No soy un segundo Mark Spitz, sino un primer Michael Phelps
Michael Phelps
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A las puertas del París La Défense Arena nos recibe un mural con imágenes vintage, en blanco y negro: vistas la una junta a la otra tejen un viaje a la historia. Allí luce un abanico de personalidades del deporte.
Recupero a Alice Milliat, que organizó los primeros Juegos mundiales femenino. Lo hizo en 1922.
Contemplo a Jesse Owens en el podio, coronado en laurel, disfrutando del izado de la bandera estadounidense en el Estadio Olímpico de Berlín mientras Adolf Hitler, interiormente iracundo, le contempla a él.
Me hablan de Hassiba Bulmerka, campeona olímpica del 1.500 en Barcelona'92 mientras los terroristas del FIS y el GIA la amenazan de muerte en Argelia: ¿cómo se le ocurre mostrarse en pantalones cortos?
Gino Bartali le salvó la vida a miles de judíos. Ocultaba las documentaciones de muchos de ellos en el cuadro de su bicicleta y las transportaba clandestinamente, de un país a otro, durante sus largos entrenamientos. Estados Unidos tentó a Teófilo Stevenson. Le invitó a profesionalizarse como boxeador. Una y otra vez, el cubano dijo que no:
-No pienso perder el amor de ocho millones de cubanos por un millón de dólares.
Léon Marchand (22) no piensa tanto en aquellas leyendas que cambiaron el mundo, sino más bien en Michael Phelps, leyenda que en realidad hizo más por sí mismo, por trascender: es el deportista con más oros olímpicos en una sola edición.
Ganó ocho en Pekín 2008.
(En total, Phelps recogió 28 podios, más que nadie nunca, fue un hombre récord).
Léon Marchand piensa en Phelps y se entrena como Phelps (de hecho, su técnico en la universidad de Arizona State, Bob Bowman, entrenaba en su día a Phelps), y el mundo de la natación le endosa un epíteto.
Le llama el Michael Phelps francés.
Y el Phelps francés, más ligero que grandullón, más bien tímido, cara de buena gente, podría ser uno más entre la muchedumbre, se pone a ello.
En julio del año pasado, Marchand le arrebataba a Phelps la joya de la corona, la plusmarca mundial de los 400 metros estilos. Y meses más tarde, en las pruebas clasificatorias para estos Juegos de París, se ganaba la plaza para cuatro carreras individuales.
-Pero no pienso en cuatro títulos, sino en cuatro oportunidades -predicaba él mismo en estos días en París, acaso presionado, pues se ha desatado la Marchandmanía: le vemos en anuncios publicitarios, en carteles envolviendo edificios, en entrevistas televisivas en France 1, o en France 2, o en France 3.
(...)
Enloquece el escenario cuando Marchand sale a escena, listo para la final del 400 metros estilos.
No hay manera, no oigo nada, “Léon-Mar-chand!!”, los parisinos hacen la ola, ahí va el Phelps francés, la genética le bendijo (su padre, Xavier, fue finalista olímpico en Atlanta'96 y Sydney 2000; su madre, Céline Bonet, lució plusmarcas francesas).
Ahí va, poderoso en la calle 4, colosal desde el primer largo de la mariposa. Se proyecta a ritmo de récord mundial.
Firma 54s32 en el 100 de la mariposa. Le sobran 34 centésimas sobre su plusmarca.
Le muestra los pies al resto, se marcha aún más lejos en la espalda, prodigioso subacuático en los dos virajes. Ahora pierde algo de comba con el récord pero ya nadie le tose. Acelera en la braza, “ba-ba-ba-ba”, vocea París cada vez que Marchand asoma la cabeza y bracea. El fenómeno recupera el ritmo de récord del mundo: rinde la braza con cuatro centésimas de margen.
No oigo ni mis pensamientos.
En el penúltimo largo le sobran 19 centésimas.
¿Habrá récord?
No lo habrá, voceamos todos al fin, pues Marchand se desdibuja ligeramente en el último largo, lleva demasiado tiempo nadando en solitario. Acaba en 4m02s95 (su plusmarca está en 4m02s50), ha abierto un abismo de seis segundos sobre Matsushita (4m08s62) y Foster (4m08s66): ha ganado como solía hacerlo Phelps.
Y no importa, París se entrega y la natación francesa se reivindica: no recogía un podio olímpico individual desde Londres 2012.