Cara a cara

POR LA ESCUADRA

Lo reconozco, pertenezco a una generación –los millennials , nos llaman– que preferimos enviar un mensaje de WhatsApp o una nota de voz antes que hacer una llamada. Más fácil, más rápido, menos arriesgado. Somos nativos digitales y el uso de la tecnología forma parte de nuestro ADN. Somos autosuficientes y autodidactas. Bendecida tecnología, que, durante la pandemia, nos permitió seguir comunicándonos con los que no podíamos ver en persona, que nos facilitó el teletrabajo, que nos permitió seguir conectados en el mundo exterior desde casa.

Pero a pesar de pertenecer a esta llamada generación Y, soy consciente de que el cara a cara siempre es mejor. La comunicación directa entre personas, sin interferencias tecnológicas, siempre gana al resto de opciones, que, eso sí, son perfectamente válidas y útiles en muchos contextos. Pero la realidad es que tendemos a emborracharnos de tecnología para todo. Para hacer deporte, para conducir un coche, para cocinar... Y quizá deberíamos ir haciendo un poco de detox allí donde sea posible. Un buen ejemplo es el que pasará mañana, cuando el FC Barcelona ha convocado a su órgano supremo de gobierno, que, según rezan los estatutos, es la asamblea general ordinaria de socios y socias.

La tecnología reducirá a la mínima expresión la esencia de la asamblea en sí misma

Dice el diccionario que una asamblea es un grupo de personas congregadas para deliberar, legislar y llegar a acuerdos. Pero mañana, personas congregadas habrá más bien pocas, aunque la convocatoria es de 4.331 compromisarios. La tecnología desbancará el cara a cara y reducirá a la mínima expresión la esencia de la asamblea en sí misma. Asamblea telemática. Todo un oxímoron. Seguro que la tecnología facilita la participación en la asamblea de algún compromisario que, si no fuera telemáticamente, no podría hacerlo. Esta es la razón de ser de la tecnología, facilitar la vida. No protagonizarla. No monopolizarla.

Los protagonistas son los socios y socias compromisarios y también los miembros de la junta que se tienen que poner delante del auditorio y, mirándoles a la cara, dar las explicaciones que convenga como si se dirigieran a toda la masa social. Y, después, tienen que escuchar y responder las preguntas de estos compromisarios que, una vez al año, tienen el derecho reconocido por los estatutos de dar su opinión. También mirando cara a cara a la junta. Sin interferencias tecnológicas más allá de un micrófono de mano.

Dicho esto, y como sugerencia made in generación millennial , quizá sería interesante revisar algunos aspectos estatutarios del club que poco o nada se han actualizado en los 125 años de vida que está a punto de hacer el FC Barcelona. Que la aprobación o no de las cuentas de una entidad de las dimensiones gigantescas del Barça, con más de 110.000 socios, acabe estando en poder de poco más de medio millar de compromisarios, que son los que efectivamente acaban votando, es, cuando menos, digno de revisión.

Asamblea de compromisarios de Facebook

Asamblea de compromisarios del Barça 

Gemma Miralta
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