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¿Por qué cae tan gordo el Getafe?

Por la escuadra

Con permiso de los lectores obesos y viendo anoche un partido algo rutinario, uno se plantea preguntas metafísicas: ¿Por qué cae tan gordo el Getafe? ¿Son acaso comparables a un dolor de muelas? ¿No seremos también un poco clasistas en esto del fútbol?

El Getafe no debería caernos tan mal. Y aún diría más: debería recibir más respeto porque es un club de proximidad rodeado de vecinos poderosos –incluso el Rayo Vallecano puede mirarles desde arriba–, bien gestionado por un mismo presidente desde el 2002 y con una masa social modesta, 13.000 socios que no suelen llenar un estadio para 16.500 espectadores. Visten, además, como vestían mecánicos, curritos y currelas del siglo XX: azulones .

Deportivamente, el Getafe es lo que no pueden ser tantas entidades con historia y una gran ciudad detrás tal que Real Zaragoza, CF Málaga, Deportivo: un club consolidado en Primera División, con veinte temporadas de militancia y dos subcampeonatos en la Copa del Rey.

Cría mala fama y échate a dormir.

Ya sucedía en la escuela. Algún condiscípulo que no siendo mal chico apuntaba a delincuente juvenil se llevaba todos los castigos. A veces, injustamente, situación que reforzaba su indisciplina o rebeldía. El Getafe, en fin, no cae bien, y la opinión pública lo atribuye a sus querencias ultradefensivas o a la leyenda de que se hinchan a dar patadas, como si ­Endrick, jugador exquisito, no le hubiese asestado un rodillazo allí donde duele y sin balón a un rival anteanoche en el Bernabéu. ¿Se imaginan semejante lance protagonizado por un jugador del Getafe?

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Reconociendo a Raphinha

Joan Josep Pallàs

El Getafe CF no ha venido a este mundo a perfumar los campos ni a hacer el pasillo a tantos clubs cuyos presupuestos engrandecen los méritos de un equipo del extrarradio del Gran Madrid. Tiene un entrenador, Bordalás, que ya parece resignado a esa etiqueta de “villano” y sobre el que se ceba el sistema –y un poco también los árbitros– cuando es un gran profesional que saca partido a los humildes ingredientes de que dispone su club. ¿Juegan al límite? Sin duda, pero no fuera del límite. Anoche, por ejemplo, Raphinha fingió tras un encontronazo que le habían dado en la cabeza para nada. Esta temporada han cometido 93 faltas y recibido 90. Con la de ayer, 16 amarillas, nada del otro mundo.

El Getafe es el chivo expiatorio perfecto para los partidos gandules de tu equipo. Y no digamos si se disputan entre semana, con frío, en el Coliseo que ya no lleva el nombre de Alfonso Pérez por machista. No, no son tan violentos como sostiene su leyenda, leyenda negra.

Y anoche, quien pidió la hora fue el FC Barcelona...

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