El breakdance no cuela, ‘bro’

El sexto anillo

Mientras Fermín hacía el partido de su vida en una punta de la ciudad, mi crónica olímpica supuestamente alternativa derrapaba con estrépito justo en la otra. A veces pasa.

Ayer debía ser un día histórico para el olimpismo y la obligación de todo periodista es estar allí donde tienen lugar los hechos trascendentales. Por primera vez en la centenaria vida de los cinco anillos se iban a celebrar pruebas de breakdance. La intención del COI es captar el interés de las nuevas generaciones y según su opinión reconvertir un movimiento surgido en los años setenta en las calles del Bronx en una competición deportiva con medallas, podio y toda la parafernalia es una idea brillante. Con independencia de lo que piensen en Botsuana de que para estas aventuras siempre beban de las mismas fuentes (nosotros también tenemos bailes tribales y nunca les da por escogernos), la intentona de los señores mayores de traje y corbata de hacerse pasar por modernillos deprime como aquel padre que coleguea con su hijo usando su argot juvenil. “¿Quieres que vayamos hoy al cine, bro ?”. Y el chaval huye avergonzado escaleras abajo.

Me condiciona un fantástico ejercicio de gimnasia rítmica que veo a través del móvil por la mañana

Puede que servidor estuviera condicionado por un ejercicio con el que se topó por la mañana en el móvil correspondiente a la gimnasia rítmica, modalidad de mayor tradición olímpica. Lo ejecuta la ucraniana Onofriichuk, de 16 años, con el aro y bajo las notas de Thriller de Michael Jackson. Les animo a que lo ­vean. Contiene precisión milimétrica, riesgo en cada movimiento y una coreografía que esconde años de trabajo. Emociona.

Lo que se perpetra en la abarrotada plaza de la Concordia pertenece a otro nivel. Inferior. Las participantes son también muy jóvenes y bailan de coña el breakdance, no me malinterpreten, pero la tentación es preguntarse si una medalla de gimnasia rítmica, por poner un ejemplo fresco, puede tener el mismo valor que la que se gane bajo esta carpa robada del Circo Raluy.

Australia's Rachael Gunn, known as B-Girl Raygun, competes during the Round Robin Battle at the breaking competition at La Concorde Urban Park at the 2024 Summer Olympics, Friday, Aug. 9, 2024, in Paris, France. (AP Photo/Abbie Parr)

La australiana Raygun, en plena actuación en la plaza de la Concordia

Abbie Parr / Ap-LaPresse

Dos speakers que se dirigen al público más en inglés que en francés dan una tabarra considerable para presentar “las batallas”, el combate entre dos breakers. Un dj pincha un tema que las participantes no conocen y a partir de ahí b-girls de distintos países se retan por parejas con movimientos rítmicos que incluyen el suelo, con piruetas que usan de eje la cabeza si hace falta. Son hábiles, no decimos que no, pero olímpico no parece.

Hay un gag a media tarde que enternece a la platea, que asciende en vertical y circularmente alrededor de un escenario esférico (un circo, vamos). En medio de outfits muy currados aparece una australiana vestida con un simple chándal verde tipo recogepelotas. Tiene 36 años y a primera vista se nota que la cosa no funcionará. El presentador pide para ella un aplauso y dice que es la primera breaker de Oceanía o algo así. Su participación, exagerando, soy yo haciendo el gilipollas en una discoteca después del instituto. Los espectadores siguen los movimientos de la artista mirándose unos a otros, señal de que no solo a mí aquello me parece una tomadura de pelo. Le pido a Dios que no se desnuque. Se hace llamar Raygun porque aquí todos los atletas (?) tienen apodo. Pienso que en su caso es para ocultar su identidad para cuando vuelva a Australia. Cae derrotada ante una francesa que se llama Dembélé. Te lo juro por Arturo (aquí tenemos la edad que tenemos). Al final no me arrepiento de haber venido.

Lee también
Etiquetas
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...