Francia-Israel: un empate para superar un partido maldito

Nations League

Los locales no logran doblegar a un correoso rival en un Saint-Danis blindado por la policía

Soccer Football - Nations League - Group Stage - France v Israel - Stade de France, Saint-Denis, France - November 14, 2024 Israel fans with flags and balloons REUTERS/Gonzalo Fuentes

Un grupo de aficionados de Israel, anoche en el Stade de France

Gonzalo Fuentes / Reuters

Con un impresionante blindaje de seguridad –4.000 policías y 1.600 agentes privados–, el partido de la Nations League entre las selecciones de Francia e Israel se disputó finalmente la noche de este jueves en París, sin que hubiera noticia de graves incidentes dentro o fuera del estadio. Eso sí, se produjeron algunas peleas en las gradas en la primera parte.

Dada la polémica política y diplomática que precedió al acontecimiento deportivo, un auténtico partido maldito dado el contexto en que se jugaba, lo que menos importaba en realidad era el resultado. El duelo terminó en empate a cero, un resultado que hizo justicia a un encuentro de muy baja calidad futbolística, tosco, poco lucido, que a ratos no parecía a la altura de una competición internacional. Solo se salvó el guardameta israelí, Peretz, que realizó intervenciones muy brillantes.

La primera parte había terminado ya sin goles, con varias ocasiones para los dos equipos, sobre todo para los bleus, que no se materializaron. Abundaron la torpeza y los errores en ambos contrincantes. Después del descanso siguió la misma tónica, con una Francia frustrada por su incapacidad de marcar. El juego y el de­senlace parecieron dar la razón al chiste del último número del semanario satírico Le Canard enchaîné , en el que el presidente Emmanuel Macron, en el papel de seleccionador, aconsejaba a sus hombres, para evitar incidentes, que evitaran marcar goles.

Blindaje policial impresionante para un Stade de France con la afluencia más baja de su historia

La grada estaba semivacía. Se prohibió llevar mochilas y pancartas. Con solo 15.000 espectadores para un aforo de 80.000, el Stade de France registró la entrada más baja desde que fue inaugurado en 1998. El miedo de unos y la mala conciencia de otros ahuyentaron a los hinchas. El Gobierno israelí había aconsejado no ir al campo. Bajo ningún concepto se quería una repetición de los graves ataques antisemitas de la semana pasada, en Amsterdam, después del Ajax-Macabbi.

Para compensar la poca presencia de aficionados y como mensaje político, el palco se llenó de autoridades. Se sentaron el actual presidente de la República y sus predecesores François Hollande y Nicolas Sarkozy, así como el primer ministro, Michel Barnier; otro antiguo ocupante del cargo, Manuel Valls, además de dirigentes locales y regionales.

“No cederemos nada al antisemitismo y a la intimidación”, dijo Macron a la cadena BFMTV, horas antes del encuentro, mientras caminaba por el centro de París con sus guardaespaldas, una escena bastante infrecuente. El presidente francés llamó por teléfono a su homólogo israelí, Isaac Herzog, y al primer ministro, Beniamin Netanyahu, para explicarles el dispositivo de seguridad y para reiterarles la determinación francesa a combatir el antisemitismo en cualquier lugar donde se manifieste.

Macron y sus predecesores Hollande y Sarkozy van al campo como señal política

A menos de dos kilómetros del Stade de France, frente al Ayuntamiento de Saint-Denis, hubo una concentración convocada por La Francia Insumisa (LFI, izquierda radical), a la que asistió un millar de personas para protestar por el partido y denunciar el “genocidio” que, según los convocantes, sufren los palestinos a manos de Israel. Habló a la multitud Éric Coquerel, presidente de la comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional, quien juzgó “vergonzosa” la nutrida presencia de políticos. Según él, existe un doble rasero porque ningún líder habría ido al campo si la selección visitante hubiera sido la de Rusia.

El partido ha sido un mal negocio para la Federación Francesa de Fútbol (FFF), cuyo contrato estipula un alquiler de más de 2,5 millones de euros por cada partido disputado en el Stade de France. Para cubrir esa cantidad, se necesita que haya al menos 60.000 espectadores. Francia se clasifica para cuartos de final, aunque con una prestación muy decepcionante.

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