El grueso de la masa social no acompaña al equipo en Montjuïc
Tres años de Laporta (3)
Poco más de 17.000 abonados de los más de 80.000 de los que dispone la entidad decidieron dar el paso de ir de la mano del equipo para sufrir o disfrutar juntos, según se mire, en Montjuïc
Mal que le pese al club el Barça no podría hacer suyo el lema del Liverpool. El You’ll never walk alone (Nunca caminarás solo) , que da misticismo a la entidad de Anfield, no se puede aplicar al barcelonismo, al menos por lo que a sus abonados se refiere. En una amplia mayoría han dejado al equipo huérfano de su aliento durante toda esta temporada. Si el nivel de fidelidad hubiera que medirlo por el traslado temporal de los partidos del primer equipo al Estadi Olímpic, mientras duren las obras de reconstrucción del Camp Nou, habría que decir sin medias tintas que el abonado le está siendo infiel al conjunto de sus amores. Poco más de 17.000 abonados de los más de 80.000 de los que dispone la entidad decidieron dar el paso de ir de la mano del equipo para sufrir o disfrutar juntos, según se mire, en Montjuïc.
El resto decidió acogerse a la excedencia que permitió el club para esta temporada. 17.000 resistentes se arañaron después de una campaña de seducción por parte de la directiva que fue errática. A saber, primero se presentaron unos precios que suponían un incremento del abono de un 25% de media respecto a la última temporada en el Camp Nou. La masa social puso el grito en el cielo y semanas después la junta rectificaba y presentaba una rebaja del 50% con respecto a la primera propuesta, pasando los precios a ser de un 25% más económicos que en el Camp Nou. Pero ni aún así se logró arrastrar al grueso de los aficionados ni llegar de lejos al objetivo de reunir a 27.000 abonados.
El contraste ha sido chocante puesto que la pasada campaña se registraron en el recinto barcelonista entradas magníficas, para completar la media de asistencia más alta de Europa y la más elevada en el estadio blaugrana en el siglo XXI (más de 83.000 espectadores). En la presente campaña en Montjuïc la media es de poco más de 40.000, lo cual no está mal teniendo en cuenta que el aforo es de 49.972.
Pero lo llamativo es que menos de la mitad de los seguidores son abonados. Unos abonados que no tienen un sitio fijo. Pagan por una zona pero en cada encuentro se les mueve de butaca. Además han de confirmar su asistencia seis días antes del encuentro. Hay que tener en cuenta estas circunstancias y también que el acceso y la salida del Olímpic no serían los más cómodos del mundo. Pero subir a Montjuïc no es hacerlo al Gólgota y para no ir allá hacen falta más razones que las logísticas.
Lo que deviene en un notorio desapego en el barcelonismo por su equipo. La falta de más estrellas de primer nivel y el juego muchas veces deficitario han generado también un pasotismo junto a la situación general del club, metido aún en una especie de tormenta perfecta que amaina o arrecia en función de la coyuntura semanal.
Cualquier periodista o espectador que haya estado presente durante años en el Camp Nou se habrá apercibido que desde hace unas temporadas el pelaje del público que acude a los partidos es bien distinto, hecho que se ha acentuado con la mudanza al Lluís Companys. Apenas hay reacciones desde las gradas, incluso en los momentos más críticos. Lo que en el pasado hubiera generado una ola de protestas y diversas pañoladas se salda con apenas cuatro silbidos discontinuos. En el partido siguiente a la decisión de Xavi de partir a final de temporada (Osasuna), la grada apenas se acordó del entrenador, ni a favor, ni en contra, hasta bien entrada la segunda mitad. El público clásico se ha quedado en casa.