau, sin consultar ni a la ciudadanía ni a los concejales, hubiera firmado antes de las elecciones un contrato de tres años con la Fórmula 1 para celebrar una carrera en un circuito urbano por la Avinguda de Sarrià, la Diagonal, la Rambla de Catalunya, el Passeig de la Bonanova y el Turó Park, con los coches rugiendo a más de trescientos kilómetros por hora. Si ya los vecinos preocupados por el ruido obligan a empezar a recoger las mesas de las terrazas a partir de las once de la noche, se habría montado la marimorena.
Pues lo mismo en Chicago. Sólo que la ex alcaldesa Lori Lightfoot (que perdió el puesto el pasado noviembre) sí firmó el contrato con Nascar, con la intención de atraer visitantes, llenar los hoteles y restaurantes, y captar 130 millones de dólares para una ciudad que -como San Francisco y otras- sufre las consecuencias de la pandemia: decenas de miles de oficinas se han quedado vacías por el teletrabajo.
Los organizadores de Nascar quieren dar un nuevo aire a una competición llena de ruido y colorido, pero que ha perdido popularidad en las últimas dos décadas, identificada con el Sur de los Estados Unidos y en cuyos circuitos (Daytona Beach, Talladega...) se han prohibido sólo hace muy poco las banderas confederadas. El racismo es un problema grave, hasta el punto de que el presidente Biden ha recibido insultos, y también el único negro destacado, Bubba Wallace, que corre en el 23 XI Racing Team propiedad de Michael Jordan, y cuyo coche lleva el mismo número que lucía en su camiseta la leyenda.
Del 16% de norteamericanos que hace dos décadas se declaraban muy aficionados al Nascar, sólo queda un 6%, y la idea es ampliar la base de seguidores a los latinos y los negros, llevando las carreras a ciudades como Chicago y Los Ángeles, en cuyo Coliseo ya se han celebrado dos competiciones (otra cosa es que se puedan permitir unas entradas que oscilan entre los 300 y 4.000 euros). Pero a los vecinos más que acomodados de la Michigan Avenue y Lake Shore Drive (el equivalente de Pedralbes) no les ha hecho ninguna gracia el cierre de calles y comercios, el tráfico y el olor a neumáticos quemados, ni siquiera a pesar de ser invitados a una gran fiesta de presentación en la que se exhibía un coche de muestra con el autorretrato de Van Gogh (el mismo del museo) en la carrocería. El nuevo alcalde, Brandon Johnson, dice que va a analizar los números y decidir si mantiene el contrato o le pega un tajo, como el pintor (o tal vez Gauguin) a su oreja.
En medio de la lluvia
Un novato neozelandés se impuso a las vacas sagradas del Nascar
Lo que menos se imaginaban los organizadores es que caería el diluvio universal sobre Chicago durante el pasado fin de semana. La carrera del sábado, menos importante, tuvo que ser suspendida después de tan sólo 25 de las 55 vueltas previstas, y la del domingo empezó con hora y media de retraso y acabó cuando se hizo oscuro y tan sólo se había completado 75 veces (en vez de 100) el recorrido de tres kilómetros, en medio de los rascacielos y con giros de noventa grados. Ganó el neozelandés Shane van Gisbergen, debutante en la competición Nascar de EE.UU, pero con amplia experiencia en circuitos urbanos de Australia.