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No hay maldición que frene a Pogacar

Ciclismo

El esloveno estrena su maillot de campeón del mundo con otra jornada triunfal en el Giro dell’Emilia: ya son 24 victorias en el 2024

Un día con el maillot de campeón del mundo y una victoria para Tadej Pogacar 

UAE

Tadej Pogacar no entiende de supersticiones. No hay maldiciones para él. Puede hasta con las leyendas negras.

Al maillot de campeón del mundo, precioso, le acompaña una especie de gafe. Dice la cábala de que con él cuesta ganar, de que pesa demasiado y al ciclista que lo porta le afecta.

Ni esa creencia popular, que en los últimos años también han vencido Van der Poel, Evenepoel o Sagan, puede con el cometa de Komenda. El esloveno ganó el Mundial en Zurich el pasado domingo. Y no ha tardado ni una semana en levantar los brazos vestido con el maillot arco iris. Lo estrenaba en el Giro dell’Emilia ayer y no pudo tener mejor presentación en sociedad.

Otro ataque sorpresa

El líder del UAE vuelve a sorprender a todos con un ataque a 38 km de meta, en la primera de las cinco subidas a San Luca

Pogacar es una bendición. Es el rey Midas del ciclismo. Todo lo que corre lo convierte en oro. La clásica italiana, la primera de las tres que correrá en octubre, no fue menos. El líder del UAE no quiso esperar en la que es su temporada más triunfal. Quizás la más espectacular de la historia del ciclismo: 24 victorias en el 2024 ha celebrado y casi 11.000 (10.855) puntos UCI acumula.

El maillot arco baleno se vio en Bolonia y mucho. No se puede quejar. Y eso que llovía a cántaros durante toda la jornada. Pero en una jornada de paraguas y chubasqueros brilló con todo su esplendor. Lo enfocaron largo y tendido y los aficionados no sufrieron para distinguirlo. Porque Pogacar y su nueva piel hicieron los últimos 37 kilómetros en solitario, un solo uomo è al comando. Nada de aparecer en las dos últimas subidas a la basílica de la Madonna de San Luca o en los últimos dos kilómetros, que es cuando suele decidirse el Giro dell’Emilia.

Ganó con 1m54s a Pidcock

La mayor diferencia en los últimos 40 años en la prueba boloñesa era poco más de un minuto de Rominger sobre Fondriest en 1988

Pogacar tenía el empinado puerto muy fresco porque en la segunda etapa del último Tour se vistió de amarillo en Bolonia, escenario del primer cara a cara con Vingegaard. Así que en la primera de las cinco subidas al San Luca dijo ciao y se fue. Le vieron en el podio. Aplicó la misma táctica de sorpresa que en el Mundial. Se adelantó a cualquier movimiento. Entonces demarró a 100 de meta. Ayer atacó a 38 de la llegada. Nunca es demasiado pronto para el esloveno, en estado de gracia.

Intentó irse con él Jorgenson, del Visma, pero fue una quimera. Igual que cuando Lipowitz (Red Bull) saltó en la segunda ascensión en su persecución. La ventaja de Pogacar en cabeza solo hizo que crecer. En cada vuelta al circuito sacaba medio minuto más a sus perseguidores, con Pidcock, Piganzoli, Woods o Simon Yates, que al final entraron a 1m54s.

La mayor diferencia en 40 años en la prueba boloñesa era poco más de un minuto de Rominger sobre Fondriest en 1988. Quedó aniquilada por otra cabalgada épica de Pogacar, al que el arco iris le sienta muy bien.