Falta mano dura

Que los episodios de racismo son un problema en el fútbol, y en el fútbol español en particular, es una realidad impepinable. El sábado no solo Balde fue objeto de insultos intolerables. También el futbolista del Elche Diaby los sufrió en El Molinón. El Sporting reaccionó rápidamente e identificó al cenutrio de turno. El Getafe, en cambio, felicitaba a su afición en la medianoche del sábado al domingo (“afición de Champions”, colgaron en la red X). Está claro que no se puede meter en el mismo saco a todos los seguidores del equipo azulón, faltaría más, porque sería muy injusto, pero poner ese mensaje cuando ya se conocía la denuncia del lateral barcelonista no parece muy adecuado.

Como no lo es el hecho de que el Real Madrid no haya recibido ningún tipo de sanción por los insultos de cinco aficionados a Lamine Yamal, Raphinha y Ansu Fati en el clásico del Bernabéu. Antiviolencia propuso multas y prohibiciones de acceso a los recintos deportivos para los aficionados y tres de ellos fueron detenidos, pero el club blanco se marchó de rositas.

Al contrario que el Valencia cuando Vinícius sufrió gritos racistas de parte de la grada en Mestalla. El equipo valencianista lo pagó con tres partidos de cierre parcial de su estadio, una vez Apelación redujo el castigo, inicialmente de cinco encuentros. Porque, pese a toda la alarma social, las denuncias de LaLiga y su colaboración con los clubs y las fuerzas policiales y, pese a todos los protocolos contra el racismo, siguen faltando contundencia, mano dura y diligencia. Y tratar todos los casos con la misma implicación y celeridad. Da igual el nombre o el club del futbolista. Da lo mismo si es de Primera o de Segunda. No se puede tolerar ni un segundo más esta lacra porque se sigue manteniendo la sensación de una cierta impunidad. Y no hay que tratar el acta de los árbitros como las tablas de la ley. Porque, a veces, no lo escuchan todo y, en ocasiones, no lo escriben todo.

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