Disciplinas olímpicas

por la escuadra

Disciplinas olímpicas

Los Juegos Olímpicos simbolizan, por definición, la idea de la superación. Su propia concepción potencia el relato de unos atletas que se preparan durante cuatro años para, en dos minutos o dos horas, jugarse el acceso a la posteridad o al olvido. Muchos añaden un nivel de superación que no tiene que ver con el periodo olímpico sino con la decisión de elegir esta forma de vida. Infancias pobres, contextos bélicos, abusos y migraciones ilustran el currículum de muchos atletas. Sus biografías son un elemento de interés mercadotécnico. A través del hábito consolidado de producir documentales, muchos deportistas (y clubs y selecciones) explotan esta seña de identidad corporativa, susceptible de trascender el interés de los patrocinadores o, en el ámbito filantrópico, el compromiso con causas solidarias.

En pocos años la oferta de historias del deporte se ha multiplicado. La convocatoria de París no es una excepción. Netflix ha estrenado la docuserie sobre Simone Biles ( Simone Biles vuelve a volar ). Es un ejemplo de, con una sintaxis aparentemente periodística, controlar los contenidos de la historia que se cuenta. La historia empieza cuando Biles, máxima figura de la gimnasia mundial, abandona los JJ.OO. de Tokio tras sufrir un cortocircuito mental y emocional. Su valentía: contarlo con naturalidad, hablar abiertamente de salud mental, tomarse un tiempo de reflexión y comprometerse con la denuncia por abusos contra entrenadores y federativos.

En el documental, Biles es muy crítica con las servidumbres de la fama

A través de su relato y del de su entorno, se explica cómo ha vivido estos años. El acceso a la protagonista es excepcional y va más allá de lo que hasta ahora podía ofrecer el periodismo convencional. La intimidad desaparece y abre un espacio a eso que los pedantes bautizaron, sin demasiado éxito, como extimidad (una forma pública de intimidad). El espectador descubre que la superación es, en el caso de Biles, absoluta. La relación con su hermana, su educación (sus abuelos pasan a ser sus padres), la disciplina deportiva como elemento de integración. Luego descubrimos la relación con el éxito desde un punto de vista que no es desagradecido pero sí crítico con las servidumbres de la fama. Tras abandonar los Juegos de Tokio, el alud histérico y de una maldad tan estúpida como impune, de mucha gente que pontifica desde la ignorancia. Aquí Biles explica muy bien el papel de las redes sociales, primero de dependencia, después de superación. Como, leyendo según qué mensajes, pensaba: “Y tú, desde el sofá, ¿cuántas medallas has ganado?”.

Evidentemente, no todos los atletas pueden firmar un contrato con Netflix. Pero es bueno recordar que la superación forma parte de la historia –pequeña y grande– olímpica. La noche de la tempestuosa inauguración, en medio de aquella presuntuosa ceremonia falsamente transgresora, el atleta que mejor representó la obstinación competitiva fue Céline Dion. Si tras los atentados de París de 2015 ya cantó L’hymne a l’amour para homenajear a los asesinados y los heridos, el viernes, después de un largo proceso de rehabilitación de su grave enfermedad, Dion ofreció tres minutos de una verdad irrefutable. Y todos intuimos que no solamente asistíamos a un triunfo artístico sino también a una proeza deportiva.

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Simon Biles, tas su actuación del domingo 

Abbie Parr / Ap-LaPresse
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