Una mirada en la tormenta

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Una mirada en la tormenta
Corresponsal en África Subsahariana

Ocurrió dos veces seguidas y, aunque se percibió apenas un instante, muchos culés reconocimos aquella mirada. A mí me recorrió un escalofrío. En la pasada jornada contra el Betis, cuando el equipo corría contrarreloj para no empatar el partido tras un penalti desesperante, por estúpido, de De Jong sobre Vitor Roque, ocurrió algo diferente: cuando el partido se cubrió de nubarrones, el brillo en los ojos de Lamine Yamal cambió. Con solo 17 años, se erigió en líder y desplegó un recital de regates y asistencias que desembocó en el gol de Ferran Torres. La cara de desesperación de Yamal tras el 2 a 2 final del Betis, ya sin tiempo para la reacción, me llevó de viaje a la nostalgia. Aquella mirada triste, frustrada por un empate que creía evitable, la había visto ­antes.

El miércoles, contra el Dortmund, volvió a aparecer. Tras el empate de los germanos, el de Rocafonda volvió a rebelarse como solo los líderes saben hacerlo. Se echó el equipo a la espalda y detuvo el tiempo con una asistencia mágica a Torres.

No era solo de Lamine Yamal, aquella mirada era de Messi; durante años, sucedió así

En la alegría satisfecha de Yamal, ahora sí suficiente para la victoria, también vi una mueca familiar. Y entonces caí en la cuenta. No era solo de Lamine Yamal, aquella mirada era de Messi.

Durante años, sucedió así. Cuando el equipo zozobraba y el naufragio era una posibilidad, Messi daba un paso adelante y el equipo le entregaba el balón para salvarse. El argentino sabía que era capaz de darle la vuelta al marcador y, si no lo conseguía, su frustración incrédula tras el pitido final azuzaba a sus compañeros. Yamal es ahora esa salvación.

DORTMUND, GERMANY - DECEMBER 11: Lamine Yamal of FC Barcelona looks on during the UEFA Champions League 2024/25 League Phase MD2 match between Borussia Dortmund and FC Barcelona at BVB Stadion Dortmund on December 11, 2024 in Dortmund, Germany. (Photo by Lars Baron/Getty Images)

Lamine Yamal, durante el Betis-Barça de la semana pasada

Lars Baron / Getty

O casi.

Todos los que han visto a la joven estrella culé en las categorías inferiores añaden un matiz. “Si ahora ya es decisivo, esperad a que empiece a marcar goles”.

Porque el 19 blaugrana, que ya es vital por sus regates y asistencias inverosímiles, tiene un margen de mejora enorme de cara a portería. No porque sus cifras sean malas, lleva cinco en esta Liga, sino por su tremendo potencial. Yamal creció abrazado al gol. En once años en la Masia, fue un asesino de las metas rivales y anotó 357 goles en 249 partidos. Sus cifras –es cierto que con temporadas de más de 70 goles en infantiles, pero también con otras de pandemia que recortaron sus números– advierten que lleva el gol inoculado en la sangre.

Con unas décimas más de calma frente al portero rival, Yamal puede ser todavía más. Da vértigo pensarlo.

Es verdad que marcar muchos goles en categorías inferiores no tiene por qué reproducirse en la élite –Bojan o Kubo eran killers de pequeños y su puntería con los mayores bajó enteros–, pero hay algo en Yamal que permite soñar que aún le falta subir un escalón: esa mirada en mitad de la tormenta que grita: conmigo bajar los brazos nunca será una opción. Pronto será él quien marque el gol.

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